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Feudalismo


Enviado por   •  8 de Marzo de 2012  •  2.209 Palabras (9 Páginas)  •  1.371 Visitas

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El modo de producción feudal que apareció en Europa occidental se caracterizaba por una unidad compleja. Con frecuencia, las definiciones tradicionales del feudalismo han dado cuenta de este hecho sólo parcialmente, con el resultado de que es difícil realizar un análisis de la dinámica del desarrollo feudal. El feudalismo fue un modo de producción dominado por la tierra y por la economía natural, en el que ni el trabajo ni los productos del trabajo eran mercancías. El productor inmediato –el campesino– estaba unido a los medios de producción – la tierra– por una relación social específica. La fórmula literal de esta relación la proporciona la definición legal de la servidumbre: glebae adscripti, o adscriptos a la tierra; esto es, los siervos tenían una movilidad jurídicamente limitada (1). Los campesinos que ocupaban y cultivaban la tierra no eran sus propietarios. La propiedad agrícola estaba controlada privadamente por una clase de señores feudales que extraían un plusproducto del campesinado por medio de relaciones de compulsión político-legales. Esta coerción extraeconómica, que tomaba la forma de prestaciones de trabajo, rentas en especie u obligaciones consuetudinarias del campesino hacia el señor, se ejercía tanto en la reserva señorial, vinculada directamente a la persona del señor, como en las tenencias o parcelas cultivadas por el campesino. Su resultado necesario era una amalgama jurídica de explotación económica con autoridad política. Al mismo tiempo, los derechos de propiedad del señor sobre su [página 148] tierra eran normalmente sólo de grado: el señor recibía la investidura de sus derechos de otro noble (o nobles) superior, a quien tenía que prestar servicios de caballería, esto es, provisión de una ayuda militar eficaz en tiempo de guerra. En otras palabras, recibía sus tierras en calidad de feudo. A su vez, el señor ligio era frecuentemente vasallo de un superior feudal (2), y la cadena de esas tenencias dependientes vinculadas al servicio militar se extendía hacia arriba hasta llegar al punto más alto del sistema –en la mayoría de los casos, un monarca–, de quien, en última instancia, toda la tierra podía ser en principio dominio eminente. A comienzos de la época medieval, los vínculos intermedios característicos de esa jerarquía feudal, entre el simple señorío y la monarquía soberana, eran la castellanía, la baronía, el condado y el principado. La consecuencia de tal sistema era que la soberanía política nunca se asentaba en un solo centro. Las funciones del Estado se desintegraban en una distribución vertical de arriba abajo, precisamente en cada uno de los niveles en que se integraban por otra parte las relaciones políticas y económicas. Esta parcelación de la soberanía era consustancial a todo el modo de producción feudal. De ahí se derivaron tres características estructurales del feudalismo occidental, todas ellas de una importancia fundamental para su dinámica. En primer lugar, la supervivencia de las tierras comunales de las aldeas y de los alodios de los campesinos, los cuales, procedentes de los modos de producción prefeudales, aunque no generados por el feudalismo tampoco eran incompatibles con él. La división feudal de la soberanía en zonas particularistas con fronteras superpuestas, y sin ningún centro de competencia universal, siempre permitía la existencia de entidades corporativas «alógenas» en sus intersticios. Y así, aunque la clase feudal intentara de vez en cuando imponer la norma

nulle terre sans seigneur , en la práctica nunca lo consiguió en ninguna formación social feudal: las tierras comunales –dehesas, prados y bosques– y los alodios dispersos siempre fueron un sector importante de la autonomía y la resistencia [pág.149] campesinas, con decisivas consecuencias para la productividad agraria total(3). Además, dentro del mismo sistema señorial, la estructura escalonada de la propiedad quedaba expresada en la característica división de las tierras entre el dominio del señor, organizado directamente por sus administradores y cultivado por sus villanos, y las parcelas de los campesinos, de las que recibía un plusproducto complementario, pero cuya organización y control de la producción estaba en manos de los propios villanos (4). Así pues, no existía una concentración sencilla y horizontal de las dos clases básicas de la economía rural en una sola y homogénea forma de propiedad. Dentro del señorío, las relaciones de producción estaban mediadas a través de un estatuto agrario dual. Por otra parte, existía a menudo una nueva disyunción entre la justicia a la que estaban sometidos los siervos en los tribunales señoriales [manorial ] e su señor y las jurisdicciones señoriales [seigneurial ] del señorío territorial. Los señoríos no coincidían normalmente con cada aldea, sino que estaban distribuidos entre varias de éstas; de ahí que, a la inversa, en cualquier aldea estuvieran entremezclados una multitud de dominios señoriales de diferentes señores. Por encima de este enmarañado laberinto jurídico [pág. 150] se situaba normalmente la haute justice de los señoríos territoriales, cuya zona de competencia era geográfica y no correspondiente a los dominios (5). La clase campesina de la que se extraía el plusproducto en este sistema habitaba, pues, un mundo social de pretensiones y poderes superpuestos, cuyas diversas y plurales «instancias» de explotación creaban latentes intersticios y discrepancias, imposibles en un sistema jurídico y económico más unificado. La coexistencia de las tierras comunales, alodios y parcelas, con el propio dominio señorial, era constitutiva del modo de producción feudal en Europa occidental y tuvo consecuencias fundamentales para su desarrollo. En segundo lugar, e incluso más importante que lo anterior, la parcelación de soberanías produjo en Europa occidental el fenómeno de la ciudad medieval. Una vez más, la génesis de la producción mercantil urbana no debe situarse dentro del feudalismo como tal, porque evidentemente es anterior a él. Sin embargo, el modo de producción feudal fue el primero que le permitió un desarrollo autónomo en el marco de una economía natural agraria. El hecho de que las mayores ciudades medievales nunca pudieran rivalizar en magnitud con las de los imperios de la Antigüedad, o de Asia, ha ocultado frecuentemente la verdad de que su función dentro de la formación social era mucho más avanzada. En el Imperio romano, con su elaborada civilización urbana, las ciudades estaban subordinadas al dominio de los terratenientes nobles que vivían en ellas, pero no de ellas. En China, las vastas aglomeraciones de las provincias estaban controladas por los burócratas mandarines que residían en un distrito especial separado de toda actividad comercial. Por el contrario, las paradigmáticas ciudades medievales de Europa, que

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