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La Union Familiar Como Base Para Mi Realizacion Futura


Enviado por   •  9 de Abril de 2013  •  1.735 Palabras (7 Páginas)  •  3.088 Visitas

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La Unión Familiar como base de mi realización futura

Introducción.

El cómo vivimos en nuestras familias es no solo uno de los factores más importantes para realizarnos en nuestra vida, sino un requisito sin el cual alcanzar nuestras metas y proyectos de vida sería prácticamente imposible.

Todos nosotros tenemos familia en casa. Nuestras familias están formadas por un padre, una madre y regularmente varios hermanos, pero una familia es algo más que la reunión de cada uno de ellos. Una familia es ante todo un poderoso centro educativo en donde obtenemos la mayoría de lo que necesitamos para nuestro desarrollo personal. Los hijos aprendemos a ser hombres y mujeres de bien en el seno familiar, pero también podemos aprender terribles vicios que nos pueden perder en el camino de nuestra realización. ¿De qué depende la rebeldía de los jóvenes actuales y su incapacidad para superarse? ¿De que dependen los divorcios que en la actualidad son una especie de moda entre los adultos? ¿De qué depende que un niño que lo tiene todo se convierta en un adulto que no tiene nada?... Todo depende de la unión en nuestra familia. ¡Explicare esto!...

Desarrollo.

Las personas no aprendemos solo a través de la lectura de textos formativos en la escuela o fuera de ella o por escuchar la enseñanza de nuestros maestros. También aprendemos las actitudes y valores indispensables para la vida por imitación. Aprendemos a formarnos una imagen de cómo debemos ser, imitando la imagen que nuestros padres nos proyectan. Es decir: Cuando la gente dice que… “de tal palo tal astilla”, lo que nos están queriendo decir es que somos un resultado del buen o mal testimonio que nos dieron nuestros padres y hermanos en la vida familiar. Si vivimos en una familia unida, aprendemos el valor de ayudarnos los unos a los otros y de que no podemos hacer las cosas solos, sino que necesitamos de alguien a nuestro lado que nos escuche, nos apoye y nos levante cuando nos hemos caído, pero si nuestra familia no está unida y falta nuestro padre o nuestra madre, viviremos situaciones estresantes en casa, porque al faltar uno de ellos, el otro tendrá que ocupar ambos puestos en la formación y manutención de los hijos y si de por si es difícil para una pareja, será mucho más difícil para una sola persona por mucho que ponga su esfuerzo en lograrlo; habrá mucha desesperación y frustración, los hijos nos volveremos nerviosos o desesperados, lo que impedirá que socialicemos adecuadamente y seamos impacientes al querer lograr nuestras metas que finalmente desencadenara que desistamos de ellas y no logremos lo que queremos.

Si vivimos en una familia unida que no se ha separado a pesar de los problemas, experimentamos amor, y ese amor transforma nuestra vida, nos saca de la tristeza y nos hace dichosos, nos motiva en nuestros trabajos, en nuestros proyectos y nos da un impulso para salir adelante en nuestros problemas. Pero si vivimos en una familia en donde nuestros padres han optado por el divorcio, experimentamos la desintegración familiar y sus estragos; aprendemos que es más importante satisfacer mis deseos egoístas: lo que a mí me gusta, lo que me satisface, lo que yo quiero, lo que deseo, que entregarme completamente a mi pareja y a mi familia por amor… aunque esa entrega signifique renunciar a nuestros propios propósitos para encontrar un plan que busque la felicidad de todos y no solo la mía. Aprender a pensar en los demás y no solo en mi mismo, significa que no cometeré el error de querer todo para mí y empeñarme únicamente en lo que yo quiero, ya que si esto pasa me quedaría solo al cancelar en mi vida automáticamente a las personas que podrían ser mis amigos o pareja. Aprendiendo a pensar en los demás aprendo a compartir, y si yo comparto atraigo a mucha gente a mi alrededor que no podría conocer sin ejercitar este valor. ¡A divorciarse se aprende en casa! Pero también a soportar las cargas del matrimonio mutuamente entre la pareja y a optar primero por el amor que nos enseño Cristo, que es entrega total al ser amado y no amor egoísta que busca solo mi satisfacción.

Si vivimos en una familia unida, nos sentimos parte de algo, de una familia que se interesa por nosotros, entonces… ¡puedo sentirme valioso!. Pero si vivo en una familia incompleta en donde algún hermano se ha peleado con mis padres y se ha ido de la casa, o mi padre nos ha abandonado, entonces experimento tristeza porque una parte importante en mi vida se ha ido, porque ya no tengo junto a mí a una persona sumamente importante para mí, esto me ocasiona preguntarme ¿por qué se fue?, y en esa búsqueda de una razón para el abandono de aquella persona tan querida puedo culparme a mí mismo por su partida, lo que genera un resentimiento contra mí mismo, que se convierte en freno para conseguir mis aspiraciones más profundas y restringe mi capacidad de hacer lo que quiero y lo que puedo lograr, conformándome con lo que otros quieren o lo que otros esperan o desean de mi. Con el tiempo, al vivir en una familia en que haya separación y resentimiento entre sus integrantes, puedo sentirme sin valor al darme cuenta de que a otro le ponen más atención que a mí y volverme rebelde y problemático para llamar la atención de mis padres y gritar a través de mis acciones que “necesito amor”.

