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Infierno Canto III


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2012  •  1.920 Palabras (8 Páginas)  •  346 Visitas

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Dante Alighieri fue un poeta italiano. Participó activamente en las luchas políticas de su tiempo, por lo que fue desterrado de su ciudad natal, Florencia. Fue un activo defensor de la unidad italiana. Escribió varios tratados en latín sobre literatura, política y filosofía. Su obra maestra, La Divina Comedia, es una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista. Es considerada la obra maestra de la literatura italiana y una de las cumbres de la literatura universal. Esta obra es un clásico ejemplo de la lengua romance. Dante fue uno de los poetas que formaban parte del “Dolce Stil novo”. Vinculados estrechamente a la concepción de amor cortés tal como lo cantaban los trovadores provenzales, procurando reaccionar contra las convenciones y la frialdad de la escuela siciliana, los poetas del Dolce Stil profundizan en los conceptos heredados de esta tradición lírica hasta el punto de elaborar una verdadera filosofía del amor que toma forma en creaciones reveladoras de un gran dominio técnico y una exquisita sensibilidad.

La Iglesia era la gran protagonista de la época, todo pasaba por la religiosidad. La religión dominaba la vida del individuo y de la sociedad, la cual mostraba la mezcla de la esperanza en la salvación y el temor a la caída. La creencia en el Diablo y el temor de sus poderes conmovían la imaginación popular. Era imaginado como un ser seductor que atrae a los hombres al pecado.

El tercer canto se abre con la célebre inscripción de la puerta y asistimos al real inicio del Infierno, al primer reino de ultratumba, con estas palabras, que sólo después de leer los tres tercetos, nos enteramos que quien está hablando no es ninguno de los personajes, sino la puerta misma, que se encuentra personificada a través de las palabras “por mí…”. La puerta parece hablar, advertir a todo aquel que llega a ese lugar, que no existe esperanza, que están en el lugar tan temido en vida, que este es el reino del dolor eterno. En su lengua original son tres tercetos, los cuales contienen una anáfora con la expresión “por mi se va”. Una anáfora es la repetición de una o varias palabras al comienzo de una frase o verso, o varios. El primer terceto nos presenta al infierno como una “ciudad” habitada por la raza condenada que sufrirá eternamente.

En el siguiente terceto se alude a la santísima trinidad. Dios es el único hacedor y se manifiesta en sus tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, aludidas en el terceto como “la divina potestad, la suma sabiduría y el primer amor”. Estas categoría también se pueden encontrar en la Biblia, Dios como el Hacedor, todopoderoso, que creó al mundo y al hombre y también fue capaz de crear el Infierno. Este no fue creado para el hombre, pero por la perdición del hombre, allí se encuentran las almas pecadoras. El infierno fue creado para el Diablo y aquellos ángeles que se rebelaron con él, pero la intención de Dios era que todo hombre se salvara, aunque el hombre no lo quiso así, y como Dios es Justo también, debe cumplir con este castigo. El infierno es obra de la divina justicia, y de la sabiduría, a la que los proverbios asocian con Cristo, aquel que clama por la sensatez del hombre, y por el Espíritu Santo también definido como amor. En la concepción de Dante, el amor mueve su mundo. Movió a Beatriz a salvar a Dante, y mueve todas las cosas, Dios es amor, lo definirá una de las epístolas de Juan, así aunque resulte difícil de entender, el Infierno es obra del amor, como lo es permitirle a Dante descubrirlo y dejarlo plasmado en su obra para lección moral de la humanidad. El Infierno es obra del amor, porque Dios le dio al hombre la posibilidad de elegir a través del libre albedrío. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene, al igual que Él, la posibilidad de elegir. Pero esa elección también tiene sus consecuencias. Es precisamente el libre albedrío (la opción de elegir entre nuestra propia voluntad o la voluntad de Dios) la ley que rige el universo.

En el tercer y último terceto, al decirnos que se debe perder toda esperanza, nos remarca la idea del dolor eterno, el Infierno es el reino donde no hay esperanza. Los condenados no pueden arrepentirse por haber elegido el mal, ya que del Infierno no se sale jamás.

Dante no sabrá dónde está, Virgilio debe explicarle, y el lector, al igual que el personaje parece asombrarse, estremecerse con tales palabras que no tienen ninguna explicación hasta que Virgilio la dé. Es la búsqueda del impacto. La inscripción golpea al lector y al personaje a la vez, porque son palabras duras e implacables, por su sobriedad y solemnidad sobrecogedora. Ese Dios amoroso, también es justo y quien llega allí lo ha hecho por los actos de su vida y su falta de arrepentimiento. Se menciona que la inscripción está en negro, color emblemático del Infierno, en el dintel de la puerta.

Dante muestra el temor por estas palabras “oscuras”, por su sentido tan severo e implacable, que parece contradecirse con el amor de Dios. Es Virgilio quien asume la actitud paternal de dureza y calidez a la vez. Le dice que debe perder el miedo, y abandone su rebeldía, confiando plenamente en él. Esto va acompañado de un gesto: toma su mano, como forma de consuelo. Al entrar al vestíbulo, lo primero que Dante reconoce es que éste es un “cielo sin estrellas”. Esta expresión es simbólica en toda la obra. La luz de las estrellas representa la presencia de Dios. El paraíso será la luz de las almas formando una rosa mística cuyo centro es Dios mismo. Las almas en el paraíso son luz,

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