Regalar Drogas

Aunque nunca lo sabremos con certeza, se estima que el valor del mercado de estupefacientes en Estados Unidos supera los US$60,000 millones. Se trata de un comercio brutal alimentado por una demanda insaciable dispuesta a pagar cualquier precio—completamente inelástica dirían los economistas, si hablaran del tema.

Tras cuatro décadas de la llamada “Guerra contra las drogas” los resultados globales son muy pobres: ni se ha recortado la producción, ni el consumo y en cambio hemos visto una espiral de violencia y corrupción que pone en grave riesgo la estabilidad de todos los países de América Latina.

Es imperativo cambiar el enfoque. Recordemos la definición de locura de Albert Einstein, “seguir haciendo las mismas cosas y esperar resultados distintos”. Los resultados de la política vigente son absolutamente desastrosos.

Una propuesta que se ha discutido recientemente es legalizar la producción, distribución y consumo de las drogas. Aunque este enfoque puede resultar interesante desde un punto de vista económico, en lo personal no me gusta la idea de que las drogas duras se vendan como cualquier otro producto de consumo.

Otra alternativa, que entiendo se ha probado en otros países, como el Reino Unido, es simplemente proveer estas sustancias sin costo a quienes padecen de adicciones. Esto debe realizarse por profesionales de la salud, en clínicas subvencionadas por el gobierno. Se trata de atacar el problema como lo que es: un asunto grave de salud pública.

Bajo este esquema, personal médico especializado tendría que evaluar a los pacientes, medir su nivel de adicción y gradualmente modificar las dosis y las sustancias activas de tal forma que al cabo de unos meses los pacientes controlen su adicción.

Además de los beneficios naturales de atacar directamente los problemas de salud relacionados con el consumo de narcóticos, la gran ventaja económica de esta alternativa es que de manera inmediata desaparece la demanda, el mercado y el incentivo económico para delinquir. Se desvanecen los recursos para comprar armas, policías, jueces y todo aquello que corrompe a nuestra sociedad. ¿Quién puede estar en contra de esto?

Aunque en principio esta opción parece atractiva, me interesa mucho escuchar la opinión de quienes conocen el complejo tema de las adicciones. Entiendo que hoy mismo se experimenta con distintos neurotransmisores que emulan los efectos de las drogas duras en el cerebro, sin causar daños tan nocivos al organismo. Desafortunadamente, todavía estamos lejos de una “vacuna en contra de las drogas”.

Otra opción, bastante irresponsable, sería simplemente no hacer nada, como ocurre en los países donde más se consumen los estupefacientes y que toleran el tráfico y el consumo en lugares públicos y donde la droga está al alcance de los niños.

Como cualquier ciudadano y padre de familia, este tema me preocupa y me molesta mucho

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