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Epidemias en la Historia de América


Enviado por   •  14 de Diciembre de 2022  •  Documentos de Investigación  •  3.446 Palabras (14 Páginas)  •  36 Visitas

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También puede verse este fenómeno en Canadá desde 1635, cuando la gripe y la viruela diezmaron a  los iroquois y los hurones del área de Quebec al contacto con los colonos franceses y en New England, cuando desde 1616 comienzan a morir de gripe como resultado del con - tacto de los indígenas mimac y penobscotts con exploradores ingleses, en 1630 por la viruela en la colonia de Plymouth y en 1634 en la de Con - necticut cuando esta vez cazadores holandeses contaminaron a  los indios. Pudiera quedar, como hasta ahora, la  viruela como la  prin - cipal responsable de la  muerte de los mexicanos si no hubiera algún otro dato al respecto, pues en la  crónica de un anónimo indígena de Tíaltelol - co que relató la caída de la ciudad de México se dice que hubo otra epi - demia con tos y granos ardientes, donde estos últimos apuntan a la epi - demia de viruela, pero la  tos al  igual que las epistáxis que otros cronistas mencionan corresponden a formas de influenza. Curiosamente, la inter - pretación del efecto de las epidemias en la Historia de América se com - prende mejor al estudiar paralelamente el progreso de la  colonización de Africa por las naciones europeas a finales del siglo pasado, cuando co - menzó a  conocerse la  resistencia de los africanos a  sus enfermedades en - démicas y la virulencia de las mismas para los europeos. Debido a que el foco de dispersión de la  fiebre amarilla y su vector proceden del golfo de Guinea, se puede sostener una transmisión del virus amarílico por los es - pañoles a suelo americano, a   partir del tercer viaje de Colón porque en julio de 1498 fue la primera ocasión en que los españoles tocaron las islas de Cabo Verde, área entonces endémica de fiebre amarilla, y como seña - la  Colón en su Diario, tuvo que salir anticipadamente del puerto porque sus marineros morían. Apare - ce de pronto y afecta a  grupos amplios de población tras un período de incubación de uno a tres días, y en los casos sin complicaciones la recu - peración es la  regla tras el curso febril de cuatro a  cinco días. Sin embargo, partien - do de los testimonios coetáneos de Cristóbal Colón y de su médico que fueron testigos de los hechos, en documentos auténticos, veraces e incon - trovertibles, así como de los datos confirmatorios de Pedro Mártir de An - glería y Gonzalo Fernández de Oviedo, los más extensos y minuciosos de Bartolomé de Las Casas, cuyo padre sufrió la epidemia, así como los de Hernando Colón y Antonio de Herrera, puede afirmarse que la gran mor - talidad de los indios y previamente de los españoles se debió a una epi - demia de influenza suma o gripe del cerdo. Fue Alfonso Chimo, judío converso de Cuenca y médico de Juan II  en el Menor daño de Medicina (1505), impreso un siglo después de haber sido escrito, tiene un capítulo, De las enfermedades que se pegan, y asegura son contagiosas «La lepra, sama, tiña, tísica, fiebres de la  pestilencia, viruelas, sarampión, Origen de las epidemias en la  conquista de América 45 bermejura del mal de ojos y las llagas feas». Recordemos que la gripe había alcanzado a  los indios ca - chikqueles de Guatemala ya en 1521 y que las enfermedades epidémicas que portaban los españoles llegaban a  los indígenas del área andina dise - minadas por los propios indígenas que transmitían la noticia de la  llega - da de los conquistadores, en ocasiones años antes de que estos hollaran las nuevas tierras. Si analizamos la  evolución demográfica de las Antillas desde la  llega - da de Colón en 1492 y la  comparamos con la  de Filipinas desde la  llega - da de Magallanes en 1521 aparecen datos sumamente interesantes. Pocas enfermedades epidémicas están mejor do - cumentadas que la viruela, pues debido a  su carácter exantemático era identificada fácilmente por los