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Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia


Enviado por   •  11 de Marzo de 2014  •  Tutoriales  •  3.416 Palabras (14 Páginas)  •  448 Visitas

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La formación del profesor es un reto y una prioridad para dar respuesta a las demandas actuales de su campo laboral

Ofelia Eusse Zuluaga

Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia

La formación del docente, tanto del sistema escolarizado como del abierto y a distancia, es un reto permanente y una prioridad para responder a las demandas de su campo laboral, además para estar acordes con los avances científicos y tecnológicos. Es el proceso a partir del cual el profesor se prepara en una perspectiva multidisciplinaria, por medio de acciones formales e informales que contribuyen a su consolidación.

El carácter multidisciplinario contempla los fundamentos de su disciplina, además de los aspectos pedagógicos, didácticos, epistemológicos, tecnológicos, psicológicos, sociales, históricos, filosóficos, entre otros, que contribuyen a la formación del docente y que le permiten comprender mejor el fenómeno educativo para solucionar los problemas que surgen en la interacción con sus alumnos.

La docencia, como práctica intelectual y profesional, es de relaciones humanas. En este sentido, es indispensable una formación personal que conduzca a un cuestionamiento sobre sí mismo, sobre los deseos de poder y control en juego durante el desarrollo del ejercicio profesional: una formación permanente que permita analizar la trascendencia de la entrega educativa; mediar ansiedades, angustias, placeres y displaceres, pero, sobre todo, comunicarnos con quienes comparten las mismas inquietudes y enfrentan los mismos problemas, ya que fuimos asignados o elegimos desempeñar la misma tarea de ser profesores.

El docente no puede ser extraño a las reflexiones generales de la vida ni a los problemas del presente. Si actúa únicamente por su destreza en el manejo de lo técnico, o en el sólo dominio de un campo específico, puede encerrar su acción en una pobreza de ideales o fines superiores.

El docente sabe y siente muchas cosas que justifican su quehacer.

Nada afecta tanto la acción educativa como el espíritu superficial de quien la impulsa. Como profesores tenemos un compromiso con la sociedad, con la institución, con los alumnos, pero ante todo, con nosotros mismos como profesionales y seres humanos.

Partimos del hecho de que nadie puede educar sin una base axiológica. Los programas de formación docente hacia el futuro, considerarán los valores individuales, básicos para la convivencia social, como son el respeto, la colaboración, la tolerancia, la democracia y la congruencia.

En ningún proyecto de formación puede faltar el equilibrio entre lo científico, lo social y lo tecnológico, con mayor énfasis en lo humanístico, que promueva los enfoques del conocimiento, los cuales contrarresten la influencia del racionalismo, que fomente el equilibrio entre lo teórico y lo práctico, entre lo intelectual y lo afectivo, que oriente la formación del ser humano en forma integral para la convivencia, para fortalecer la personalidad autónoma, creativa, reflexiva, crítica y colaborativa de los individuos.

Se concibe la formación como un proceso de la práctica social, mediante la cual los sujetos asimilan, transmiten, ensayan teorías y experiencias educativas con el propósito de transformarlas y compartirlas.

La docencia –el quehacer por excelencia del profesor– debe definirse, en un primer momento en qué consiste en general y, particularmente, en relación con la universidad.

Este quehacer se establece mediante un conjunto de relaciones con el conocimiento, con las instituciones, con la realidad social, con la política, la cultura, las ideologías y los valores.

Por lo tanto, la docencia resulta ser el punto de partida, la referencia permanente y la meta en la formación de profesores.

Entendemos por formación del profesor universitario el proceso intencionado y sistemático de creación de condiciones para la construcción del conocimiento y de establecimiento de relaciones, que posibiliten la teorización y transformación de dicha práctica.

La complejidad de la tarea que realiza el profesor, hace imposible construir con precisión un perfil o definición única. Consideramos que lo fundamental es, comprenderlo como un sujeto social, con potencialidad transformadora, lo cual nos permite, desde nuestro punto de vista, ampliar el concepto tradicional de docente como transmisor y difusor de la enseñanza, para insertarlo en la lógica de investigador, creador y alejarnos de las propuestas de formación inscritas en un modelo preestablecido.

En la actualidad se reconoce que en su figura se articula:

• la imagen social de un papel

• el concepto oficial que propone la institución a través de los currículos para el buen desempeño de su profesión,

• y lo que el docente es en realidad.

Estos tres elementos interactúan de diversa manera, no siempre armónicamente, según las dependencias universitarias, las condiciones de trabajo, la normatividad, la trayectoria e identidad de los actores, lo cual hace imposible recurrir a una sola propuesta de formación docente, desde un solo paradigma o un deber ser.

Por el contrario, nos proponemos revisar y profundizar algunos conceptos necesarios que contribuyan en lo posible a la construcción del conocimiento, camino que puede conducirnos a la reflexión, la discusión y el reconocimiento de nuevas modalidades de formación y al mismo tiempo abrir nuevos campos de problematización.

Proceso del conocimiento

Formar al docente universitario, exige partir de una concepción epistemológica y de construcción del conocimiento que le de sentido, sin perder su concreción y su carácter histórico; esta tarea es objeto de un análisis teórico profundo, entendiéndolo en el sentido dialéctico del método científico, como la reflexión que parte de la práctica y vuelve a ella con una acción renovada de transformación.

La formación docente, exige un proceso de construcción de un marco de análisis –en lo epistemológico y lo teórico-metodológico– que permita analizar la complejidad de la práctica educativa y de la educación como proceso histórico social. Este proceso permite no sólo elevar la calidad académica del docente universitario, sino también su formación, para que se convierta en investigador de su propio quehacer y lograr la transformación de su práctica en una praxis congruente con la relectura de la realidad.

La epistemología nos da cuenta del papel que desempeña la práctica

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