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Austin Emisiones Realizativas


Enviado por   •  5 de Marzo de 2014  •  1.658 Palabras (7 Páginas)  •  980 Visitas

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Austin, J.L., “Emisiones realizativas”, en Valdés Villanueva, L.M. (comp.)

(2000), Los caminos del significado, Tecnos, pp. 419-423.

Tienen ustedes más que derecho a no saber lo que significa la palabra «realizativo». Es una

palabra nueva y una palabra fea, y acaso no signifique nada demasiado. Pero en cualquier

caso hay algo en su favor, que no es una palabra profunda. Recuerdo que una vez, cuando yo

había hablado de este tema, alguien dijo después: «Sabes, no tengo la menor idea de lo que

quiere decir, a menos que pudiera ser que simplemente quiera decir lo que dice.» Pues bien,

esto es lo que me gustaría querer decir.

Consideremos primero cómo surge este asunto. No tenemos que retroceder muy lejos en la

historia de la filosofía para encontrar filósofos dando por sentado como algo más o menos

natural que la única ocupación, la única ocupación interesante, de cualquier emisión -es decir,

de cualquier cosa que decimos es ser verdadera o al menos falsa. Naturalmente, siempre han

sabido que hay otros tipos de cosas que decimos -cosas como imperativos, las expresiones de

deseos, y exclamaciones algunas de las cuales han incluso sido clasificadas por los

gramáticos, aunque tal vez no era demasiado fácil decir siempre cuál era cuál. Pero, con todo,

los filósofos han dado por sentado que las unicas cosas en las que están interesados son las

emisiones que registran hechos o que describen situaciones con verdad o con falsedad. En los

tiempos recientes este tipo de postura ha sido puesto en duda---en dos etapas, creo yo . Lo

primero de todo la gente comenzó a decir: «Está bien, si estas cosas son verdaderas o falsas

debe ser posible decidir qué son, y si no podemos decidir qué son no son nada buenas sino

que son, en resumen, sinsentidos.» Y esta nueva postura hizo muchísimo bien; una gran

cantidad de cosas que probablemente son sinsentidos se descubrieron como tales, Sin

embargo, no creo que sea cierto que se hayan clasificado adecuadamente todos los tipos de

sinsentido, y tal vez algunas cosas que han sido rechazadas por sinsentidos no lo sean

realmente; pero con todo este movimiento, el movimiento verificacionista, fue, a su manera,

excelente.

Con todo, llegamos entonces a la segunda etapa. Después de todo, ponemos unos límites a la

cantidad de sinsentido que decimos, o al menos a la cantidad de sinsentido que estamos

dispuestos a admitir que decimos; y así la gente comenzó a preguntarse si después de todo

algunas de las cosas que, tratadas como enunciados, estaban en peligro de ser rechazadas

como sinsentidos fueron después de todo realmente propuestas como enunciados. ¿No

podrían tal vez no pretender registrar hechos sino influir en la gente de esta o aquella manera,

o dar rienda suelta a las emociones de esta o aquella manera? O tal vez en cualquier caso

algunos elementos de estas emisiones realizaban esas funciones, o, por ejemplo, llamaban la

atención de alguna forma (sin registrarlo efectivamente) hacia algún rasgo importante de las

circunstancias en que la emisión se hacía. Sobre estas líneas la gente ha adoptado ahora un

nuevo eslogan, el eslogan de los «diferentes usos del lenguaje». La vieja postura, la vieja

postura enunciativa, es incluso llamada a veces una falacia, la falacia descriptiva.

Ciertamente hay una gran cantidad de usos del lenguaje. Es más bien una pena el que la gente

tienda a invocar un nuevo uso del lenguaje siempre que se sienten inclinados a hacerlo, para

que les ayude a salir de este, de aquel o del otro bien conocido enredo filosófico; necesitamos

más de un entramado en el que discutir estos usos del lenguaje: y también creo que no

debiéramos desesperarnos tan fácilmente y hablar, como tiende a hacer la gente, de los

infinitos usos del lenguaje. Los filósofos hacen esto cuando han enumerado tantos como,

digamos, diecisiete: pero incluso si hubiese unos diez mil usos del lenguaje, seguro que

podríamos enumerarlos todos con tiempo. Esto, después de todo, no es mayor que el número de especies de escarabajo que los entomólogos se han tornado la molestia de enumerar. Pero

sean cuales fueren los defectos de cualquiera de ambos movimientos —el movimiento

«verificacionista» o el movimiento del «uso del lenguaje»—, en cualquier caso han dado

lugar, nadie podría negarlo, a una gran revolución en filosofía y, dirían muchos, la más

saludable en su historia. (Una pretensión, si se paran a pensarlo, no muy inmodesta.)

Pues bien, es una de esas suertes de uso del lenguaje la que quiero examinar aquí. Quiero

discutir un tipo de emisión que parece un enunciado y supongo que gramaticalmente sería

clasificada como un enunciado que no es carente de sentido, y sin embargo no es verdadera o

falsa. Estas no van a ser emisiones que contienen verbos curiosos como «pudo» o «podría», o

palabras curiosas como «bueno», que muchos filósofos consideran hoy en día sencillamente

como señales peligrosas. Serán emisiones perfectamente claras, con verbos corrientes en

primera persona del singular del presente de indicativo de la voz activa, y no obstante

veremos de inmediato que

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