El artículo 36 de la Ley 1333

El artículo 36 de la Ley 1333 de Medio Ambiente del Estado boliviano señala: “El agua en todos sus estados es de dominio originario del Estado y constituye un recurso natural para todos los procesos vitales; su utilización tiene relación e impacto en todos los sectores vinculados al desarrollo; por lo que su protección y conservación es tarea fundamental del Estado y la sociedad”.

Resulta sorprendente, pero el país en pleno siglo XXI no cuenta con una Ley de Aguas y la más reciente data de 1906. Durante el año 1998 se hizo el intento para aprobar una nueva Ley de Aguas; el resultado fue un fracaso rotundo, pues lo único que generó fueron conflictos sociales de magnitud con los campesinos y comunidades originarias porque no se los tomaba en cuenta y además se violaba todos sus usos y costumbres ancestrales de acceso a este recurso y desde entonces la cosa no ha pasado de buenas intenciones basadas en propuestas y más propuestas que se quedan en el papel.

Bolivia es uno de los países en América Latina que posee una de las mejores reservas acuíferas, pero en cuanto a la calidad está entre los últimos. Los ríos que atraviesan las ciudades son verdaderos depósitos de basura y receptores de aguas residuales con elevados niveles de contaminación. Por otro lado las aguas subterráneas presentan serios problemas de contaminación y la presión incontrolada que se ejerce sobre ellas pone en riesgo al ecosistema. La escasez es cada vez mayor y viene convirtiendo a este recurso en un artículo de lujo para grandes sectores de la población.

La ciudad de Cochabamba es un claro ejemplo a nivel regional, que desde hace décadas confronta problemas muy serios en el manejo de este recurso vital. Para nadie es desconocido que el manejo del agua, la distribución, así como el tratamiento de aguas residuales está a cargo de Semapa una empresa descentralizada de la Alcaldía de la Provincia Cercado, con patrimonio propio, altamente politizada y utilizada como botín de guerra por los gobiernos de turno.

La escasez de agua, su distribución cada vez más injusta y la creciente sobreexplotación de las napas subterráneas en la ciudad de Cochabamba, dejaron de ser problemas coyunturales; pero nadie logró incorporar este tema como una prioridad en la agenda política local y regional y este hecho dio lugar al desarrollo de una cultura de escasez, resignación e individualismo. Hoy en día cada familia y cada barrio, resuelve este problema con depósitos, tanques y barriles, pozos privados y/o pequeños sistemas cooperativos.

A este hecho se suma el acelerado crecimiento poblacional de las últimas dos décadas, provocado por la migración en primera instancia de miles de familias mineras que al ser despedidas de sus fuentes de trabajo, buscaron refugio en la región y se asentaron en áreas marginales que no cuentan con ningún servicio básico. A estos se suman migraciones constantes, procedentes de los departamentos de La Paz. Oruro y Potosí.

La ausencia de planes para regular estos asentamientos humanos ilegales ha provocado que la ciudad y su entorno se conviertan en focos de alta contaminación, porque la mayor parte de las familias que habitan en estos lugares realizan sus necesidades biológicas a campo abierto o en fosas sépticas perforadas rústicamente por ellos. Una parte de estas deposiciones es evaporada por el calor del sol y/o arrastradas por el viento y van a formar parte del aire que los cochabambinos respiramos a diario. El resto de las heces fecales se infiltra con las primeras lluvias a las napas freáticas subterráneas y pasan a engrosar el volumen de aguas que mediante el bombeo es extraído para posteriormente ser distribuido bajo diferentes modalidades a la población para su consumo directo.

Otro problema constituyen los establecimientos industriales que funcionan en la ciudad y ejes de conurbación; la mayoría carecen de un manifiesto ambiental y descargan sus aguas residuales directamente a los ríos, a las calles o a la red de alcantarillado sin tratamiento previo, muchas veces cargadas con sustancias químicas sumamente tóxicas como cromo y mercurio que utilizan para el procesamiento de sus productos sobre todo aquellos que se dedican a la peletería.

Los cochabambinos estamos confrontados con un problema ambiental de gran magnitud y de primera prioridad, que requiere la aplicación de medidas inmediatas para frenar este círculo vicioso que afecta a toda la población que consume el líquido elemento en la ciudad y zonas periféricas y por la gran cantidad de enfermedades infecciosas y parasitarias que provoca.

El autor es ingeniero ambiental e instructor de adultos, especialista en educación ambiental y gestión de conflictos

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