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EL PSICOANÁLISIS Y EL MAESTRO


Enviado por   •  8 de Mayo de 2014  •  1.806 Palabras (8 Páginas)  •  205 Visitas

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La obra del maestro no se haya confinada a un impartir el conocimiento de determinados hechos y habilidades. Los famosos educadores del pasado han abrigado el propósito de convencer a los maestros de que el propio niño debe ser el centro del proceso educativo.

John Dewey se propuso convencer a los maestros de la importancia del estudio del desarrollo de los seres humanos y mostrar la valiosa tarea que le corresponde a la escuela en este proceso tendiente a convencer a muchos acerca de la profundidad de su enfoque, y con su influencia se realizaron los mayores avances en nuestra comprensión de que, a fin de tener éxito, la enseñanza debe planearse con referencia al niño y sus interese. Este enfoque al que llego a través del psicoanálisis concuerda con sus aplicaciones prácticas. La contribución especial del psicoanálisis a la comprensión de los seres humanos se basa en el hecho de que enfoca el estudio de sus conductas simultáneamente desde distintos ángulos: el genérico, el histórico y el dinámico y por el propósito de hallar conexiones causales entre los mismos. No sólo subraya el hecho de que en cierta situación el individuo reacciona repetidamente de la misma manera, sino que trata de explicar por qué éste se ve forzado a proceder así. Gracias a este enfoque, el psicoanálisis puede contribuir a la educación; el mismo permite que el maestro se ocupe de la educación del niño con una mayor comprensión, vinculando entre sí pasado, presente y futuro.

El maestro que ejerce su profesión en la actualidad, aporta consigo y halla numerosas ideas aceptadas por sus maestros, colegas y padres de los niños. Dichas ideas, si bien no llevan la etiqueta del psicoanálisis, pueden remitirse a los descubrimientos de Freud: existen urgencias en el niño que deben conocerse y respetarse, y que pueden transformarse gradualmente; en segundo lugar, que en él existen emociones conflictivas, emociones de amor y odio. Éstos son dos ejemplos de la nueva luz arrojada sobre los niños y la educación, cuya importancia es el más considerable.

Anteriormente la infancia se veía como una fase de inocencia y felicidad, y se trataba de mantener dicho estado hasta la madurez. Siempre que se producían manifestaciones de instintos y de intensos sentimientos negativos, las mismas se consideraban como signos peligrosos y se combatían y suprimían por una estricta prohibición. El psicoanálisis ha revolucionado el enfoque con que se veía a los niños y, por consiguiente, la educación. El intenso shock que produjeron los descubrimientos de Freud al principio es bien conocido; la resistencia en contra de los hechos del inconsciente, y de la sexualidad infantil en particular, hizo lenta la aceptación del psicoanálisis - e imposible para muchos -. El proceso no se aceleró por los primeros experimentos de aplicación directa de sus hallazgos por los padres y educadores; los mismos habían esperado que al suprimir prohibiciones externas de la vida del niño que conducen a temores y conflictos, se evitará el camino para evitar la neurosis. Se defendió la libertad para la satisfacción de los deseos más urgentes del niño, sin tener en cuenta la naturaleza de éstos y la edad del niño. La voracidad la suciedad y la abierta conducta sexual recibieron una aprobación total por parte de estos experimentos. La autoridad fue abandonada en gran medida. Los mayores trataron de tolerar la conducta de los niños con un mínimo de intervención. No es sorprendente que los resultados hayan sido de lo más desalentadores. Los niños se pusieron ansiosos, fueron incapaces de soportar tensiones y hallar satisfacción en actividades que requerían esfuerzos. El mundo exterior representado por educador suministraba una ayuda muy escasa en la difícil tarea de dominar sus urgencias y en la ansiedad provocada por ellas.

La gratificación de instintos – aceptada sin tener en cuenta su naturaleza y la edad del niño, y la falta de orientación por parte del maestro – no pueden conducir a la salud mental. La necesidad de tener a un adulto como modelo, como superyó externo, que no actué mediante el temor, sino por su intervención firme y amistosa, mientras el niño es aún incapaz de controlar las pasiones que surgen en su interior, ha sido expresada por todos los psicoanalistas que se han ocupado por sí mismos de los niños. La tarea del educador requiere una lenta modificación, no una supresión brusca o una falta total de apoyo.

Libertad de expresión, actividad y creatividad, cada una de estas palabras se refiere a la existencia de fuerzas dentro del niño. Se considera que la tarea del maestro consiste en suministrar un marco dentro del cual estas puedan hallar expresión y ser utilizadas en el proceso de desarrollo de la personalidad en su conjunto, y en adquirir un conocimiento acerca del mundo exterior.

El comprender que el aprendizaje del niño está estrechamente vinculado a su relación con el maestro y constituye uno de los elementos de ésta, surge de nuestra comprensión de sus primeras necesidades en relación con sus padres.

Freund retrotrae su mirada a sus propios días escolares a la luz de sus descubrimientos. Atribuye un papel principal al maestro como aquel que puede “abrir o cerrar el camino al conocimiento y al goce del mismo”. Se refiere al hecho de que la intensa emoción constituye un serio obstáculo para la enseñanza.

La preocupación del maestro siempre ha sido la de lograr una situación en la clase

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