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Ensayo de silva a la agricultura de la zona tórrida


Enviado por   •  20 de Abril de 2013  •  Ensayos  •  2.426 Palabras (10 Páginas)  •  5.292 Visitas

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Ensayo de silva a la agricultura de la zona tórrida:

Así exalta el sabio y humanista Andrés Bello a la agricultura tropical. Y es que como abanderado de la independencia cultural venezolana, este poeta concibió alguna vez la idea de escribir un largo poema que llevaría por nombre "América", pero que por razones desconocidas no llegó a publicar jamás.

Silva a la agricultura de la zona tórrida (1826), es parte de ese intento del autor por rescatar lo autóctono de estas tierras. Después de un saludo a la zona a la que pretendía cantar, Bello se ubica en su patria para posteriormente irradiar con su obra a todas las naciones del nuevo mundo.

Más allá de una simple descripción de los grandes frutos como la caña de azúcar, el cacao y la vid, su pluma se detiene en lo que podría considerarse el aspecto didáctico-moral. Entonces, éste alaba la vida feliz del labrador sencillo y censura a los ricos que abandonan sus heredades y se van de las ciudades.

En lo que muchos coinciden en catalogar como temas de inspiración clásica, Bello describe su amor por la paz y su odio por las guerras. A veces parece que el lado "social" de este escritor invade sus sentidos, sobre todo cuando elabora un análisis entusiasta del medio rural americano y expone sus preocupaciones.

Por esta y por otras razones hay quienes consideran esta parte de la obra de Bello todo un poema social. Como un analista señalara alguna vez, es verdad que las cuestiones sociales llenan las mejores poesías de quien es considerado como el más importante hombre de las letras que produjo Venezuela a todo lo largo del siglo XIX. Una realidad que se aprecia no sólo con su tono, sino también con su acento sobre las necesidades generales del continente americano.

Poema: Andrés Bello

Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida

¡Salve, fecunda zona,

que al sol enamorado circunscribes

el vago curso, y cuanto ser se anima

en cada vario clima,

acariciada de su luz, concibes!

Tú tejes al verano su guirnalda

de granadas espigas; tú la uva

das a la hirviente cuba;

no de purpúrea fruta, o roja, o gualda,

a tus florestas bellas

falta matiz alguno; y bebe en ellas

aromas mil el viento;

y greyes van sin cuento

paciendo tu verdura, desde el llano

que tiene por lindero el horizonte,

hasta el erguido monte,

de inaccesible nieve siempre cano.

Tú das la caña hermosa,

de do la miel se acendra,

por quien desdeña el mundo los panales;

tú en urnas de coral cuajas la almendra

que en la espumante jícara rebosa;

bulle carmín viviente en tus nopales,

que afrenta fuera al múrice de Tiro;

y de tu añil la tinta generosa

émula es de la lumbre del zafiro.

El vino es tuyo, que la herida agave

para los hijos vierte

del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,

que, cuando de süave

humo en espiras vagorosas huya,

solazará el fastidio al ocio inerte.

Tú vistes de jazmines

el arbusto sabeo ,

y el perfume le das, que en los festines

la fiebre insana templará a Lico.

Para tus hijos la procera palma

su vario feudo cría,

y el ananás sazona su ambrosía;

su blanco pan la yuca ;

sus rubias pomas la patata educa;

y el algodón despliega al aura leve

las rosas de oro y el vellón de nieve.

Tendida para ti la fresca parcha

en enramadas de verdor lozano,

cuelga de sus sarmientos trepadores

nectáreos globos y franjadas flores;

y para ti el maíz, jefe altanero

de la espigada tribu, hincha su grano;

y para ti el banano

desmaya al peso de su dulce carga;

el banano, primero

de cuantos concedió bellos presentes

Providencia a las gentes

del ecuador feliz con mano larga.

No ya de humanas artes obligado

el premio rinde opimo;

no es a la podadera, no al arado

deudor de su racimo;

escasa industria bástale, cual puede

hurtar a sus fatigas mano esclava;

crece veloz, y cuando exhausto acaba,

adulta prole en torno le sucede.

Mas ¡oh! ¡si cual no cede

el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,

y como de natura esmero ha sido,

de tu indolente habitador lo fuera!

¡Oh! ¡si al falaz rüido,

la dicha al fin supiese verdadera

anteponer, que del umbral

...

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