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José del Carmen Rosa Acosta.


Enviado por   •  23 de Octubre de 2016  •  Ensayo  •  450 Palabras (2 Páginas)  •  121 Visitas

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JOSÉ DEL CARMEN ROSA ACOSTA

ENTIERRO Y RESCATE DEL NÁUFRAGO

I

No hubo párpados que improvisaran mares

para este sonreído grumete del silencio.

No hubo espaldas

donde dejar caer tontamente las manos,

porque a nadie pesó la leve despedida

de este joven caído,

empujado hacia el filo de las aguas sin fondo.

Llamado, reclamado por las lenguas salobres.

No hubo flor que bailara su ronda en el alambre.

Ni mano que arañara las cuentas prisioneras.

Ni hisopo que escupiera su lluvia en los rincones.

Apenas si había un hombre que recogió sus pies,

como cuando saltamos para iniciar un viaje.

Apenas si le dieron un estrecho navío

y aquel limo morado que cubrió los cristales,

donde la luz guardaba sus rayos de horizontes,

sus picos de luceros y demacrados rostros.

Apenas si pusieron esos negros moluscos,

cruzados torpemente en la piedra del pecho

y le ataron el rostro con potentes cordeles

como si un pez furioso fuese a saltar de pronto

de las fauces dormidas.

Apenas si le dieron una herida en la piedra,

al norte del camino que trajo su cadáver,

veterano de graves, abismales países.

No hubo nombre siquiera que escribir en los folios,

ni toscas iniciales que dejar en la roca.

Apenas si dijeron “La tumba del Ahogado”

y signaron la gracia de su nueva morada,

con patas de cangrejos atadas en el viento.

II

Ahora yo desando la edad de tu llegada.

El grito en desespero mil veces repetido,

cuando en víscera y sangre construiste tu barca

para tu extraño viaje de anónimo difunto.

Yo rescato en el tiempo tu aventada epidermis

y me marcho contigo hacia un puerto cualquiera,

a preguntar un nombre que poner a tu muerte.

 A conquistar la isla que encendió tu sonrisa.

Porque sé que tú eras algo más que estas vísceras,

algo más que estos surcos verdinegros, azules

con que agujas arteras te cruzaron el pecho

en un mapa violento de intrincados caminos.

III

Ala de gaviota  a la deriva

espejo suspendido

debe haber una guirnalda de brisa

donde viva la imagen de tu último gesto.

Aleta cercenada,

debe haber una arista de mar

donde navegue el último arañazo de tu sangre.

Copa de intacta soledad,

debe haber una novia tejiendo y destejiendo

...

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