Si yo vivo en una familia unida en donde no hay peleas constantemente que hagan que me altere y reprima mis sentimientos; una familia en donde puedo sentir la confianza de expresarme sin temor a que me regañen o rechacen, entonces aprendo a ser expresivo y esa cualidad me servirá para relacionarme con los demás en un futuro. Pero si vivo en una familia en donde todos los días mis padres se pelean enfrente de mí, se ofenden y se gritan; entonces aquellos gritos e insultos me generan un trauma que me va a afectar toda la vida, me volveré agresivo porque viví y crecí en medio de agresiones, me volveré histérico porque en lugar de paz y tranquilidad, vivo en medio de gritos, groserías y rencores, y yo guardare mucho de ese rencor en mi corazón. Cuando experimentamos tanta violencia emocional en nuestra familia, podemos creer que así es la vida normal de una familia, aunque no sea cierto. Si creemos esto, podemos generar una secreta aversión a formar una familia y ser parte de una, lo que nos llevara a rechazar la oportunidad de realizarnos como padre o madres, o de vivir la aventura de dar vida a otro ser humano y compartir cada segundo con cada uno de los que son mi propia sangre y mis compañeros de vida.

Conclusión.

Dice el Salmo 127 que los hijos son un regalo de Dios y ¡que son como flechas en manos de un guerrero! Es decir que llegaran tan alto de acuerdo a como sus padres se atrevan a lanzarlos y lograran llegar tan lejos de acuerdo a la fuerza que sus padres pongan al lanzarlos al mundo. Pero las flechas deben ser esculpidas, formadas, moldeadas y afiladas. Esto equivale a decir que cada padre debe invertir tiempo y esfuerzo en la formación de sus hijos y no solo en lo material, lo cual no deja de ser importante, sino que se preocupen por formarlos en valores morales para convertirlos en ciudadanos de bien. En una sociedad tan carente de principios, esto es urgente. Los Padres deben ser atrevidos para intervenir en el carácter de sus hijos, y enseñarles a llamar a lo malo, “malo” y a lo bueno, “bueno”. Enseñarle a un hijo el valor de la verdad es enseñarle para siempre el camino que debe seguir para nunca caer en deshonra y arrepentirse de su mala conducta.

Los Padres deben ser valientes, dispuestos a invertir tiempo con sus hijos y transmitirles ejemplos de vida. Una familia desintegrada solo genera otras dos, tres o cuatro familias desintegradas. Una familia que no está unida producirá un individuo que sea incapaz de realizarse como persona ya que para mi realización personal necesito saber ¿Quién soy?, ¿Qué quiero?, ¿Cómo puedo lograrlo?, preguntas tan importantes y tan profundas que solo podemos obtener respuesta de aquellos que más nos valoran, nos quieren y se preocupan por nosotros en el devenir de nuestra vida cotidiana: Nuestra familia y si esta se encuentra desintegrada solo estaré profundamente confundido.

Un padre no puede decirme que no mienta y ordenarme que le diga que “no está en casa” a alguien que lo está buscando para cobrarle algún dinero. Un padre debe dar lo que pide.

En verdad, es como mis padres viven y lo que hacen, y no los consejos que nos dan, lo que esculpirá en mi el carácter. Los niños perciben el mensaje oculto de sus padres: “haz lo que yo digo y no lo que yo hago” y su respuesta a este proceder es “tus hechos hablan tan alto que no me permiten oír lo que dices”. Debemos ser coherentes en el mensaje que enviamos. Si queremos niños que se realicen en todos los aspectos de sus vidas, necesitamos enseñarles el valor de la familia y ofrecerles el calor del amor dentro de esta.

El amar a los demás Jesús no lo invento en momentos previos a su pasión, ni lo planeo como cúspide perfecta de su obra de salvación, más bien lo aprendió en su propia casa, ahí donde María y José se amaban con un amor tan intenso que no necesitaba intimidad para demostrar a al otro cuán importante es para mí y tan profundo que no se puede expresar con palabras pero que se refleja como el sol en el amanecer en la comunión de amor que había en la sagrada familia, de donde Jesús experimento ese amor gratuito y desinteresado que le unía en tal medida a los que él llamaba sus padres humanos que le impulsaron a descubrir en su vida, que el amor todo lo podía y todo lo soportaba, llamamiento a vivir plenamente y con pasión cada segundo de su existencia en este mundo.

Recordemos que: “Los hijos son como cartas vivas que quedan como evidencia al futuro, de que en el pasado acertamos o cometimos tremendos errores al enseñarlos a superarse”.

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