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ENSAYO DE EL MILAGRO SECRETO


Enviado por   •  16 de Enero de 2014  •  2.658 Palabras (11 Páginas)  •  532 Visitas

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EL MILAGRO SECRETO

En el siguiente trabajo, me propongo realizar y demostrar una posible forma de lectura del relato de “El Milagro Secreto” desde el punto de vista del TIEMPO en la trama. Más precisamente, de dos dimensiones del tiempo en el relato; una, de referente a un “tiempo’ (humano, matemáticamente fraccionado) y otra –con características opuestas-, un “Tiempo’ divino, eterno, infinito, omnipotente.

El ‘tiempo’ humano estaría caracterizado por una cronología lineal, donde minutos, años, días, etc. están calculados exactamente por el hombre, es sobre el cual organiza y mide su vida, ya que su mente está habituada a funcionar de esta manera, y por ende todo lo que él domina, lo hace bajo esta manera. Es un tiempo geométrico, perfecto, donde cada situación prosigue a una anterior con exactitud lógica. Su símbolo perfecto, en el relato, es el reloj.

En un principio, éste tiempo “cronológico” puede leerse en el “Milagro Secreto” a través de las numerosas menciones de día u hora que se realizan: “La noche del catorce de marzo de 1939...”, “...El diecinueve, las autoridades recibieron una denuncia; el mismo diecinueve, al atardecer, Jaromir Hladík fue arrestado..”; “...bastaron para que Julius Rothe... dispusiera que lo condenaran a muerte...Se fijó el día veintinueve de marzo, a las nueve a.m.”; donde se percibe, no sólo la clasificación del tiempo en horas, que conforman días que contienen una mañana, tarde y noche, sino también la organización de la vida del hombre sobre esta clasificación. Este tipo de tiempo, entonces, es exacto, lineal, y matemático -puesto que se mide mecánicamente por un reloj-, y consiste en el transcurso constante y sucesivo de momentos, y coincide con lo que cotidianamente es nombrado como “tiempo”.

El personaje principal, Jaromir Hladík, ecritor (que según las medidas de este tipo de tiempo, “había rebasado los cuarenta años”), se ve desde un comienzo regido por esta manera. Su vida –como lo demostrado anteriormente- se ve regida por los relojes, y, además, también su actividad profesional (así como el lenguaje que la describe) tiene síntomas de esta especie de ‘matematicidad’: “...Como todo escritor, medía las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que los otros lo midieran por lo que vislumbraban o planeaba” y “En sus exámenes de la obra... había intervenido esencialmente la mera aplicación; ...la negligencia, la fatiga y la conjetura...”, es decir; se dislumbra una mirada lógica, matemática, exacta.

También esto se evidencia en cierta manera, en su drama en verso Los Enemigos; drama que “...observaba las unidades de tiempo, lugar y espacio”. En esta obra, también son las medidas de tiempo las que predominan, en un comienzo con precisión y exactitud: “...En la primera escena del primer acto, un desconocido visita a Roemerstadt. (Un reloj da las siete, una vehemencia de último sol exalta los cristales...) ”.

Este drama que Hladík comienza a escribir, que se basa sobre principios matemáticos (fechas, horas, una métrica determinada, etc.), que coinciden con el tipo de medición que hace el hombre a lo largo de su vida, es la obra que rescataría lo fundamental de la vida del escritor, y es precisamente, la que queda inconclusa. Es la que este condenado a muerte desea terminar antes de la llegada de su momento fatal, y es la que, mentalmente intenta recomponer y terminar.

Tenemos así, entonces, una obra comenzada a escribir, que se basa sobre principios matemáticos (fechas, horas, una métrica determinada, etc.), que coinciden con el tipo de medición que hace el hombre a lo largo de su vida, pero cuya lógica enloquece a través de cortes en la linealidad del tiempo cronológico, volviendo de la obra una conjunto de actos irracionales (similar a un sueño).

Esta metricidad de la obra en verso es la que, en el año que pide a Dios para la terminación de su drama y que –de alguna manera- le es concedido, la que le permite revisar mentalmente su contenido, y así lograr darle un fin: “...Había terminado ya el primer acto y alguna escena del terceto, el carácter métrico de la obra le permitía examinarla continuamente, rectificando los hexámetros, sin el manuscrito a la vista. Pensó aunque aún le faltaban dos actos y que muy pronto iba a morir...”, y luego “... el aprendizaje de cada exámetro que agregaba le impuso un afortunado rigor que mo sospechan quienes aventuran y olvidan párrafos interinos y vagos...Minucioso, inmóvil, secreto, urdió en el TIEMPO su alto laberinto invisible. Rehízo el tercer acto dos veces. Borró algún símbolo demasiado evidente, las repetidas campanadas, la música....Omitió, abrevió, amplificó; en algún caso optó por la versión primitiva...”.

Es decir, la metricidad lógica con la que el hombre rige su vida, es por ende también con la que piensa; es la que inicialmente rige en el drama que crea el personaje, y la que le permite revisarla, ampliarla, cambiarla...

En Los Enemigos, Roemerstadt (barón de siglo XIX en cuya biblioteca trancurren los hechos), recibe la visita de un desconocido; “A esta visita siguen otras; Roemerstadt no conoce a las personas que lo importunan, pero tiene la incómoda impresión de haberlos visto ya, tal vez en un sueño...”.

El drama citado guarda así relación con los sueños, por un lado por la forma en que transcurren los hechos, la forma alineal en que sucede el tiempo en el transcurso de la misma, y tiene puntos de contacto con el sueño mencionado al comienzo del relato: “...Soñó con un largo ajedrez. No lo disputaban dos individuos sino dos familias ilustres; la partida había sido entablada hace muchos siglos; nadie era capaz de nombrar el olvidado premio, pero se murmuraba que era enorme y quizás infinito; las piezas del tablero estaban en una torre secreta...”.

Diré entonces que la lógica exacta que aplica el hombre para “ordenar” su vida, entra aquí en contacto con una segunda dimensión, según el relato, proveniente de Dios, infinita, eterna, donde todo es posible, donde no hay divisiones métricas; el Tiempo.

Por otra parte, el ajedrez así como la obra Los Enemigos, son ambas invenciones del hombre, a las cuales éste rige con sus propias normas: ambas funcionan a través de un tiempo cronológico (lineal), regidas por una cierta lógica, con la participación de protagonistas, en estos casos, enemigos (en el ajedrez dos familias enfrentadas, en la obra literaria, -y ya lo indica su nombre- quienes lo viisitan son “enemigos secretos..., conjurados para perderlo”). Cada personaje de la obra en el transcurso comienza a ser movida en la cabeza

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