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Los cantares de gesta


Enviado por   •  28 de Marzo de 2023  •  Apuntes  •  2.656 Palabras (11 Páginas)  •  47 Visitas

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Lic. y Prof. Ramiro Pérez – Material Dídáctico

Fuente: “La Edad Media”, O. de Serrano Redonnet, Mía. Luisa en De Serrano Redonnet, M. L. – De López Olaciregui A. – de De Caso Ward, S. M. – Zorrilla, A.,  Literatura IV. España en sus letras, Bs. As., Editorial Estrada, 19842

Los cantares de gesta

        La primera manifestación importante de la literatura española la constituyen los cantares de gesta o poemas épico-narrativos, destinados a evocar ante un público episodios de la historia local o nacional de España.

        Esta producción poética de carácter heroico en lengua vulgar, que nació y floreció en tierras castellanas, está documentada desde antes del siglo XI y se prolonga hasta comienzos del siglo XV. Cubre, en consecuencia, un período extenso de tiempo, lo cual prueba su extraordinaria vitalidad y popularidad. Sin embargo, por tratarse de obras difundidas exclusivamente por medio de la recitación oral, poquísimos son los textos que se han conservado. El más antiguo que conocemos en su forma original, obra maestra en su género y que ha llegado hasta nosotros, es el Poema de Mio Cid, compuesto en castilla hacia el año 1140.

        Los cantares de gesta (la palabra gesta, del latín, significa “hazañas” o “hechos dignos de mención”) son poemas extensos, compuestos en lengua vulgar y destinados al canto o a la recitación ante un público. Pertenecen al género épico (epos, del griego, “narración”) o narrativo.

        Los dos únicos pueblos románicos que desarrollaron en la Edad Media una poesía heroica fueron el francés y el castellano. Sus obras cumbres son, respectivamente, la Chanson de Roland (siglo XI) y el Poema de Mio Cid (siglo XII)

Los juglares épicos

        La palabra juglar es voz de origen latino (iocularis) que designa a un tipo humano característico de la Edad Media. En un amplio, de acuerdo con la definición de Ramón Menéndez Pidal, “juglares eran todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearle con la música, o con la literatura, o con la charlatanería, o con juegos de manos, de acrobatismo, de mímica, etc.”. Su oficio consistía en alegrar a la gente, servir de solaz al pueblo, especialmente con el canto o con la música, mediante un pago que podía consistir en dinero, en un vaso de vino o en cualquier otra forma de retribución. Como los juglares eran a veces autores de las obras que cantaban o recitaban, y éstas estaban en lengua vulgar, la palabra juglar tomó, asimismo, la acepción de “poeta en lengua vulgar”.

        Entre los juglares más estimados socialmente, por la dignidad de su oficio, encontramos a los juglares de gesta, que eran los encargados de divulgar los cantares o gestas. Su misión no se limitaba, únicamente a entretener, sino también a informar acerca de hechos de armas recientes o de hazañas pasadas que no debían quedar en olvido. Cumplían una tarea didáctica, noticiosa de sucesos más o menos coetáneos o evocadora de acontecimientos históricos memorables.

        En la alta Edad Media, cuando las lenguas vulgares no se escribían aún, el verso y el canto eran el único medio disponible para difundir noticias sobre los sucesos de actualidad y para conservar memoria de hechos famosos del pasado; esa historia cantada era la única historia nacional posible para un público que no sabía leer ni entendía la historia latina que los clérigos y hombres doctos escribían

Ramón Menéndez Pidal

        No todos los juglares épicos fueron autores de las obras que propagaban; a menudo divulgaban gestas ajenas. También, con frecuencia, las reelaboraban y las enriquecían de acuerdo con su personal sentido artístico o con las exigencias del público. De modo que si no las creaban, las recreaban, y en cada nueva refundición algo se repetía, algo se renovaba, algo se suprimía o se añadía, y el cantar se perfeccionaba o se empobrecía según fueran los talentos narrativos o aciertos estilísticos del refundidor. El arte juglaresco es, por ello, un arte tradicional y colectivo. Este carácter hasta cierto punto impersonal de la épica medieval española explica por qué no se ha conservado el nombre de ningún juglar de gesta.

        En cuanto a su modo de vida, si bien había juglares que estaban a servicio de nobles señores y de cortes regias o que permanecían en las ciudades a sueldo de los municipios, los más erraban de un lugar a otro, de villa en villa y de pueblo en pueblo, en busca de nuevos y renovados auditorios.

Las gestas como espectáculo público

        La recitación de un cantar o poema épico constituía un verdadero espectáculo público destinado a gentes de toda condición social y cultural.

        Sin que se llegase a una verdadera representación, el canto iría acompañado de gestos y de mímica y el juglar subrayaría con diferentes y oportunos tonos de voz los diálogos o discursos en estilo directo, de acuerdo con la índole de los personajes. Manejaría, sin duda, como un verdadero autor teatral, todos los recursos del arte dramático para crear, con su sola palabra, la ilusión de la acción.

        No debemos ni un momento olvidar que la recitación juglaresca debía ser una semirrepresentación, y así no me parece exagerado decir que la épica medieval está a medio camino entre ser narrativa y ser dramática. ¡Qué milagros de mímica no tendrían que hacer los juglares para ser entendidos aun en tierras lejanas!

Dámaso Alonso

        Este carácter de poesía concebida para ser propalada oralmente ante un auditorio más o menos extenso y heterogéneo, en palacios y castillos o en plazas y mercados, se advierte en:

  • las reiteradas apelaciones que el juglar dirige al público para llamar la atención o despertar su interés: “señores”, “escuchad”, “sabed”;
  • las series enumerativas de carácter descriptivo que comienzan con el verbo “veriedes” (veríais) o los diálogos encabezados por “odredes” (oiréis);
  • las acotaciones que hace el autor, al abandonar la exposición objetiva de los hechos para expresar su propia subjetividad, la que suena como un eco de los sentimientos colectivos de los oyentes;
  • el paso frecuente al estilo directo sin verbo introductorio; es decir, sin el empleo de fórmulas tales como “dijo fulano” o “contestó mengano”, propias estas últimas de las obras destinadas a la lectura;
  • los llamados de atención para indicar cambio de lugar de la acción épica o para señalar al auditorio la entrada o salida de personajes;
  • el manejo del estilo y de las técnicas narrativas empleadas.

En un cantar de gesta todo está concebido en función de ser obra destinada a la recitación, a la divulgación oral. El lector moderno frente al texto impreso siente la necesidad de leerlo en voz alta, de dramatizar los fragmentos dialogados, de transformarse en un juglar más para recibir, así, auditivamente, el mensaje poético de la narración épica.

Forma métrica de los cantares

        Los cantares de gesta están compuestos en una forma métrica fácil de memorizar y de reconstruir. Dicha forma se prestaba para introducir, en el momento del espectáculo juglaresco, variantes y modificaciones dictadas por el gusto del público o por las circunstancias.

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