conquistadores y los cronistas Hubo ade - más otras como la disentería epidémica, el tifus exantemático, el saram - pión y la  fiebre amarilla que fueron marcando con sus víctimas los~ hitos de la conquista de América. Su identificación, anunciada hace apenas cinco años y confirmada recientemente (Guerra, 1985), tiene importancia considerable no sólo porque al fin ofrece una explicación racional de la desaparición de los indios tamos, siboneyes, boriquenes y caribes, sino porque la  existencia del virus de la  influenza en América explica la muer - te  silenciosa de grandes núcleos de indígenas en el continente americano. No hay que olvidar, sin embargo, que algunos códices mexicanos (Guerra, 1986) re - gistran grandes epidemias en el continente americano con anterioridad al Descubrimiento y que la desolación de Tula, Aztlan, Tikal y otros cen - tros urbanos, siglos antes de la  presencia española, sólo puede explicarse como resultado de epidemias precolombinas con una mortalidad similar a  las ocurridas durante la conquista de América. Fue infecciosa y aguda, extremada - mente contagiosa, que afectó bien pronto a todos los miembros de la  ex - pedición apenas tocar tierra matando a una tercera parte de ellos; se ca - racterizaba por fiebre alta, gran postración y dolor de cuerpo, pero a pe - sar de su mortalidad elevada, los que se recuperaron convalecieron sin re - cidivas. Inmediatamente después de afectar a  los españoles, aseguran los cronistas que los indígenas comenzaron a morir «en número infinito», no sólo los de la isla de Santo Domingo, sino los de otras Antillas que eran transportados a  ella a sustituir los fallecidos. Estudios previos (Guerra, 1966) confirman que el predominio 50 Francisco Guerra de la raza negra en las Antillas y otras áreas del continente americano es debido a   su resistencia frente a la  fiebre amarilla y parte de su herencia inmunitaria, de la cual estaban carentes los españoles. Estas referencias y otros documentos recientemente publicados per - miten afirmar que en vísperas del descubrimiento del Nuevo Mundo exis - tían en Sevilla enfermos de gripe, viruelas, sarampión, paludismo, peste bubónica, tuberculosis, sífilis, conjuntivitis epidémica, disentería, lepra, tilia y sama y puede admitirse que además habla tifo exantemático y fie - bre tifoidea. Como hemos señalado (Guerra y Sánchez Téllez, 1986), Co - lón fue hombre de bien formada y más que mediana estatura, de color blanca y que en su mocedad tenía cabello rubio, pero tanto su hijo Her - nando como Las Casas dicen que a  los 30 años ya lo tenía blanco. Por el contrario, los indígenas de las Filipinas, que poseían in - munidad para los virus de la influenza suma por siglos de contacto con el vector, tras la  colisión inmunológica con los españoles, florecieron de - mográficamente y su población pasó de unos 500.000 habitantes en 1521 a  cerca de 7500.000 en 1898, año en que concluyó el dominio español, con una tasa de crecimiento anual cercana al 1 por 100. De él se con - tagiaron los indígenas de Cempoala que luego con el trasiego de la  guerra contaminaron a  los tíaxcaltecas y al  resto de los mexicanos. Las epide - mias de gripe aparecen anualmente durante los meses invernales, como fue el caso en La Isabela, y su mortalidad puede variar, aunque desde las observaciones de Farr en Londres en 1847 se sabe que a veces ocurren cada 30 a  40 años epidemias de gripe con mortalidad excesiva cuyo virus procede del cerdo. Se pudiera citar casos aislados donde la  llegada de una nao aparece responsable de la extinción de enormes núcleos indígenas, como ocurrió en 1580 cerca de La Guaira, cuando un barco negrero de - sembarcó esclavos variolosos y acabó con la  mayor parte de la  población indígena en aquel área. Pronto se conta - giaron de ellos los indígenas dominicanos y la viruela pasó de la Hispa - niola a Puerto Rico, Cuba y el resto de las Antillas, de manera que aque - líos indios que hablan resistido a   la gripe, murieron de viruela. El pri - mero es la Medicina castellana