El Arte Y Los Artistas

Gombrich empieza haciendo referencia al arte como una palabra que no tiene un concepto definido, más bien tiene un significado basado al contexto histórico, y por lo tanto menciona que no existe el arte, tan solo los artistas. El Arte (con mayúsculas) no existe, es un fantasma o un ídolo, es una idealización que tiene la gente la cual genera confusión.

Los gustos personales influyen a la hora de apreciar una obra, ya que cuando nos gusta algo es, generalmente, porque nos trae buenos recuerdos y experiencias sobre una situación o un lugar específico. Con los gratos recuerdos generados, decimos que una obra nos es agradable a la vista y es bella. En cambio, si vemos una obra que se nos hace repugnante por un recuerdo negativo nos inclinamos a rechazarla. Olvidamos todo el contexto detrás de la obra y afirmamos que no es bella.

Gombrich utiliza como ejemplo una obra de Rubens y otra de Durero para clarificar lo anterior. En su obra, Rubens retrata a su hijo con gran habilidad y delicadeza, lo cual causa que las personas tiendan a juzgarlo como bello. Por otro lado, Durero retrata a su madre (igualmente con gran técnica) reflejando su vejez y decrepitud; esto puede causar que las personas aparten su mirada de la obra. Tendemos a aceptar temas bonitos y atractivos en obras y rechazar aquellos menos agradables. Seguramente Durero pintó a su madre con el mismo amor y cariño que Rubens a su hijo, sin embargo la obra del alemán repugnó a más gente por la apariencia desagradable. La gente no toma en cuenta el bello sentimiento de amor que sintió Durero hacia sus seres queridos a la hora de realizar la obra. Por lo tanto, es importante juzgar sin prejuicios para poder apreciar una obra. No hay mayor obstáculo para gozar de las grandes obras de arte que nuestro rechazo al despojo de costumbres y prejuicios.

Algo que hace que nos guste o no una obra es la expresión del personaje. Gombrich pone el ejemplo de la obra Guido Reni, la cual es una cabeza de Cristo en la cruz. Aunque presenta una expresión de dolor y sufrimiento, la gente se siente identificada con este sentimiento y la valora como una obra maestra.

Gombrich toca el tema de cuando se critica una obra por estar “fuera de la realidad”, es decir, por no pintar las cosas como aparecen ante nuestros ojos, ya que es así como nos lo han inculcado desde niños. Se debe de conocer los motivos por los cuales el autor realizó la obra, de esa manera podemos decir cualquier apreciación sobre la misma. Asimismo, se debe ser abierto para descubrir detalles que pueden ser ocultados por los mismos prejuicios que tenemos, pues no nos permiten tener una experiencia completa. Observar un cuadro con los ojos limpios y aventurarse en un viaje de descubrimiento es una tarea difícil, pero también mucho mejor recompensada

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