Autonomía En Los Profesores

¿Existen las condiciones necesarias para que los profesores y profesoras adquieran autonomía e identidad?

El cuestionamiento que motiva esta pregunta surge desde mi práctica docente como profesora de aula en una pequeña ciudad de Chile. Sin embargo, el intercambio de experiencia con otros profesores y profesoras y algunas lecturas me demuestran que la situación es similar en diversas partes del planeta.

Desde lo más general, me referiré a la tendencia política actual que rige la mayoría de los sistemas educativos del mundo. La concepción neoliberal está transformando la educación en un bien de consumo, sometida a los designios del mercado. Citando a Torres (2001) “En una reestructuración del capital tan importante es obvio que el sistema educativo también va a verse afectado. Hasta el punto de que ya se puede hablar de que está siendo sometido a casi las mismas reglas que rigen en la esfera de la producción y del comercio”. Al parecer comprender la educación como un derecho para todas las personas es casi una utopía romántica o, peor aún, es un acto “revolucionario”. Algunos profesores, lamentablemente, avalan esta concepción capitalista, convirtiéndose en reproductores del modelo, amparando con sus acciones la discriminación, el clasismo y la intolerancia, en una suerte de “Apartheid educativo”, Grupo J. D. Gómez Rojas (2013).

Otra situación que nos obstaculiza en este proceso de búsqueda de nuestra identidad y autonomía, es la escasa cultura que poseen algunos de nuestros profesores y profesoras, en el sentido más amplio de la palabra. La poca motivación hacia el estudio, la investigación, la reflexión, el análisis crítico, los aleja de ser un referente para sus alumnos/as, pero además les impide entender la complejidad de la historia y la sociedad. Un profesor sin opinión se aleja de su función de gestor social, de transformador.

Por último, otra dificultad, para mí muy preocupante, es la falta de vocación de algunos profesores/as, la carencia de amor con que tratan a sus educandos o a las familias, la poca rigurosidad con la que realizan su trabajo académico. Esta carencia de compromiso los hace actuar como seres individualistas, que no toman conciencia de la gran labor que debe ejercer el educador. No pretendo ser negativa o designar la educación, especialmente la pública, como destinada al fracaso, pero sí pretendo develar una problemática de manera real y cruda, para colaborar con aquellos que creen que otra educación y otra sociedad es posible.

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