atribuida a Samuel ben Waqar nacido en Toledo y médico de Femando IV y Alfonso XI, en una de cuyas versio - nes en castellano, fechada en 1414, dice que las enfermedades más fre - cuentes de Castilla eran «las calenturas pútridas, sarampión, viruelas, ter - cianas, catarros, destilaciones, esputos de sangre, tisis, asmas, dolores de cólicos nefríticos y afectos espasmódicos». Recientemente se han reactivado estos estudios con el análisis de las fuentes coloniales que han dado lugar a que Rosenblatt (1954), Friede (1963), Coolc y Borah (1971) Origen de las epidemias en la conquista de America 51 y otros investigadores aunque en desacuerdo sobre la población preco - lombina de América, para unos de tan sólo 13.500.000 mientras que para otros sobrepasaba los 90 millones, todos coinciden en que para finales del siglo XVI había quedado reducida a menos del 10 por 100 de la cifra origi - nal. Los americanos carecieron práctica - mente de animales domésticos que pudieran ser portadores de virus pa - tógenos y sólo quedaron expuestos a  ellos al desembarcar Colón, en el se - gundo viaje, caballos, vacas, corderos, cabras y en especial los cerdos. Hemos mencionado (Guerra, 1986) que en las listas de Pasajeros a Indias apare - cen con frecuencia niños que fueron portadores inocentes de esta enfer - medad, endémica en España, pero la  dispersión del sarampión en el con - tinente americano se inició en 1531 cuando un marinero español «herido de sarampión», dice Motolinia, bajó a tierra en Veracruz y de él saltó de lo cual murieron muchos indios. No pasaron inadvertidos para los cronistas americanos los problemas 48 Francisco Guerra de inmunidad de los indios, pues si Fernández de Oviedo se admiró de su resistencia a  las bubas y el mal venéreo, Las Casas advirtió su fragili - dad ante las infecciones respiratorias y por ello, con razón, se dijo que el hálito del español mataba el indio. La entrada a Tenochtitlan de un in - dio con viruela en septiembre de 1520, poco antes de que se cerrara el cer - co, hizo que prendiera la enfermedad entre los sitiados, muriendo mu- Origen de las epidemias en la  con quis~a de América 49 chos jefes principales, entre ellos el rey Cuitlahuatzin a  quien sucedió Cuauhtemoc. Estas consi - deraciones permiten comprender que al contacto con los españoles y sus animales domésticos, en particular el cerdo y el caballo, portadores po - tenciales de influenza, la población indígena de las Antillas desapareció por falta de inmunidad ante la  nueva enfermedad. En Brasil las crónicas de Vasconcellos (1663) al igual que la  de Nieu - hof (1682) sobre las tribus tupí y tapuya de la  Capitanía de Río Grande, indican que el número de guerreros indígenas había descendido de más de 100.000, en 1592, a tan sólo unos 300, en 1645. Efecto demográfico de las epidemias La estimación del efecto demográfico de las epidemias durante la  con - quista de América se ha visto malogrado por la dificultad de establecer cifras veraces de población en la  América precolombina, así como datos de los enfermos y muertos para cada epidemia. Son muchos los cronistas que recogen lo sucedido y Cortés (1522) en la Tercera Carta de Relación es el primero en hacer mención de ello; otro tanto hizo Ber - nal Diaz del Castillo y otros escritores coetáneos, aunque tal vez la des - cripción más exacta sea la  del franciscano Juan de Torquemada (1615) que tuvo a la vista todo lo que se escribió en aquel siglo. En 1493 el virus de la influenza suma, causante de la gripe de mortalidad excesiva, constituyó la primera y más grave epidemia que hablan conocido y la  causa de su ex - tinción. Quienes se han preocupado de las epidemias españolas han acepta - do, por lo general, la Epidemiología Española de J.  