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Diálogo “Laques o la virtud del Valor”


Enviado por   •  22 de Junio de 2013  •  Tesis  •  2.736 Palabras (11 Páginas)  •  611 Visitas

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Diálogo “Laques o la virtud del Valor”

Platón.

LISÍMACO, MELESIAS, NICIAS,

, SÓCRATES

4 viejos amigos se reúnen en el gimnasio a observar el talento y habilidad de un maestro del combate y lucha, que enseña técnicas de pelea a los jóvenes estudiantes. Estos 4 amigos discuten respecto al valor pedagógico que tienen las artes gimnásticas y las técnicas de pelea sobre la educación y alma de los jóvenes (si es recomendable enseñarla o no) y sobre qué tipo de virtud es el valor y en qué consiste éste.

LISÍMACO. - ¿Qué te parece, esa enseñanza?, ¿el aprender a combatir con las armas, es conveniente para los muchachos, o no?

SÓCRATES. -Bueno, sobre eso, Lisímaco, también yo intentaré aconsejar lo que pueda, y luego trataré de hacer todo lo que me pidas. Sin embargo, me parece más justo, al ser yo más joven y más inexperto que éstos, escucharles antes qué dicen y aprender de ellos. Y si sé alguna otra cosa al margen de lo que ellos digan, entonces será el momento de explicarla e intentar convencerlos, a ellos y a ti. ¿Así que Nicias, por qué no tomas la palabra?

NICIAS. - No hay inconveniente Sócrates. Me parece que recibir esa enseñanza es provechoso para los jóvenes en varios sentidos. Pues ya está bien de que pasen su tiempo en otro sitio, en esos que los jóvenes gustan de frecuentar en sus diversiones, siempre que tienen ocio, y no en éste, donde forzosamente fortificarán su cuerpo -pues, como ejercicio, no es inferior ni comporta menor esfuerzo que cualquier otro.

Luego este aprendizaje les será una cosa útil en la batalla misma, cuando sea preciso luchar junto a otros muchos. Pero su provecho será máximo cuando se quiebren las formaciones y, entonces, tengan que luchar cuerpo a cuerpo, bien para atacar persiguiendo a uno que se retira, o para defenderse en retirada de otro que carga sobre ellos. ..., Además, ese aprendizaje incita el deseo de otro nuevo y hermoso conocimiento, pues cualquiera que ha aprendido el combate de las armas deseará el estudio inmediato del combatir en formación, y, después de adquirir éste, se lanzará al estudio total de la estrategia...

A eso sumaremos una ventaja no pequeña: que este saber puede hacer a cualquier hombre mucho más confiado y valeroso, superándose a sí mismo...., también da una figura más arrogante en las ocasiones en que el hombre debe presentarla, con lo que, gracias a esa apuesta actitud, parecerá más temible a sus enemigos.

Por consiguiente Lisímaco, a mí me parece que debe enseñarse eso a los jóvenes y ya he dicho mis razones. Pero yo escucharía muy a gusto a Laques, si tiene algo que añadir.

LAQUES. - Es difícil, Nicias, decir de cualquier tipo de enseñanza que no debe aprenderse. Pues todo conocimiento parece ser bueno. Es el caso de esta enseñanza del manejo de las armas, si es una ciencia, como afirman los que la enseñan y como Nicias dice, debe aprenderse. Pero si no es una ciencia y nos engañan los que lo aseguran, o resulta ser una enseñanza, pero sin embargo, poco seria, ¿por qué entonces habría de aprenderse?...

... tanto si se trata de una ciencia de poco provecho, como si no es tal saber, sino que sólo lo finge, no vale la pena intentar aprenderlo. Porque me parece que si uno, que es cobarde, se cree poseer tal saber, al hacerse más osado pondrá en mayor evidencia su naturaleza cobarde. Y, si es valiente, observado por los demás va a sufrir en cuanto falle un poco, muchas censuras, ya que el aprendizaje de tal ciencia se presta a la envidia, de modo que, al no realizar algo tan admirable que supere en valor a los demás, no tendrá modo de escapar a la burla quienquiera que afirme poseer esa ciencia.

Esa es mi opinión, Lisímaco, en cuanto al empeño de que eso sea un saber. Pero, como te decía antes, no hay que soltar ahora a este Sócrates, sino pedirle que nos dé su consejo sobre qué le parece el tema propuesto.

LISÍMACO.-Pues te ruego Sócrates, ya que en efecto me parece que necesitamos ahora de alguien que le dé sentencia a esto. Si estos dos hubieran concordado, un arbitraje sería menos necesario. Ahora, en cambio -pues, como ves, Laques ha depositado un voto opuesto al de Nicias-, conviene que te escuchemos también a ti, para saber a cuál de los dos votos agregas el tuyo.

...

SÓCRATES. - Pues bien, Laques, también ahora estos nos han invitado a deliberar conjuntamente sobre cómo la presencia de la virtud haría mejores las almas de sus hijos. Entonces primero debe estar a nuestro alcance eso: el saber lo que es la virtud. Pues si no supiéramos en absoluto lo que es la virtud, ¿de qué manera podríamos ser consejeros para cualquiera en esto, sobre el mejor modo de adquirirla?

LAQUES. - De ninguna, a mi parecer, Sócrates.

SÓCRATES. - Entonces afirmamos, Laques, saber lo que es.

LAQUES. - Lo afirmamos, sí.

SÓCRATES. - Por tanto, si lo sabemos, Laques, podemos decir, desde luego, qué es.

LAQUES. - ¿Cómo no?

SÓCRATES. - Sin embargo, amigo mío, no tratemos directamente de la virtud en general, pues acaso sea excesivo trabajo...., ¿Cuál de las partes de la virtud vamos a elegir? ¿Está claro que aquella hacia la que parece tender la enseñanza de las armas? Sin duda que a la mayoría les parecerá que es el valor. ¿O no?

LAQUES. - Esa es, desde luego, mi opinión.

SÓCRATES. - Y eso es lo que intentaremos en primer término Laques: decir qué es el valor. A continuación examinaremos también de qué manera puede presentarse en los jóvenes, en la medida en que sea posible obtenerlo a partir de entrenamientos y enseñanzas. Con que intenta responder a lo que digo: ¿qué es el valor?

LAQUES. - ¡Por Zeus!, Sócrates, no es difícil responder. Si uno está dispuesto a rechazar, firme en su formación, a los enemigos y a no huir, sabes bien que ese tal es valiente...

SÓCRATES.: Sin duda es valiente, como tú dices, el que, resistiendo firme en su formación, combate contra los enemigos...., pero quería saber no sólo acerca de los valientes de la infantería, sino también acerca de los de la caballería y de todo género de combatientes, pero además, de los que son valientes en los peligros del mar y de cuántos lo son frente a las enfermedades, ante la pobreza y ante los asuntos públicos, y aún más, de cuántos son valientes no sólo ante dolores o terrores, sino

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