Entre Puntos Y Rayas
Enviado por FRAN1704 • 7 de Mayo de 2015 • 1.747 Palabras (7 Páginas) • 395 Visitas
¿Qué son los territorios, qué son las
fronteras? Evidentemente, algo más que puntos y
rayas en un mapa que parece un telegrama, como
cantara hace años Soledad Bravo. Se mata, desde
hace siglos, por estos puntos y rayas, que a la vez
ayudan a definir lo que somos, o lo que creemos
ser. Pero, ¿ donde están esos territorios, esas
fronteras? No están, de por sí, por obra divina, en
los ríos o las montañas. Territorios y fronteras
marcan diferencias, nos encierran en lo que
reconocemos biográficamente similar a otros, nos
separa de lo que consideramos diferente, y
obviamente, esto no es solamente un asunto de nacionalidades: los territorios, las
fronteras, las demarcaciones están también dentro de nosotros, y condicionan nuestras
acciones…
En asuntos de territorios y fronteras, podemos considerar, como lo hizo un expresidente,
que Costa Rica es víctima de un accidente geográfico, que le impidió tener
vecinos que no merecía (accidente de los puntos y rayas), podríamos sentirnos, tal vez,
más afín con los puntos y las rayas de Miami que con los maltrechos poblados.
Podemos preguntarnos, asimismo, cuáles son las fronteras, los territorios que separan
a barrios marginales en Pavas de Rohrmoser: en distancia un par de kilómetros, social
y económicamente: distancias interplanetarias. Y podemos preguntarnos, ¿en qué nos
identificamos, biográficamente, con esos habitantes de Limón- a quienes hace no
demasiado tiempo se les limitaba en su posible desplazamiento en el territorio nacional,
como se ha hecho en épocas más reciente con poblaciones indígenas-que de vez en
cuando no aceptan la suerte del abandono y la pobreza, y deciden dedicarse, según
nos dicen los medios de difusión con tozuda insistencia, al desorden y al caos?
La verdad sea dicha, esos puntos y rayas en los mapas, y esos territorios y
fronteras que construimos, y que construyen todos los días, que no respetan
demarcaciones nacionales, coadyuvan a la conformación de identidades sociales, que
nos sirven para identificarnos con unos y para separarnos de otros, también para
antagonizarnos, y que como construcciones ideológicas que son también sirven para
fomentar determinados intereses, son construcciones fácilmente
instrumentalizables…En las dictaduras de la llamada “seguridad nacional “,
recordemos, las doctrinas y actuaciones militares se definían ya no frente a las
amenazas externas, sino frente al “ enemigo interno “, a quienes se le negaba, por
definición, todo atributo de ciudadanía y, no pocas veces, de humanidad.
Estas representaciones no requieren más que la confirmación del “ sentido
común “, de las conversaciones y las comunicaciones de todos los días, y se refuerzan
y reproducen, por ejemplo, cada vez que ocurre un crimen violento y de inmediato se
llega a la conclusión de que tenía que ser un “ nica “.
Acuérdense del alivio generalizado entre sectores importantes de la ciudadanía
cuando se supo, contrario a las informaciones iníciales, que los secuestradores de la
Corte eran costarricenses y no colombianos. Por supuesto, ellos son los violentos, los
que no saben resolver las cosas civilizadamente. No son “gente como uno “.
Las identidades sociales son representaciones construidas socialmente,
abstracciones, ya que unifican en ciertos rasgos lo que en la realidad se caracteriza por
la diversidad y la contradicción. Son abstracciones, pero que matan, como lo
demuestran tantas confrontaciones religiosas, políticas, étnicas o nacionales. Estas
identidades sociales, además de aprehenderse casi intuitivamente, suelen definirse no
sólo por lo que se identifica en común con quienes se comparten biografías, siguiendo
el pensamiento de Montero, sino también frente a otros u Otros significantes. Sí otros
con minúscula, ante los cuales nos sentimos superiores, ante los cuales afirmamos
supuestas ventajas comparativas, y Otros con mayúscula, que definen situaciones de
altercentrismo, en las cuales al contrario del etnocentrismo, la verdad, el poder, lo
deseable, está en el otro grupo y no en el propio.
En el ámbito de las mediciones empíricas sobre la autoimagen nacional, que se
han venido desarrollando en la Psicología Social desde fines de los años 70, el caso
costarricense resulta atípico.
Así, encontramos que las indagaciones realizadas en diversos países del
continente nos señalan como una excepción, en tanto se presenta en los habitantes de
nuestro territorio una autoimagen no minusválida, desfavorecida en relación con otros,
sino más bien positiva. El único caso que se le parece es el de la autoimagen de los
brasileños.
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