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Símbolo niceno-constantinopolitano


Enviado por   •  6 de Marzo de 2015  •  Síntesis  •  1.116 Palabras (5 Páginas)  •  172 Visitas

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Símbolo niceno-constantinopolitano.

Las sociedades helénicas y, entre ellas, el Imperio Romano, son sociedades agrario-autoritarias. Viven fundamentalmente de la misma forma que los imperios mesopotámicos o que el Egipto clásico; lógicamente han de tener sistemas de programación colectiva idénticos en sus estructuras profundas, aunque sus estructuras superficiales sean muy diversas.

El Imperio Romano tiene estructura agrario-autoritaria, pero no principalmente por causa de las exigencias del riego, ni del control de grandes ríos, aunque, en su territorio también tenga esos problemas; su estructura agrario-autoritaria tiene explicación fundamentalmente por causa del imperio.

Poco después de que Roma adopte el cristianismo como religión del Imperio, convoca los grandes concilios ecuménicos para unificar la religión cristiana en su territorio.

Constantino, el que adoptó el cristianismo como religión del Imperio en 313 de nuestra era, convocó el concilio de Nicea el año 325 para superar la división que había creado las doctrinas de Arrio y conseguir una disciplina eclesiástica unitaria.

El lugar de reunión de los 318 obispos que acudieron a la convocatoria, fue la sala principal del palacio imperial. Las sesiones del concilio estuvieron presididas por el mismo emperador o por su legado el obispo Osorio de Córdoba. Constantino presidía los debates e intervenía en ellos.

Él confirió a los decretos del concilio validez de leyes de estado. Con esto abrió el camino a la “cristiandad” como compenetración, cada vez más estrecha de la Iglesia y el Estado.

El concilio de Constantinopla lo convoca Teodosio el año 381, aunque no en el palacio imperial sino en una iglesia. No preside las reuniones de los 150 obispos. Al terminar el concilio los padres conciliares escriben una carta a Teodosio para pedirle que ejecutara los cánones. El emperador promulgó un edicto el año 381 mismo en el que sacaba las consecuencias prácticas de los resultados conciliares para la legislación y la política del Imperio.

Puede afirmarse que los emperadores ejercieron un control directo sobre las asambleas episcopales y las luchas por la hegemonía de los grandes patriarcados. Los grandes concilios ecuménicos fueron convocados por los emperadores y presididos por ellos o por sus legados, e intervenían en las disputas si no es que las dirigían. Luego proclamaban como ley las resoluciones de los padres conciliares.

Vamos a referirnos únicamente al concilio de Nicea y al de Constantinopla, con alguna referencia al de Calcedonia.

El concilio de Nicea lo provoca Arrio con su afirmación de que el Logos pertenecía a la categoría de lo creado. Rompe claramente con la doctrina de la coeternidad del Hijo con el Padre, porque ello supondría dos principios no engendrados, comprometiendo así de raíz la noción misma de la unicidad de Dios. El Hijo, según Arrio, es distinto del Padre absolutamente transcendente, no sólo en virtud de su hipóstasis, sino en cuanto a su naturaleza.

Contra la tesis arriana según la cual el Logos ha sido creado de la nada, y contra la afirmación de que el Hijo no comparte ninguna comunión ontológica con el Padre, el concilio afirmará el “homoousios”, que sostiene la misma esencia y la misma sustancia para el Padre y el Hijo.

El concilio, en contra de Arrio, afirma que el Logos es “Dios verdadero de Dios verdadero”, que el Hijo comparte el mismo ser del Padre y sostiene que no es equivalente “engendrado” que “creado”, que es, pues, “engendrado y no creado”.

Arrio sostenía que el Hijo no era eterno, porque antes de nacer, no era; que ha

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