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El Niño Que Enloqueció De Amor De Eduardo Barrios:


Enviado por   •  31 de Julio de 2013  •  446 Palabras (2 Páginas)  •  570 Visitas

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Corría el año 1915 cuando Eduardo Barrios, que había iniciado su fructífera carrera literaria publicando su primer libro en 1908, lanzaba su tercer título. Para ser honestos, sus dos primeras obras no fueron comentadas demasiado, aún hoy cuesta encontrar críticas sobre ellas. Sin embargo, con El niño que enloqueció de amor todo fue distinto. De hecho, no fue poca la polémica que generó esta obra por su atrevida trama a principios del siglo pasado.

La narración, que usa el recurso de presentarnos dos narradores, un primero que abre y cierra la novela y nos explica que se trata de un diario de vida y el segundo, un niño que a su corta edad vive como un adolescente los dolores y penurias de un amor demasiado idealizado y, peor aún, no correspondido. Ya eso, la intención de una relación entre un niño y un adulto era demasiado para la tradicional y conservadora sociedad de la época. No obstante, la obra tiene mucho más que eso, seguramente otro motivo de escándalo es que nos habla de la soledad que siente un hijo natural que no conoce su condición y que ignora el secreto mejor guardado de la novela: Carlos Romeral, presentado como amigo de la familia, es su verdadero padre. Aunque él no lo sepa y aunque el narrador nunca lo diga, las pistas que quedan por todos lados de la obra lo evidencian sin lugar a dudas. Ello explica también el rechazo que la abuela materna siente por el menor.

Por otra parte, la acertada configuración de los personajes, su pictórica presencia en la novela nos habla de una pluma exquisita y eficiente. Angélica, por ejemplo, la inolvidable musa de este niño enamorado se nos aparece en toda su encantadora presencia, con su gesto y su palabra cercana al niño disfrutando de la compañía de éste, pero siempre viéndolo como un pequeño.

Los rigores del Colegio, las bajas notas en el rendimiento académico, la falta de apetito y el cambio de humor, nos muestran a un niño enamorado, incomprendido por los adultos que achacan a la anemia o al alcohol los problemas del pequeño. Recorremos con el niño toda su larga agonía, jalonada de largas tristezas y escasísimas alegrías.

Sabemos también, por cierto, del amor de la madre, del rechazo de la abuela y de la cercanía de Carlos Romeral. Todo ello gracias al oficio y calidad de un escritor que dejó una impronta imborrable en la historia de nuestras letras.

Qué duda cabe que esta breve novela es clásico, cuya trama y vigencia sigue tan fresca como hace casi cien años y que hasta hoy arranca lágrimas emocionadas a los lectores más sensibles.

Una obra imperdible. Un clásico de la novela chilena.

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