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ÉTICA Y FORMACIÓN PROFESIONAL


Enviado por   •  10 de Junio de 2012  •  1.977 Palabras (8 Páginas)  •  785 Visitas

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CURSO: ÉTICA PROFESIONAL

PROFESOR: LUIS RAIFER R.

ESTUDIANTE: CARLOS MARÍN J.

ÉTICA Y FORMACIÓN EN PSICOLOGÍA

Según Balmes “Los elementos constitutivos de las ideas morales es necesario buscarlos en la razón, en la conciencia, en el sentido común” (1). Su razonamiento parte de que en todos los hombres existen ideas morales: algún sentido de lo bueno y de lo malo, de la virtud y del vicio, de lo ilícito, del derecho, del deber , de la obligación, de la culpa, de la responsabilidad, del mérito y el demérito, independientemente de la época histórica o de la situación geográfica en que se han desarrollado las comunidades de hombres y mujeres .

Quiere decir que los principios morales no pueden ser buscados como objetos de conocimiento residentes en el universo, más allá de nosotros, como se buscan los meteoritos, los planetas o las galaxia en el espacio, o como se buscan las estructuras moleculares de los cuerpo y sustancias habidas en la naturaleza. Quiere decir también que no es fácil construir una ciencia de la ética o una filosofía moral de reconocida validez para todos. Porque habría que preguntarse quiénes son “todos” ¿Serán todos los seres humanos, nacidos y por nacer en todas las épocas de la prehistoria, de la historia y del futuro, cualquiera sea el ámbito geográfico y el nivel de evolución alcanzado. Esta línea de pensamiento nos llevaría también a preguntarnos si las reglas éticas son relativas o absolutas, si la naturaleza humana es sólo una o si existen varias naturalezas humanas , si debe buscarse un solo imperativo ético universal o si deben existir varios.

Pero no es ese tipo de cuestionamientos lo que interesa en este breve trabajo, sino una dimensión más concreta, porque “ética”, del griego ethos, originalmente significa: estancia, lugar donde se habita; también manera de ser y carácter (2). La última parte de estas definiciones da a entender que una persona puede moldear un ethos, forjar un modo de ser.

Por otra parte, la palabra “ética” corrientemente se asocia con la voz “moral”. Esta última es de origen latino. De acuerdo con el DRAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española), su primera acepción es: Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia (3).

Tomo estos dos orígenes, uno griego y otro latino, obviando lo relacionado con la “bondad y la malicia”, para quedarme entonces solamente con los caracteres de las personas o su modo de ser.

Por otra parte, los antecedentes de la Psicología, cualesquiera sean los enfoques, se encuentran en la Filosofía, a menudo a partir de autores muy antiguos; también en el desarrollo general de las ciencias, conforme éstas se empezaron a construir especialmente a partir del siglo XVII. Las reflexiones que aquí se hacen surgen a partir del estudio de autores del siglo XX.

La intención es reflexionar, en este escrito, acerca de la manera como se va moldeando la forma de ser de un psicólogo en formación, conforme avanza en su carrera. Por supuesto que se trata del punto de vista subjetivo del autor. Se refiere sólo a su personal transitar por el marco de pensamientos y teorías que proporcionan algunos enfoques de su predilección.

Hablo, entonces, de mí mismo y la tesis que deseo sustentar es que al verme imbuido en un nuevo campo de estudio, muchas ideas y conceptos que sustentan la disciplina psicológica, así como algo de práctica clínica, me van proporcionando una nueva manera de interactuar con los demás, una ética del psicólogo en formación que se transfiere a la cotidianidad. En este nuevo ethos se marcan inevitablemente ciertos rasgos, que por cierto, aprecio como una forma muy satisfactoria de encarar el diario vivir en relación con los demás, la cual no me la habían proporcionado otros estudios realizados en el pasado.

En esta ética en construcción, resaltan dos procederes que quizá podrían reputarse como los sobresalientes y como los más valiosos, desde muchos puntos de vista: el cultivo de la capacidad de escuchar y el no juzgar, sin antes penetrar en la multiplicidad de motivaciones que suelen mover los pensamientos y las acciones de las personas. Por supuesto que estas actitudes conducen a insospechadas consecuencias, la mayoría de ellas positivas. A continuación citaré algunos autores y algunas ideas que han influido en mi formación, específicamente relacionadas con el tema en desarrollo.

De Freud (4) aprendí, entre muchas otras cosas, que para el decir y el actuar, existen motivaciones de las que ni siquiera el propio sujeto tiene consciencia; es decir, son inconscientes, y pueden estar influidas por experiencias de la lejana infancia. Así que cuando alguien me habla, prefiero escuchar sin interrupciones y pacientemente, antes de reaccionar a sus palabras. Me he dado cuenta, con cierto grado de vergüenza, de cuántas veces en el pasado solía interrumpir a las personas, a menudo para darle mis opiniones, aún sin que antes me las hubiesen solicitado.

De ese maestro del pensamiento también aprendí que, como dice el adagio, verdaderamente “sobre gustos no hay nada escrito”, pues hasta nuestros afectos siguen a menudo guías ocultas a la conciencia: arcaicos modelos de elección de objetos en nuestra infancia tienden a repetirse en cualesquiera otras épocas de la vida. Entonces, ¿desde qué posición ética o estética podemos juzgar las elecciones que van haciendo los demás, si no conocemos ni siquiera el fundamento de las nuestras? Elucubraciones como estas me han ayudado a cultivar ciertas dosis de prudencia, difíciles de reconocer desde otros campos de formación, excepto mediante un entrenamiento específico.

Debo añadir que también aprendí de ese autor que el deseo humano es inagotable, y que las diferentes formas de búsqueda de satisfacción han conducido, entre otras cosas, al desarrollo de la cultura y que, por lo tanto, todo deseo, en el marco de un actuar civilizado, es, en principio, respetable, y por tanto, el juzgar y el criticar, además de ocioso, no tienen cabida cuando no se conocen los contextos en que los seres humanos van tomando

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