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Barbarie Y Civilizacion


Enviado por   •  14 de Septiembre de 2013  •  8.278 Palabras (34 Páginas)  •  334 Visitas

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IX. BARBARIE Y CIVILIZACIÓN

Ya hemos seguido el curso de la disolución de la gens en los tres grandes ejemplos particulares de griegos, romanos y germanos. Para concluir, investiguemos las condiciones económicas generales que en el estadio superior de la barbarie minaban ya la organización gentilicia de la sociedad y la hicieron desaparecer con la entrada en escena de la civilización. El capital de Marx nos será tan necesario aquí como el libro de Morgan.

Nacida en el estadio medio del salvajismo y desarrollada en su estadio superior, la gens alcanzó su esplendor en el estadio inferior de la barbarie, según juzgamos a tenor de los documentos disponibles.

Por tanto, este grado de evolución es el que tomaremos como punto de partida.

En él, donde los pieles rojas de América nos sirven de ejemplo, encontramos completamente desarrollada la constitución gentilicia.

Una tribu se divide en varias gens, por lo común en dos. Al aumentar la población, cada una de estas gens primitivas se segmenta en varias gens hijas, para las cuales la gens madre aparece como fratría; la tribu misma se subdivide en varias tribus, donde en la mayoría de los casos encontramos las antiguas gens; una confederación, por lo menos en ciertas ocasiones, enlaza a las tribus emparentadas. Esta sencilla organización responde por completo a las condiciones sociales que la han engendrado. No es más que un agrupamiento espontáneo apto para allanar todos los conflictos que puedan nacer en el seno de una sociedad así organizada. Los conflictos exteriores los resuelve la guerra, que puede acabar en la aniquilación de la tribu, pero no en su sometimiento. La grandeza del régimen de la gens, pero también su limitación, es que en ella no tienen cabida la dominación ni la servidumbre. En su seno no existe aún diferencia entre derechos y deberes. Para el indio no existe el problema de saber si es un derecho o un deber tomar parte en los asuntos sociales, sumarse a una venganza de sangre o aceptar una compensación; el planteárselo le parecería tan absurdo como preguntarse si comer, dormir o cazar es un deber o un derecho. Tampoco puede haber división de la tribu o de la gens en clases distintas. Y esto nos conduce al examen de la base económica de este orden de cosas.

La densidad de población es en extremo baja. Sólo es alta en el lugar de asentamiento de la tribu, alrededor del cual se extiende, en vasto círculo, el territorio de caza; luego viene la zona neutral de bosque protector que la separa de otras tribus. La división del trabajo es totalmente espontánea: sólo existe entre los dos sexos. El hombre caza y pesca, va a la guerra, procura los alimentos y produce los objetos necesarios para dicho propósito. La mujer cuida de la casa, prepara la comida y hace los vestidos. Cada uno es el amo en su dominio: el hombre, en el bosque; la mujer, en la casa. Cada uno es el propietario de los instrumentos que elabora y usa: el hombre, de sus armas y pertrechos de caza y pesca; la mujer, de sus utensilios caseros. La economía doméstica es comunista, común para varias familias, y a menudo para muchas.

Lo que se hace y utiliza en común es de propiedad común: la casa, el huerto, la canoa. Por tanto, aquí, y solamente aquí, existe todavía realmente “la propiedad fruto del trabajo personal” que los jurisconsultos y los economistas atribuyen falsamente a la sociedad civilizada y que es el último subterfugio jurídico en el cual se apoya hoy la propiedad capitalista.

Pero no en todas partes permanecieron los hombres en esta etapa.

En Asia encontraron animales que primero se dejaron domesticar y después criar. Antes había que ir de caza para apoderarse de la hembra del búfalo salvaje; ahora, domesticada, esta hembra suministraba cada año una cría y, por añadidura, leche. Ciertas tribus de las más adelantadas (los arios, los semitas y quizás los turanios93) hicieron de la domesticación y después de la cría y cuidado del ganado su principal ocupación. Las tribus de pastores se destacaron del resto de la masa de bárbaros. Ésta fue la primera gran división social del trabajo. Las tribus pastoriles no sólo produjeron más medios de vida que el resto de los bárbaros, sino también una mayor diversidad de productos.

Tenían sobre ellos la ventaja de poseer más leche, productos lácteos y carne; además disponían de pieles, lana, pelo de cabra, así como de hilos y tejidos, que se fueron haciendo más habituales según aumentaba la cantidad de materia prima. Así fue posible, por primera vez, establecer un intercambio regular de productos. En los estadios anteriores sólo puede haber intercambios ocasionales. Verdad es que una particular habilidad en la fabricación de armas e instrumentos puede producir una división transitoria del trabajo. Así, en muchos sitios se han encontrado restos de talleres para fabricar instrumentos de sílice, datados en los últimos tiempos de la Edad de Piedra. Los artífices que ejercitaban en ellos su habilidad debieron de trabajar por cuenta de la colectividad, como todavía hacen los artesanos en las comunidades gentilicias de la India. En todo caso, en esta fase del desarrollo sólo podía haber intercambio en el seno mismo de la tribu, e incluso esto con carácter excepcional. Pero cuando las tribus pastoriles se separaron del resto de los salvajes, encontramos enteramente formadas las condiciones necesarias para el intercambio entre miembros de tribus diferentes y para el desarrollo y consolidación del intercambio como un fenómeno regular. Al principio, el intercambio se hizo entre tribus, por mediación de los jefes de las gens. Pero cuando los rebaños empezaron poco a poco a ser propiedad privada, el intercambio entre individuos fue predominando más y más, y acabó por ser la única forma. El principal artículo que las tribus de pastores ofrecían a sus vecinos era el ganado, que llegó a ser la mercancía que servía como patrón de valoración de todas las demás y era aceptado con mucho gusto en todas partes a cambio de ellas. En resumen, el ganado desempeñó la función del dinero y sirvió como tal ya en aquella época. Con esa rapidez y precisión se desarrolló, desde el comienzo mismo del intercambio de mercancías, la necesidad de una mercancía que sirviese de dinero.

El cultivo en huertos, probablemente desconocido para los bárbaros asiáticos del estadio inferior, apareció entre ellos mucho más tarde, en el estadio medio, como precursor de la agricultura. El clima de las mesetas turanias no permite la vida pastoril sin provisiones de forraje para una larga y rigurosa invernada. Así pues, el cultivo pratense y cerealista era allí una condición esencial. Lo mismo puede decirse de las estepas situadas

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