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“El Despertar de la realidad”


Enviado por   •  11 de Abril de 2016  •  Trabajos  •  3.771 Palabras (16 Páginas)  •  349 Visitas

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“El Despertar de la realidad”

Se dice que en lo más profundo de los sueños hay personas que se encargan de estas, guardianes de aquellas ilusiones de tus subconsciente, las personas que cuidad de ti para que la oscuridad no predomine en estos, está es la historia de Anarea una pequeña niña imperactiva que no necesitaba de aquellos guardianes de sueños, sino guardianes de su alma.

La pequeña chica se levantó cómo cada mañana tallando sus ojos y esbozando un bostezo involuntariamente, sus lisos rubios caían sobre su faz mientras  acostumbraba sus pupilas a los rayos de luz que entraban por la ventana, se levantó como todos los días yendo directo al cuarto de baño para comenzar su rutina. Se duchó, vistió e hizo su higiene personal para luego bajar a desayunar, su abuela ahora tutora le sirvió su desayuno.

  • Vamos pequeña, almuerza rápido que perderás la cita. –dijo en tono amable pero sin quitarse autoridad ante la menor, está a su vez asintió con una sonrisa y comió todo lo de su plato bebiendo un jugo de frutilla para terminar, salió del departamento y tomó el taxi que la esperaba.
  • A La Agencia de abogados de Wemblitch, por favor... –dijo la pequeña entregando su boleto al conductor el cual siguió indicaciones hasta llegar a aquel edificio el cual ante la altura de la menor parecía sin fin.

                                                                           **

-Buenos días, Tengo una cita con el abogado Frank, señorita Fredus. –saludo indicando a la recepcionista el motivo de su llegada, como ya era costumbre la niña que vestía un incómodo abrigo de lana y una bufanda de color carmín, el cual resaltaba sus hermosos y grandes ojos verdes, camino hasta al ascensor acompañada de la adulta hasta llegar al despacho.

Frente a sus ojos se encontraba aquél señor, formal a la vestida vistiendo un traje negro y blanco con una corbata al mismo tono de la bufanda de la menor, esto le recordaba a la a pequeña aquellas veces en las que veía documentales de pingüinos lo cual le hizo esbozar una pequeña sonrisa mostrando una hilera de perfectos dientes blancos. Los ojos del mayor se posaron sobre la pequeña con los labios en línea recta al notar como la recepcionista abandonaba la habitación. –Sí, reserve una cita para hablar con mi padre, según mis abuelos hoy es mi día. –inquirió la pequeña en tono infantil mostrando un papel al adulto que se encontraba frente él, el cual esbozo una sonrisa.

Anarea, tienes que esperar tu turno, no debes interrumpir mi trabajo –dijo Frank, el cual se levantó de su silla y tomo el papel de la frágil mano de la menor. – Me quedaré con esto, no tengo tiempo para juegos hoy.

La niña hizo una mueca ante el comentario y negó. – Tengo una cita, así que cancela las otras, tengo el día con mi padre. –repitió una y otra vez haciendo un típico “Berrinche”, lo que al padre le frustró y llamó por teléfono a la tutora legal de la pequeña, su abuela. –Sí... comuníqueme con Adela Jhonson, dígale que su pequeña nieta se encuentra interrumpiendo una futura junta judicial, que la llevaré a casa de inmediato. –la niña al escuchar esto hizo una mueca y sus ojos se le cristalizaron.

                                                -Mamá no lo aceptaría. –susurró con los ojos tornándose en lágrimas.

  • Mamá, ya no está aquí. – inquirió el padre con seriedad.

A Frank le dolía que mencionarán a Andrea, su difunta esposa, la cual había muerto en un accidente mientras él estaba trabajando, esté se culpaba ante el accidente...

Saliendo de sus pensamientos la niña azotó la puerta corriendo hasta el pasillo, lo cual le hizo gruñir a Frank y salir tras ella.

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-¡Anarea es hora de dormir! –dijo la Abuela, Adela mientras está se encontraba en la cocina bebiendo un té para su insomnio, la pequeña le gritó en respuesta un “Si ya voy” mientras jugaba en su habitación, cayendo la oscuridad la pequeña apagó las luces y siguió jugando bajo la luz de la luna.

Una silueta blanca que reflejaba luz admiraba el juego de la pequeña sonriendo, esperando para velar y proteger sus sueños, Myranda, la “Guerrero” de los Guardianes de sueños se encontraba ahí como cada noche para velar la inocencia, sueños y alegría de la pequeña Anarea.

-Ojalá y no estés jugando pequeña... –dijo divertida la Abuela mientras vigilaba fuera de la puerta el ruido del “juego” de la pequeña.

-Prr… ah... prr… *Zzzz* -fingía roncar Anarea mientras jugaba, lo cual a Myranda le causó gracia soltando una risa discreta la cual ninguna pudo escuchar.

-Buen intento, haz mejorado tu ronquido pero debes descansar Linda. –río la abuela mientras Anarea resignada se recostó en la cama y se cubrió con las sábanas, Adela se dirigió hacía su habitación a dormir.

-Mientras la pequeña intentaba dormir, Myranda vigilaba su faz; Serena y tierna a la vista, dejando ver aquellas arrugas que se marcaban en su nariz al recargar su mejilla en la almohada, y finalmente quedar profundamente dormida luego de un rato.

-“Bueno, ya es Hora... “–sonrió miranda divisando la oleada de polvo dorado sobre la cabeza de la pequeña, tal como una Aureola Boreal que enseñaba las múltiples bellezas del universo, pero en vez de estás eran cosas simples, sin dejar de ser hermosas como un caballo en trote de primavera y el rocío bañando las flores de primavera, pero hubo un sueño, uno en particular.

La pequeña se encontraba en aquella casa de campo con su padre, jugando a los guerreros mientras corrían por el verde campo, Frank se notaba distinto sin aquellas marcas violáceas que hacían enfermar su rostro, sin ese aspecto tan formal al que ya se había acostumbrado la pequeña Anarea, y está misma sonreía  y reía sin parar en los cálidos brazos que la rodeaban en dulces y Paternales abrazos.

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En ese momento su sueño oscureció y pasó al recuerdo en donde su padre le arrebataba su “ticket” de cita y la mandaba de vuelta a casa, la oscuridad invadió la habitación trastornando la dulce cara de la pequeña  de una sonrisa a una mueca de dolor y confusión. Myranda al darse cuenta de esto desenfundo su bastón y miró por la ventana, era uno de los contrarios aquellos que en lugar de dar sueños y alegría enviciaba con problemas, tecnología y males. En la oscuridad se divisó un señor un tanto mayor con una toga que apenas lograba divisar su Cara, él vestía de harapos y se dirigía no sólo a la casa, sino a la habitación de la pequeña.

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