Villalba (1803) como fuénte segura donde se indica que había bubas en Aragón desde el año 591, viruela en Andalucía desde el 714 introducida por los árabes, lepra en Asturias en 923, malaria en Valencia ya en 1324 y peste bubónica tam - bién en Valencia y el resto de las regiones españolas desde 1348. Es bien sabido que los virus de la influenza humana son patógenos para los animales domésticos, como el cerdo, el caballo y algunas aves y a la vez, el virus de la influenza suma puede producir la gripe en el hombre. Colón quedó tullido tras un naufragio frente a la costa portuguesa en 1476 y a partir de aquella fecha sufrió ataques reumáticos en 1493, en 1498 y des - de 1503 hasta su muerte estuvo prácticamente inválido en cama por ar - tritis reumatoidea. Para determinar la  procedencia de las enfermedades infecciosas de ca - rácter epidémico aparecidas entre los indígenas americanos tras el descu - brimiento del Nuevo Mundo, si aceptamos que fueron los españoles quie - nes actuaron de portadores, es necesario establecer la  existencia de cada una de estas enfermedades en España con anterioridad a 1492. En la  isla de Santo Domingo, de una población estimada en 1493 en más de 3.770.000, para 1518 apenas si quedaban 15.600 y de éstos, después de la introducción de la  viruela aquel año, apenas si se contaban 125 aborí - genes de los cerca de cuatro millones que hubo en la isla. Recien - temente (Guerra, 1987) se han revisado otros datos de Villalba respecto a la  esquinancia o garrotillo, es decir la difteria, así como el tabardete o tabardillo que es el tifo exantemático, las fiebres pútridas aceptadas como fiebre tifoidea y las cámaras o disentería bacilar, compañera constante de los ejércitos. Conviene advertir, sin embargo, que las más importantes no tuvieron su foco de dis - persión en suelo ibérico, sino que como la influenza, procedían de Asia y la viruela y la  fiebre amarilla vinieron de Africa. Resulta fácil de reconocer la  influenza por en - cajar la descripción clínica tradicional de enfermedad infecciosa aguda, extremadamente contagiosa, caracterizada por fiebre alta, postración, do - lor y malestar general con inflamación de la  mucosa respiratoria. Cayó enfermo de gripe o influenza junto con sus compañeros al día siguiente de desembarcar en La Isabela, la  pri - mera ciudad del Nuevo Mundo, el 10 de diciembre de 1493, cuando arri - •bó a la Hispaniola en el segundo viaje y su convalecencia se prolongó du - rante dos meses. Hay que recordar que previamente el Almirante había avituallado la flota entre el día 5 al 7 de octubre de 1493 en La Gomera, Islas Canarias, donde embarcó ocho puercas, que al  llegar a tierra el 8 de diciembrede 1493 en La Isabela en - traron en contacto con los expedicionarios; también mencionan las cró - nicas que los caballos que embarcó Colón en Sevilla llegaron perdidos; por lo que no hay que descartar además la  posibilidad de influenza equi - na sólo identificada en estos últimos años. Además apunta la  existencia de la disentería epidémica, la  conjuntivitis epidémi - ca, la fiebre tifoidea y el tifo exantemático. La primera epidemia de gripe en Santo Domingo, en 1493, tuvo un área de dispersión cerrada por ocurrir en una isla que sus pobladores, como los de otras islas del Caribe a donde saltó tanto la  gripe como luego la  virue - la, no podían abandonar. En pocos años los puercos se multiplicaron y dispersaron por las Antillas en gran número y con ellos la  influenza. Estos dos últimos males pa - recen indicar la  conjuntivitis primaveral y la  sífilis. Por ello a nuestro entender, Cristóbal Colón padeció el síndrome de Reiter, constituido por la tríada artritis reactiva, conjuntivitis y uretritis, y murió de sus compli - caciones desencadenadas por las penas morales motivadas por lo que él supuso ingratitud del poder real. Otro tanto sucedió durante la conquista del Nue - vo Reino de Granada, según relata Herrera (1601-1615) en las Décadas al referirse a la  gran pestilencia ocurrida en la  región andina en 1546. Áreas confinadas y   espacios abiertos Uno de los aspectos más interesantes de las epidemias americanas y sin duda el menos estudiado, es su diferencia de comportamiento según aparezcan en áreas confinadas o en espacios geográficamente abiertos.

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