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Por Qué Las Lagrimas Son Transparentes


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2014  •  1.625 Palabras (7 Páginas)  •  259 Visitas

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¿Por qué las lágrimas son transparentes?

HABÍA una vez, en un lugar cercano, un río.

Era un río muy ancho, que corría majestuoso y sereno, llevando por su cauce toda el agua de la región.

Y era además un río muy bueno, pues dejaba que todas las lavanderas lavaran su ropa en la orilla. Y dejaba también que los niños se bañaran en sus aguas. Y dejaba que los campesinos abrieran canales para regar sus campos. Y dejaba que las niñitas se miraban como en u espejo para peinar sus trenzas.

Era un río muy bueno.

Pero no era un río como los que tú conoces.

No! Era un río muy diferente.

El agua que llevaba era agua de color!

Tenía agua azul, agua roja, blanca, lila, amarilla, verde… en fin, de todos los colores. Mirándolo parecía como si uno estuviera contemplando un hermoso arco iris.

Una tarde, una de esas tardes sombrías y largas, llegó una niña triste hasta la orilla del río y se sentó apenada.

- ¿Qué te sucede?– le preguntó el río al verla tan pequeña y desamparada.

- Tengo pena- contestó la niña.

- Si tienes pena, asómate a mi orilla, mírate en mis aguas de colores y así se te pasará tu tristeza- le dijo el buen río.

Se inclinó la niña, asomándose a la orilla del río y vio una carita triste reflejada en el agua, pero también vio el reflejo del sol que estaba allá en lo alto, y vio que se estaba poniendo viejo, vio que algunos de sus rayos ya no eran dorados, eran grises, grises como el pelo de los bisabuelitos, y esto la hizo olvidarse de su propia pena.

- Amigo sol- le dijo-. ¿Qué te sucede?

- Me estoy volviendo viejo. Mis rayos comienzan a ponerse grises. ¿Cómo podré entonces iluminar al mundo? ¿Cómo podré dar calor a los niños?

Se imaginó la niña un mundo sin luz y a los niños tiritando de frío, y pensó que tenía que ayudar a su amigo sol.

- No te aflijas, yo tengo la solución de tu problema- la respondió- asómate a la orilla del río y mírate en su agua dorada.

Lo hizo así el sol y contempló su imagen y sus rayos brillantes y dorados, y sonrió satisfecho dándoles más luz a la tierra y más calor a los niños.

Viéndolo feliz la niña le preguntó al río:

- Amigo río, ¿puede el sol dejarse tu agua dorada para rejuvenecer?

- Si eso ayuda al sol, se la regalo- contestó el buen río.

Y le regaló su color dorado.

En ese momento una garza se posó junto a la niña; estaba preocupada y afligida.

- ¿Qué te sucede?- le preguntó la niña.

- Amiga mía- le dijo-, no sé qué hacer.

Yo era blanca como la nieve, pero en el camino hacia estos lugares me ha caído hollín, me ha salpicado el barro y me he manchado. Por más que lavo mis plumas no he podido volver a recuperar mi blancura, ¿qué puedo hacer?

Miró la niña y vio que en efecto la pobre garza estaba sucia, salpicada de barro y ella le dijo:

- Asómate a la orilla del río y mírate en su agua blanca.

Se asomó la garza y vio su imagen en el río tan blanca como la nieve.

Todas las manchas habían desaparecido. Batió la garza sus alas blancas y suspiró dichosa.

Viéndola feliz, la niña le pidió al buen río que le regalara su agua blanca, pues así ya no tendría manchas.

Y el río le regaló su color blanco.

El cielo, que estaba cubierto de nubes y muy abatido vio aquello y la llamó:

- Niña amiga- le dijo.

- ¿Qué te sucede amigo cielo?- le preguntó la niña.

-No sé qué hacer- le contestó el cielo-, las lluvias me están destiñendo. ¿Recuerdas ese hermoso y profundo azul que yo tenía? Pues mírame, mírame ahora… ¡apenas si estoy celeste! Si sigo así voy a desaparecer por completo y los volantines no podrán volar por ningún cielo.

Lo miró la niña y vio que, en efecto, el cielo ya no tenía un azul intenso. Pensó que si seguía destiñéndose podría hasta llegar a desaparecer, y sin recordar su propia pena se compadeció de él.

- Asómate a la orilla del río y mírate en su agua azul- le dijo.

Se miró el cielo en el agua y vio su imagen azul: de ese azul que parece perderse en las profundidades misteriosas del cielo. De ese azul que aman los pintores y cantan los poetas: “¡Qué bien me veo!”, pensó.

Adivinando su pensamiento, la niña le dijo:

- Pidámosles al río que te regale se agua azul para que recobres tu belleza y tu profundidad.

Y el río le regaló su color azul.

Una copihuera crecía en las márgenes del río.

Pero era una copihuera que no podía dar copihues.

- ¿Por qué no puedes dar flores?- le preguntó la niña-, ¿qué te sucede?

- Niña amiga- contestó pensativa la planta-, no

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