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¿UNA ANTROPOLOGÍA AL REVÉS?


Enviado por   •  28 de Enero de 2015  •  2.200 Palabras (9 Páginas)  •  251 Visitas

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¿UNA ANTROPOLOGÍA AL REVÉS?

1. 500 años de opresión:

Cuando fuimos con Javier Lajo ha hablar con la Dra. María Luisa Rivara, para que nos haga el honor de hacer un prólogo a esta edición, ella me hizo las preguntas de rigor para entender lo que me traía al Perú desde hace ocho años, y cuando le dije que trabajaba con víctimas de tortura, ella me volvió a preguntar que si hacía la misma cosa aquí, con “la gente indígena torturada por 500 años”, yo pensé inicialmente que era una de estas bromas rápidas, que suelen hacer los limeños. Pero pensándolo más, me percaté que no estaba lejos del punto, ya que después de estos 8 años de visitar la zona andina de Ecuador, Perú y Bolivia tengo la impresión que están más enfermos los torturadores criollos y mestizos occidentales, que los torturados indígenas. Son los dos, el que somete y el sometido a la tortura, los que sufren un proceso activo-pasivo de deshumanización que tiene un propósito: Romper la identidad propia de la víctima, de modo tal de que se “auto-defina” o identifique eventualmente con el discurso o “idioma del torturador” y que se defina como “víctima” de este. Una víctima que se define automáticamente por el “daño” o “perdida” que se le ha ocasionado.

Hay características similares que diagnostican la tortura histórica, que puedo ver en la psique de los comuneros indígenas de los Andes. La gente que ha sido torturada, tiene un punto en común: Desean ser cuál ellos han sido antes de la tortura, dado que la tortura hará imposible que siga siendo aquella persona que era antes del terrible trauma. Mi trabajo personal y cotidiano con víctimas de torturas, me ha enseñado que la primera terapia, es hacer que el torturado acepte lo que es ahora, y que desde “el ahora” mire hacia delante, y que deje de definirse “como víctima” que está deseando la reparación y la venganza. Porque esta impotencia le lleva al deseo implícito de “volver al pasado” y esto le solidifica como víctima. Claro que esto, lo veo cada vez menos en el caso de los indígenas andinos. Peor parte se la está llevando el torturador criollo u occidental.

El mito del “espejo del vampiro”, puede servirnos para entender rápidamente y en forma sucinta el trauma de los torturadores, y del porqué persisten en “continuar con la conquista”, es decir seguir con la tortura y el exterminio. El criollo o mestizo occidentalizado que usa al indígena para sus tropelías y desorden, trata de reflejarse en el indígena para mirar su propia humanidad, pero el hecho de que “no alcance” a verse, ni sentirse, por ese enigma del “espejo vacío” del vampiro, lo enfurece y lo lleva a intentar por la fuerza convertir a los indígenas en occidentales.

Hasta ahora en los Andes se habla indistintamente de “cristianos” como sinónimo de “humanos”, y como el occidental no alcanza a distinguir “humanos” dentro de “el espejo andino”, o no ve “individuos” en las comunidades andinas, esto lo lleva a continuar su labor “cristianizadora” o de convertir a los andinos comuneros en individuos occidentales. El Estado “mestizo” hecho a imagen y semejanza de los Estados europeos, “ve” mucho menos, porque, para ver “otra cosa”, necesitaría aceptar que “otro cuadro” es posible, y eso para los occidentales es obviamente imposible. Pero al mismo tiempo, se asustan, por que los siente como una amenaza a sus verdades y paradigmas, entonces, el individuo no va ha detenerse hasta que el espejo refleje al fin a “si mismo”, o sea, lo que el individuo quiere ver. Es decir, hasta que las comunidades se conviertan en grupos de individuos, el occidental va a hacer todo lo posible para destruirlas, individualizarlas, corromperlas, ponerlas en ridículo, dividirlos, etc, hasta que el reflejo “vacío” de su propio espejo, deje de ser una ausencia.

Por eso, en la región andina, la persona indígena comunera es torturada diariamente en un proceso de ocultamiento que intenta convertirlo en “individuo occidental”. Pues bien, cualquier persona que ha sido torturada, se "cura" cuando puede ver su experiencia de “torturado” como una experiencia mas de su vida, y no como la experiencia que define su vida, no obstante la gravedad de su experiencia traumática. Y descubrir que desde ahí para adelante se puede construir algo positivo, es decir, no considerar esa “mala”

como una maldición, sino como una forma de reinventarse desde allí para adelante. No es obviamente tan simple como esto, pero es una breve exposición esquemática de mi trabajo práctico.

Siento que hay algunos puntos relevantes de este proceso de “sanación” que Elizabeth Kreimer toca más en detalle en su trabajo sobre los llamados “curanderos andinos”, detalles que se deben destacar en las comunidades indígenas, esto mientras se sigan identificando con los ojos y las palabras de sus torturadores, los indígenas no podrán romper fácilmente la esclavitud de “ser víctimas” y esperarán “volver a ser” de nuevo lo que eran antes “tal como estaban”, esto pasa con muchos que por ejemplo se niegan a asumir el apelativo de “indígenas”, como si los colonizadores “no hubieran llegado y dominado” y “no existiera ese apelativo”, el no asumirlo es prueba de que quieren ser “tal como estaban” antes de la llegada del colonizador y este es un circulo vicioso de tipo esquizoide o “fracturado de la realidad”. Esto “de volver a ser como antes” es imposible, pero tampoco es algo que todos ellos desean, y cada vez son menos los que lo hacen, pues como dice J. Lajo: “después de tanta experiencia acumulada de lucha contra el colonialismo, nuestros pueblos son superiores a la situación anterior a la llegada del colonizador”. La alternativa de los indígenas, tal como la veo, se está re-inventando y están continuando hacia adelante, reivindicando su autonomía su afán de afirmarse en lo comunitario y convertirse en sujetos propios, con sus propios conceptos y valores, limpios de la mirada y de las palabras del torturador, que en este caso es “El Otro” 6, ese que ellos siempre han reconocido, o como dice J. Lajo en otro de sus textos7 con referencia a las celebraciones de 1992: “Mientras el luchador indígena se siga identificando como víctima del colonizador, queriendo declarar “lutos” o “duelos”, cual si fueran huérfanos o viudas solamente... o perros que ladran desde la oscuridad quejándose de no poder acercarse a la hoguera del festín colonialista... los mecanismos de la colonización seguirán siendo superiores a los del colonizado... debemos hacer nuestro propio fuego y desde allí dar calor a nuestra RESISTENCIA...”.

Esto requiere que ellos hagan lo que están haciendo al recrearse,

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