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Aquella Del Cine


Enviado por   •  18 de Julio de 2011  •  955 Palabras (4 Páginas)  •  821 Visitas

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AQUELLA DEL CINE

La vi por primera vez delante de la cartelera del cine Avenida, observé que miraba con emoción, así que cuando se alejó fui a ver cual era la causa de su estado. Enseguida lo supe, Paul Newman estaba en todos los carteles mirando con su ambigua indiferencia, la que, por lo visto, le hacia tan deseado por las chicas de mi pueblo. Pero esta no era de mi pueblo, no la había visto nunca hasta ese día, y eso era imposible si hubiera vivido en Soria. ¿Quien sería?. Tenía que averiguarlo, pero mientras tanto me propuse un plan para poder hablar con ella el próximo día que la viera. No recuerdo con exactitud si yo por aquella época había escuchado ya ese aforismo que dice: "Si no puedes contra tu enemigo, alíate con él", pero eso fue precisamente lo que yo planeé, aliarme con Paul Newman. Por la noche, en la ultima sesión, cuando ya hubiera entrado todo el mundo, aprovecharía esos minutos en los que la cajera recogía sus pertenencias, para yo coger alguno de aquellos carteles de Paul Newman. No fue fácil, los nervios me dispararon el corazón y empecé a sospechar que mis latidos serían oídos hasta por los acomodadores, cogí uno, estiré y salí corriendo sin tan siquiera mirar hacia atrás, me lo metí en el pecho, poco a poco me calme, y ya en casa saboreé mi victoria.

La semana siguiente indague sobre el pasado de Blanca, que así se llamaba, y supe que era de Santa María de Huerta, que su padre era un Guardia Civil que había sido trasladado a Soria y que tenía 16 años. De todo lo demás me fui enterando yo poco a poco, pues justo una semana después de verla la conocí; mi carta de presentación fue el cartel de Paul, ¿que me podía fallar?. Con él me dirigí a ella un día en que la vi pasear sola delante del Museo, mi corazón andaba mas disparado que el día del cartel, pero tenía que hacerlo y lo hice:

-Tengo un regalo para ti que se que te va a gustar. Toma.

Lo cogió un poco extrañada, observé como su cara se emocionaba tiernamente, pensé que sin duda parte de esa emoción era por Paul, pero parte también era por mi gesto, por mi atrevimiento.

Desde ese día comenzamos a ser amigos, y a saber más de nuestras vidas, así fue como me enteré que allá por Santa María de Huerta iba a un colegio de monjas y que, un buen día, tras una confesión de pensamientos impuros, el cura la castigó, para conseguir su purificación, a rezar 100 Aves Marías arrodillada sobre unas cáscaras de nuez; cuando iba por la 50 una de las cáscaras se rompió y los restos se le incrustaron en las rodillas, ya en el dispensario y con un intenso dolor, comenzó a pensar que como era posible que sus simples pensamientos abrazando a un chico, pudieran tener semejante castigo; comenzó a perder la Fe, para comenzar a tener fe, fe con minúscula, en la vida, en la amistad.

Una tarde de invierno decidimos

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