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El Juguete Rabioso


Enviado por   •  31 de Agosto de 2013  •  1.431 Palabras (6 Páginas)  •  522 Visitas

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EL JUGUETE RABIOSO*

“Cuando pienso en las infinitas posibilidades humanas para jugar, estoy seguro de dos cosas. La primera es que, tal vez, haya juegos listos para ser jugados en el mundo como estrellas que nacen y brillan en todo el universo. La segunda es que, tratándose del juego, nunca está dicha ni escrita la última palabra como ocurre con el universo”.

Por Daniel Naveiras

La cultura humana nos da pero también nos quita, nos limita en pos de darnos algo para continuar siendo cultura. Por eso, el juego es parte de ese algo, el regalo de un juguete o el equivalente a uno. Tal vez, el más preciado o esperado del contexto donde vive la persona o donde cree vivir. Ahí la maquinaria cultural (1) lo moldea en el mercado de las libertades para jugar, para aprender y, en ese ejercicio, “aprender a jugar”. En otras palabras, pero no menos importantes, el ser humano como mamífero y en especial, como “homo sapiens” aprende cuando juega; en particular, no importa lo que aprenda, jugará para concretar situaciones reales o fantasiosas del afuera para equilibrar su adentro personal y social. Ese equilibrio, entre el afuera y el adentro, lo ejercita placenteramente desde la relación juego-jugar con la principal capacidad del ser humano, la de aprender, dejar de hacerlo implicaría un corte con el afuera y consigo mismo. Esta relación entonces se explica al revés, es decir, como se aprende se juega con muchos juguetes que la cultura tiene en vidriera.

El juguete cultural es consecuencia de un apotegma que plantea al juego (el juguete cultural) como: “un medio para un fin”; es en este regalo, como “medio para un fin” que está implícita la libertad de jugar para aprender, por ejemplo: a utilizar su cuerpo, a moverlo para que se ponga en función de la intención subjetiva, activando sus cualidades físicas, la acomodación a los miedos, a la superación de sí mismo y de aquello que lo afecta, a enfrentarse con las necesidades de nuevos conocimientos, aprender de manera central a descubrir en el “otro”: rasgos comunes, cosas para compartir que a todos les gusta. Aquí interactúan sabiamente familia, barrio y escuela, si no hay una presencia endocultural (2) que rompa este equilibrio.

El juguete cultural estimula y amplía el intercambio en común, favoreciendo al aprendizaje social al involucrar la conducta del “otro” y, a la vez, la de él mismo al observar el accionar del “otro”. La identificación de rasgos comunes entre sus compañeros al estar registrando su mundo exterior de otra manera, desde una apertura diferencial que permite una mayor conciencia de él y del “otro”, es decir, gana un mayor registro del “otro” para que en definitiva favorezca la socialización de niños/as y jóvenes. Por tanto, a esta situación la podemos llamar flexibilidad y se caracteriza en la infancia y la adolescencia, fundamentalmente, por:

a) Su flexibilidad autónoma, pues puede ser utilizado primeramente por el placer que este promueve con el sólo hecho de realizarlo ó, en segundo lugar, para resolver problemas y situaciones conflictivas personales no elaboradas, que en los jóvenes, suelen presentarse, pues su capacidad simbólica esta obstaculizada, finalmente, a miedos que exceden el “yo” de la persona en la infancia.

b) Su flexibilidad educativa, pues puede ser utilizado por diferentes instituciones (la principal es la escuela) con intencionalidad pedagógica.

Con este “juguete” (juego) y su flexibilidad, “logramos proyectarnos durante la difícil tarea de crecer, pero,… ¿por qué? Porque “el fin comienza a ser más importante que el medio”, es decir, que el juguete (juego), ahora está en función del fin, colaborando directamente en la construcción y desarrollo de la persona. Sin embargo, no tardará en invertirse esta relación y, entonces, el medio (juego como juguete) será más importante que el fin y estará suficientemente moldeado para seguir un solo camino, el correspondiente al campo de la enseñanza. El punto de inflexión de este juguete cultural, aparece cuando se quiere forzar esta inversión (cultural), entonces se vuelve rabioso y muerde cuando se lo utiliza para otro cometido que no sea aquel para el cual originalmente la cultura lo había moldeado y etiquetado. El fin es más limitado, entonces quizás sea más justo decir: que es profundamente limitado, puesto que solo lo que se aprende en el terreno escolar o formal justifica

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