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6 Ideas Falsa De La Globalizacion


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  11.494 Palabras (46 Páginas)  •  861 Visitas

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SEIS IDEAS FALSAS SOBRE LA GLOBALIZACION

Argumentos desde América Latina para refutar una ideología

Carlos M. Vilas

Introducción

La globalización se ha introducido en el habla cotidiana de sectores amplios de población. Aunque se trata de un fenómeno complejo cuyo conocimiento dista mucho de haberse agotado, en América Latina parece predominar la idea de que la globalización es algo extraordinariamente poderoso, que obliga a actuar a los países de la región y a su gente de un modo que no deja alternativas. Identificada generalmente con la emancipación de ataduras y rigideces del pasado, parece implicar al mismo tiempo la reducción drástica del margen de opciones públicas: hay cosas que ya no se pueden hacer, y otras que es inevitable hacer, por la globalización.

Este discurso, eufórico y determinista, se basa en un conjunto reducido de proposiciones simples que se asumen como verdades autoevidentes; el cuestionamiento de las mismas es considerado la mejor prueba de la ignorancia, estupidez incluso, de quien aventura sus dudas.

Planteadas de manera muy resumida, esas proposiciones son las siguientes:

1. La globalización es un fenómeno nuevo.

2. Se trata de un proceso homogéneo.

3. Es, asimismo, un proceso homologeneizador: gracias a la globalización todos seremos, antes o después, iguales y en particular los latinoamericanos seremos iguales en desarrollo, cultura y bienestar a nuestros vecinos del norte y de Europa.

4. La globalización conduce al progreso y al bienestar universal.

5. La globalización de la economía conduce a la globalización de la democracia.

6. La globalización acarrea la desaparición progresiva del Estado, o al menos una perdida de importancia del mismo.

En conjunto, esas proposiciones constituyen el núcleo de lo que podemos llamar la ideología de la globalización. Se trata de una ideología conservadora que encubre la realidad para inhibir la voluntad de cambiarla. Como toda ideología conservadora, enfoca selectivamente al mundo de acuerdo con una configuración de poder dada, a la que trata de preservar y consolidar. Así presenta como necesaria e inevitable una configuración contingente de la realidad, y como producto de la dinámica inmanente de la técnica lo que es en realidad producto de particulares decisiones en función de objetivos e intereses específicos. La dinámica egoísta del mercado y la búsqueda de la ganancia pecuniaria por encima de cualquier otra consideración son exaltadas como la realización de la razón y del progreso, postulando como un avance hacia la modernidad, e incluso la “posmodernidad”, lo que en muchos aspectos es un regreso a las modalidades más perversas y depredadoras del capitalismo decimonónico. El enunciado de esta ideología está acompañado generalmente de referencias ambiguas y confusas al fin de siglo y a la inminencia de nuestro ingreso en el tercer milenio. El efectismo de estas alusiones contribuye adicionalmente a confundir a la audiencia desprevenida; el impacto de perderse la oportunidad de entrar por la puerta grande de la globalización a otros mil años de historia es demasiado fuerte incluso para ponerse a pensar que ninguno de nosotros estará vivo al final del próximo siglo para contrastar, con el beneficio de la experiencia, la plausibilidad de las proposiciones que se enuncian en nombre de las próximas cien décadas.

Afortunadamente no será necesario esperar tanto. Las afirmaciones que integran esta ideología conservadora no se encuentran avaladas ni por la historia ni por la observación del presente; al contrario, cuando se las contrasta con la realidad la mayoría de ellas resulta desvirtuada, o por lo menos tan fuertemente acotada que pierde toda validez. Dicho llanamente: estas proposiciones están equivocadas. El de la globalización es un proceso, o mejor aun, un conjunto de procesos, que vienen desarrollándose con aceleraciones y desacele-raciones a lo largo de los últimos cinco siglos.

Estos procesos tienen dinámicas y ritmos desiguales, y su efecto conjunto es profundamente diferenciador tanto dentro de los espacios económicos nacio-nales y regionales, como entre las regiones del mundo. Dadas ciertas condiciones ligadas aun conjunto amplio de factores socioeconómicos, culturales y políticos, la globalización puede redundar en oportunidades de mayor bienestar social, progreso técnico y desarrollo económico, pero en otras condiciones puede generar efectos exactamente opuestos y verdaderas catástrofes.

Normalmente unos y otros efectos han estado, y siguen estando, es-trechamente relacionados. La globalización es una dimensión del proceso multisecular de expansión del capitalismo desde sus orígenes mercantiles en algunas ciudades de Europa en los siglos XIV y XV. Co-mo tal, es parte integral de un modo de organización económica y social profundamente desigualador, basado en la explotación de los seres humanos y la depredación de la naturaleza: un modo de organización social y económica que asocia el progreso de algunos con la desven-tura de muchos; el éxito con los quebrantos; la abundancia con el empobrecimiento. El debate en torno a la etapa presente de desarrollo de la globalización debe llevarse a cabo, por lo tanto, en el marco de la etapa contemporánea de desarrollo del capitalismo.

Una de las características más destacadas de enfoque eufórico y liviano de la globalización es su ahistoricidad. La globalización como proceso y la globalidad como efecto son presentadas como una especie de gigantesca e indefinida nebulosa que lo abarca todo de manera ine-luctable e irreversible y encuentra en si misma la fuente y razón de su dinámica: una verdadera entelequia (Ianni,1992; 1966a; 1996b). La actitud no es nueva y más bien parece ser un rasgo recurrente en al-gunos ámbitos intelectuales, siempre proclives al consumo indiscriminado e irreflexivo de las ofertas de la moda. El peligro de esta propensión es conocido. Hace 500 años la fascinación por la novedad de los espejitos y las cuentas de colores acarreó no pocas tribulaciones a los hospitalarios americanos; entusiasmados por los brillos y los re-flejos, no se percataron de que detrás venían los arcabuces. Ni la ig-norancia ni la ingenuidad, de las que generalmente se echa mano pa-ra explicar el engaño de entonces, pueden ser invocadas honestamente en beneficio de quienes hoy hacen gala de equivalente fascinación ligera ante las últimas novedades de la modernidad financiera.

Otra característica de la

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