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Resumen Del Libro Alma De La Toga


Enviado por   •  18 de Agosto de 2013  •  2.149 Palabras (9 Páginas)  •  976 Visitas

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Quien es abogado

“YA QUE NO SIRVES PARA NADA ÚTIL, ESTUDIA PARA ABOGADO”.

Aunque la frase sea preyorativa, realmente hoy en día hay muchos que se dicen ser “licenciados y/o abogados”, sin ejercer la profesión con dignidad ni respeto; como bien lo dice en el libro, la abogacía no solo es la consagración académica, sino una concreción profesional y quien no se dedique a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales, será licenciado, pero no abogado; ahora bien, en el abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos, primero es ser bueno, luego ser firme, después prudente, la ilustración viene en cuarto lugar y la pericia en el último, es decir los abogados no se hacen con el título de licenciado, sino con las experiencias adquiridas a costa de triunfos y fracasos en su vida litigiosa; así pues será “abogado” aquél que ejerza permanentemente la abogacía, el otro, será “licenciado”.

LA FUERZA INTERIOR

“CUALQUIER HOMBRE, ANTE TODO, DEBE CONFIAR EN SÍ MISMO”

Es muy clara dicha frase, toda vez que; ¿cómo alguien, sobretodo, un abogado, va a defender o abogar por algo o alguien, si ese alguien no tiene confianza en si mismo?, hay otro dicho que reza, “el buen juez por su caso empieza”; por supuesto, pues para poder hacer algo por los demás hay que hacerlo primero por uno mismo.

En la abogacía actúa el alma sola, porque cuando se hace es obra de la conciencia y nada más que de ella, no se diga que operan el alma y el derecho, porque el derecho es cosa que se ve, se interpreta y se aplica con la esencia de cada cual y solo en nuestro ser hallaremos la fuerza de la convicción, la definición de la justicia, el aliento para sostenerla, el noble estímulo para anteponerla al interés propio, el sentimiento y poderío para combatir.

No obstante de todo lo que rodea al abogado, fuera de si mismo, como serían; las sugestiones, la doctrina contradictoria para sembrar la duda, el sensualismo para perturbar la moral, la crítica para desorientar, el adversario para desconcentrar, la injusticia para enfurecernos; todo eso, que atosiga y asfixia; el buen abogado no debe hacer caso al griterío interno que aturde sin descanso, pues estaría perdido.

El abogado es el único que no ejerce a solas, como los médicos, ingenieros o comerciantes, siempre se vive en contradicción; y el hierro que se utiliza, siempre estará sometido a la influencia del hiero contrario y siempre se habrá de afrontar constantemente el peso de la injusticia, la cual no debe mellarnos, pues perderíamos la dirección de lo venidero y se caería rendido con la sensación de asco; es válido sentir la ira ante la injusticia, solo hay que recordar que la ira es la antítesis de la ecuanimidad, y que no debe existir abogado irascible, por lo que se deben despreciarse los sobornos, la corrupción, los hipócritas, los necios, las malas influencias; quien no sepa hacerlo, terminará siendo un envidioso, egoísta y envanecido, por el contrario, quien si lo haga, elevará su potencial en servicios del bien, iluminado por altos ideales.

Por ello hay que fiar en si mismos, vivir la propia vida, seguir los dictados que uno mismo se imponga; pues al final, la responsabilidad será solo nuestra; hay que ser orgullosos, que es una faceta de la dignidad, a diferencia de la vanidad que es una formula de la estupidez, se debe estar seguro y cierto en lo justo, no titubear, no vacilar en cuanto a la verdad y la justicia de la causa que se persiga y si se hiciera, mejor sería abandonar la abogacía.

LA SENSACIÓN DE LA JUSTICIA

“EL DERECHO ES COMO UNA MUJER CASQUIVANA, QUE SE VA DETRÁS DE CUALQUIER HOMBRE QUE HAGA SONAR ESPUELAS”

Tal expresión es tan contundente y precisa, ya que el derecho o leyes, a veces son tan ambiguos, tan relativos, depende de la interpretación que cada cual le dé; la justicia o la razón, no siempre estará del lado correcto, mas bien del más hábil en su actuar legal, en el derecho se pueden encontrar tantas lagunas como artilugios que se pueden utilizar a favor del mas diestro y no de la justicia; por lo que la pugna entre lo legal y lo justo no es una invención, sino producto de la realidad, el buen abogado debe servir lo justo y desdeñar lo legal y eso no es estudio sino sensación.

Quien tenga previsión, serenidad, amplitud de miras y de sentimientos para advertirlo, será abogado, quien no tenga más inspiración ni más guía que las leyes, será un desventurado ganapán; por tanto, la justicia no es fruto de un estudio, sino de una sensación; el legislador, el jurisconsulto y el abogado deben tener un sistema una orientación del pensamiento, pero cuando se presenta el pleito, su inclinación hacia uno u otro lado debe ser hija de la sensación, claro que dicha sensación es un reflejo de la doctrina que el jurista lleva en su alma, por lo que la sensación es el vehículo de la justicia.

El abogado que al enterarse de lo que se le consulta, no experimenta la sensación de lo justo e injusto y cree hallar la razón en el estudio de los textos, se expone a tejer artificios legalistas ajenos al sentido de la justicia; por lo que lo bueno, lo equitativo, lo prudente, lo cordial, no ha de buscarse en gacetas, viene de mucho mas lejos de mucho más alto.

LA MORAL DEL ABOGADO.

“CRÍTICA, EL MANJAR MAS AMARGO PARA EL ABOGADO”

Es a veces tan fácil, criticar o juzgar a los demás, y a su vez tan difícil para alguien recibir esas críticas; pues el abogado es el blanco perfecto para dicha circunstancia, ya que su actuar y proceder, siempre estará cuestionado; ya sea, por el juzgador, por su contrario ó por el cliente mismo; hay que rechazar el alboroto, soportar la amargura de una censura caprichosa e injusta, debajo de la toga hay que llevar coraza, el abogado que sucumba al “qué dirán”, manchará su hoja de servicios con la nota de cobardía; después de tomar una decisión, no es lícito vacilar ni retroceder por miedo a la crítica, monstruo de cien cabezas, irresponsables las cien y faltas de sindéresis (capacidad) noventa y nueve.

La abogacía no se cimienta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia, ésa es la piedra angular, el momento crítico para la ética del abogado es el de aceptar o no un asunto, cuando acepta una defensa es porque estima que la pretensión

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