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Naturaleza, objeto y método de la Antropología filosófica


Enviado por   •  3 de Abril de 2024  •  Apuntes  •  9.258 Palabras (38 Páginas)  •  36 Visitas

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Naturaleza, objeto y método de la Antropología filosófica

  1. LA PREGUNTA SOBRE EL HOMBRE

«Todos los hombres desean saber»1. La aspiración natural de todo hombre por alcanzar la verdad y la sabiduría se encuentra desde los orígenes mismos de la humanidad. Este saber se dirige de manera especial hacia el hombre mismo, porque la pregunta acerca de la verdad del hombre afecta a lo más íntimo de la felicidad y destino humano. «¿Quién soy yo?»; «¿qué he de hacer de mi vida para que sea una vida plena?»; «¿existe otra vida después de la muerte?». Estas preguntas son las formuladas, de manera más o menos explícita, por todo filósofo, o mejor dicho, por todo hombre y en toda cultura. Por esta razón, Juan Pablo II afirma: «Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella. Es un camino que se ha desarrollado —no podía ser de otro modo— dentro del horizonte de la autoconciencia personal: el hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo tanto mejor se conoce a sí mismo como ser único en su género, y al mismo tiempo cada vez más se pone ante él la pregunta acerca del sentido de la realidad y de su propia existencia. Todo lo que se presenta como objeto de nuestro conocimiento se convierte por ello en parte de nuestra vida. La exhortación “Conócete a ti mismo” estaba esculpida sobre el dintel del templo de Delfos, para testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la regla mínima por todo hombre deseoso de distinguirse, en medio de toda la creación, calificándose como “hombre” precisamente en cuanto “conocedor de sí mismo”»2.

  1. ARISTÓTELES, Metafísica, I,1.
  2. JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 1. He adoptado la significativa observación a la traducción castellana de este punto recogida en KAROL, M., «Fides et ratio, n.º 1. ¿Cuál es el texto correcto?», en Anuario Filosófico, 32 (1999) 689-696. Del oráculo de Delfos recogió Sócrates el célebre precepto: «conócete a tí mismo» (Jenofonte, Memorables, IV, 2, 24-25).

Este ideal filosófico del hombre griego continúa perviviendo en el hombre contemporáneo, incluso de manera más urgente3. Sin embargo, a pesar del empeño por conocerse más a sí mismo, el hombre sigue siendo en gran medida un misterio para el hombre. Así se entienden las palabras de Sófocles «muchas son las cosas misteriosas, pero nada tan misterioso como el hombre»4. Y San Agustín mismo afirmaba: «Ni yo mismo comprendo todo lo que soy»5.  Ezra Pound decía que «cuando observo con cuidado los curiosos hábitos de los perros, me veo obligado a concluir que el hombre es un animal superior. Cuando observo los curiosos hábitos del hombre, le confieso, amigo mío, que me quedo intrigado»6. Pascal, por su parte, reconocía: «Ciertamente nada nos choca más rudamente que esa doctrina; y no obstante, sin este misterio, el más incomprensible de todos, somos incomprensibles a nosotros mismos»7.

Estas afirmaciones no deben hacernos caer en el escepticismo, como si la cuestión acerca del hombre fuera una pregunta sin respuesta. A lo largo de la historia el hombre ha ido ampliando los conocimientos sobre sí mismo, pero la respuesta a la pregunta sobre su ser más profundo será siempre parcial, aunque no por ello menos verdadera. En la indagación del hombre sobre sí mismo habrá aspectos de oscuridad y de «misterio». En este sentido se ha hecho tradicional la distinción entre «misterio» y «problema». Según Marcel, el hombre es un misterio, y no un problema, puesto que éste último es un asunto a responder de modo extrínseco (como puedo resolver un problema de matemáticas); pero un misterio es un asunto a resolver «desde dentro», puesto que el hombre es uno de los elementos que forman parte del problema.

Por otro lado, la pregunta sobre el hombre ha llegado a ser para algunos autores la «pregunta fundamental», la clave interpretativa de todo saber. Con frecuencia se suelen citar unas palabras de Kant donde mantiene que las tres preguntas fundamentales de la filosofía, es decir, ¿Qué puedo conocer? (metafísica), ¿Qué debo hacer? (ética) y ¿Qué puedo esperar? (religión), remiten todas a la pregunta ¿Qué es el hombre? «En el fondo se podrían todas contestar por la antropología, puesto que las tres primeras cuestiones se reducen a la última»8. De este modo, la Antropología vendría a ser la ciencia primera, es decir como una nueva metafísica9. «Pero dicha pretensión de ultimidad o de totalidad desvirtúa la filosofía y la Antropología filosófica misma. A pesar de la radicación antropoló-

  1. «En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al hombre como en la nuestra (...) Y, sin embargo, en ningún tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual». HEIDEGGER, M., Kant y el problema de la metafísica, Fondo de Cultura Económica, México 1993, p. 177.
  2. SÓFOCLES, Antígona, vv. 332-333.
  3. SAN AGUSTÍN, Confesiones, n. 434, Libro X, c. 8, n. 15.
  4. Citado por AYLLÓN, J.R., en En torno al hombre, Rialp, Madrid 1992, p. 55.
  5. PASCAL, B., Pensamientos, Orbis, Barcelona 1985, p. 147.
  6. Cfr. KANT, I., Lógica, El Cid Editor, Santa Fe 2004, p. 34.
  7. Cfr. TUGENDHAT, E., «Antropología como filosofía primera», en Antropología en vez de metafísica, Gedisa, Barcelona 2008, pp. 17-36.

gica de cualquier cuestión, cabe no olvidar que el hombre no es el fundamento último, sino que él mismo se debe a otros y remite a otros: al ser, el bien, la verdad, Dios, de modo que él mismo ha de ser entendido desde estos otros planteamientos»10.

En todo caso, el hombre es el único ser de la naturaleza que se cuestiona acerca de sí: «Preguntar por su propia esencia sólo el hombre puede hacerlo. Aquí es válida justamente la afirmación de que ninguna otra cosa, ningún otro ser vivo del mundo es capaz de hacerlo. Todos los demás seres tienen una existencia o presencia inconsciente y, por ende, ajena a cualquier problematicidad»11.

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