La rebelion de los colgados

Cándido Castro, un indio tsotsil, comienza su vida y la de su familia dedicándola a las minas por no tener las decenas de dólares necesarios para la operación de su esposa. Sin embargo, el tiempo que transcurre entre que se da cuenta de que su mujer necesita atención médica y se pone de acuerdo con los "montañeses" (Don Gabriel) para conseguir el dinero y pagar al médico es excesivo, haciendo innecesaria la atención médica porque su mujer ya ha fallecido. Cándido se embarcará en una aventura con sus dos hijos que le cambiará para siempre, abandonando el lugar que le vio nacer: Cuishin.

Habiendo utilizado la mitad de las veinte libras obtenidas en el trato con Don Gabriel, Cándido se da cuenta ahora de la gravedad de la situación ya que él y sus hijos pasarán a pertenecer a esa persona. Decide llegar a un acuerdo y se ofrece a pagar los cincuenta pesos a cambio de permanecer en sus tierras, donde se casó con su mujer y pasó el resto de su vida en la miseria, pero con total libertad, y no viajar a la sierra. Don Gabriel no es racional y se ve obligado a mantener los términos del contrato por la fuerza. No hay otra opción, así que Cándido y sus hijos se unirán a los demás para ir a las montañas.

Treinta y cinco hombres empleados inician la marcha y llegan a los ciento dieciocho años; por el camino se unen a la prole tres hombres de rasgos fuertes y gallardos. Don Gabriel se congratula de haber conocido a individuos semejantes porque no es frecuente encontrar tres hombres voluntarios con estas características. Lucio Ortiz, Martín Trinidad Castelazo y Juan Méndez son los desafortunados individuos que deciden unirse a la aventura. Cándido va con su hermana, Modesta, que elige ir con él, sus hijos y los demás.

Los finqueros estaban constantemente al acecho de las familias indígenas y utilizaban los medios menos eficaces de espionaje para expulsarlas de sus pueblos. En numerosas ocasiones, los finqueros intentaron persuadir a Cándido para que abandonara su desolado ranchito.

Marcelina, la esposa de Cándido, contrajo una enfermedad y no pudo ser atendida por un terrible dolor en la parte superior derecha del pecho. Cándido decide llevarla al médico. Cándido sólo tenía 18 pesos y la operación le costaría 200 dólares. Al no poder realizar la operación a tiempo, Marcelina fallece.

Cuando Marcelina fallece, Cándido compra un hermoso hacha y cinco litros de aguardiente. Cándido había empezado a gastar dinero sin parar desde el momento en que el médico exigió el pago de los diez pesos, amenazando con retener el cuerpo de Marcelina si no se lo entregaban.

El dolor de Cándido era tan intenso que le impedía distinguir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto.

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