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Aspectos Médicos De Importantes Obras Literarias


Enviado por   •  4 de Abril de 2014  •  6.306 Palabras (26 Páginas)  •  612 Visitas

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CULTURA MÉDICA

La cultura es simplemente, el conjunto de conocimientos, ideas, lenguaje, actitudes, agrupación social, la forma y costumbres de vida y hasta rituales de una sociedad, por otra parte, también hay otras formas de cultura más específicas y limitadas, por ejemplo, cultura literaria, cultura musical, entre otras.. También existe una cultura médica, que a su vez puede ser considerada en dos aspectos, uno, relativamente poco usado, comprendiendo la totalidad de los conocimientos médicos, reservado para los médicos y la gente de la medicina, los epistemólogos y los historiadores, y otro más laxo, referido al común de la gente. Esta cultura médica del común de la gente entiende el conjunto de los conocimientos que la gente, cualquiera sea el grado de sus conocimientos en general o ubicados en otras culturas en particular, posee acerca de la medicina. Estos conocimientos son extremadamente variados, y se centran principalmente en las enfermedades y los remedios.

Algunas personas poseen cierta facilidad innata para adquirirlos y razonar sobre ellos y hasta para utilizarlos acertadamente, favorecidas por el padecimiento previo de enfermedades propias o de atestiguar las de familiares, por parentesco con médicos, o influidos por la difusión mediática ejercida por el periodismo, los anuncios propagandísticos de las firmas farmacéuticas, y los prospectos que acompañan a los medicamentos en sus envases. Esta cultura médica se ve favorecida en personas cuya relación con la medicina es de simpatía y benevolencia; en caso contrario se facilita la hostilidad, la deformación y la ignorancia. Los conocimientos integrativos de esta cultura médica no son fáciles de enumerar, sus límites, profundidad y exactitud son inciertos, su enunciado es confuso y con frecuencia van teñidos por el sentimiento y la emotividad.

En realidad, la cultura médica abarca mucho más que las enfermedades y los remedios, extendiéndose más allá de ellos, directa o indirectamente, incluyendo la enseñanza universitaria, la actividad médica como ciencia y como arte, los hospitales, las especialidades médicas, las investigaciones y las instituciones donde se cumplen, los grandes problemas aún no resueltos, el alto costo de la medicina moderna, las enfermedades endémicas, las enfermedades de transmisión sexual, las vacunas, las nuevas enfermedades, las dificultades para extender la aplicación de medicamentos y tecnologías terapéuticas y de diagnóstico de alto costo, el trasplante de órganos, la terapia génica, la fertilización asistida, los efectos nocivos del tabaco, el alcoholismo y las drogas, la anticoncepción, el aborto, la mortalidad infantil, el hambre, la obesidad, el cumplimiento de la voluntad definitiva en los enfermos terminales, y también la ética médica y todas sus derivaciones, incluida la clonación, y choques con otras culturas... Esta desordenada enumeración de situaciones tan dispares, algunas triviales, otras de enorme magnitud, resulta permisivamente desordenada porque no existen reglas para ordenarlas, pues su ordenamiento dependería del lugar y de las circunstancias. Muestra la amplitud de los múltiples puntos que la cultura médica debiera incluir, sin disponer para su enseñanza de una escuela, un colegio, un instituto ni una universidad donde impartirla. Tampoco se apoya en un programa ni en un método pedagógico.

Donde la cultura médica del común de la gente puede prestar su mejor servicio, es en la relación entre el médico y su paciente, y viceversa. Antes esta relación era preponderantemente paternalista, el médico preguntaba, explicaba, ordenaba... el paciente contaba, se dolía, escuchaba, contestaba, preguntaba -en general poco-, cumplía lo ordenado, o no cumplía. Hoy, el enfermo, cualquiera sea la amplitud de sus conocimientos, ejerce su derecho a preguntar cosas que antes no preguntaba, a aceptar o rechazar la propuesta del médico, y acorde con su cultura, a discutir no sólo el tratamiento propuesto sino también el diagnóstico, y hasta la etiología y la naturaleza de su enfermedad. Esta plática antes el médico la podía eludir con su silencio o un leve mugido. La armonía y el provecho de este diálogo hoy inevitable, es favorecido no sólo por la cultura médica poseída por el paciente, sino también por los nuevos hábitos y obligaciones médico-sociales respirados por la sociedad.

La implosión del Internet en el campo de la medicina permite la difusión de la información en una medida en la que antes no se habría soñado. Sin embargo, una indiscriminada difusión de referencias sobre enfermedades, enfermos individualizados y remedios, no siempre resultará benéfica, pues un exceso de información sin el suficiente conocimiento y razonamiento de cómo usarla y combinarla, lleva a la confusión, y es allí donde la cultura médica significa el buen uso del notable avance tecnológico proporcionado por el Internet.

Con los tiempos las cosas se complican. Antes, en caso de enfermedad, en general sólo contaban en cuanto al reparto de la representación, el paciente y el médico, hoy en este no fácil proceso intervienen a veces preponderantemente, las obras sociales y las organizaciones privadas de asistencia médica, con todas sus complicaciones contractuales. También es cierto, y se ven fácilmente, los esfuerzos orientados por las autoridades sanitarias y difundidos por los medios de comunicación, ya sea en forma permanente o en campañas selectivas de información en la perspectiva de riesgos ocasionales. Algunos diarios y revistas publican en forma permanente una sección dedicada a la salud, generalmente redactada por periodistas no médicos especializados en temas médicos, presentados en forma fácilmente accesible para cualquier tipo de lector y cuya eficacia es indudable, aun pecando de dogmática o excesivamente optimista.

Cambiando la extensión de sus dominios, hoy, la relación médico-paciente se ha extendido a una relación hombre-medicina moderna. Un aspecto que no se debiera eludir al hablar de esta cultura médica se refiere a las dos clases de medicina que desde antiguo se disputan el dominio del tratamiento: la medicina ortodoxa, o si se quiere «oficial», enseñada en la universidad y aceptada por todos, y la medicina marginal, preconizada por grupos diferenciados y guiada por sus propios principios y tecnología, incluyendo la homeopatía, la acupuntura, la quiropraxia, entre otras. Lo lógico pareciera ser que la gente supiera cuáles de estos procedimientos son aceptables y su real eficacia. La situación se complica por la tendencia a la rehabilitación de algunos de estos procedimientos, que pasaron de marginales a paralelos o complementarios, o por lo menos, a someterlos a un reexamen crítico, empresa en la que están empeñados

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