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Latinoamericana


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2012  •  1.956 Palabras (8 Páginas)  •  363 Visitas

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Trabajo Práctico Nº 2

EL Descubrimiento y los primeros testimonios

A comienzos del siglo XVI, la conquista se convierte en un arduo y fascinante problema moral, América no era sólo un territorio físico por explorar, ocupar y dominar, sino un vasto espacio en el que vivían millones de seres humano desconocidos y en diversos estados de evolución histórica. Aunque nadie tenía noticia de ellas, habían alcanzado admirables y sofisticados adelantos civilizadores, en todo comparables a las mayores culturas antiguas del Oriente.

El indio fue visto como un ser inocente y bueno, un alma cándida que vivía en estado paradisíaco, anterior a la caída y por lo tanto excluido de la redención; o como un ser bárbaro e inferior, una bestia ignorante de Dios y sólo útil como animal de carga y botín de guerra, un monstruo de la naturaleza sin ningún derecho en el mundo civilizado.

Con sus propias explicaciones míticas los naturales amortiguaban el impacto catastrófico de ser conquistados por extraños hombres blancos y barbados, con armas de fuego y papeles cubiertos de signos incomprensibles, y lo vieron como el castigo anunciado por los dioses para purgar los pecados de su raza; para los españoles, estas ricas tierras y estos hombres desnudos les habían sido destinados por la providencia divina, y su alta misión era dominarlos y transformarlos en lugares y seres purificados por la religión cristiana para beneficio de la humanidad toda. América venía a coronar la vocación ecuménica del imperio español, según su propia concepción de estado-iglesia.

Estos grandiosos sueños tenían que realizarse mediante un difícil equilibrio entre las necesidades militares, legales, políticas y espirituales. El proceso político interno de España no era ajeno a estos vaivenes. La creación del Consejo de Indias al que se le otorga jurisdicción en los territorios descubiertos, era un intento paternalista y poco eficaz para defender a los indígenas de los flagrantes abusos de los conquistadores, siempre renuentes a someterse a la autoridad central; ésta se había reafirmado previamente en al implacable represión de Carlos V había llevado a cabo para debelar el levantamiento de los comuneros castellanos, hay una clara correlación entre uno y otro fenómeno. El derecho de conquista, y específicamente el de someter, esclavizar o matar a los indígenas en nombre del Rey y de Dios, generó una profunda cuestión ética que conmovió la conciencia de España y la forzó a examinarse a la luz de la escolástica, el humanismos erasmista y las ideas renacentistas sobre libertad y razón. Esta cuestión preocupará a las mejores mentes de España. La llegada de los predicadores dominicos y franciscanos dará un carácter de urgencia al examen y solución del problema; la campaña evangelizadora era el fundamente mismos de la legitimidad de la empresa española y no lo podía continuar sino era vista como algo justo.

Pocas potencias políticas como España han ido tan lejos en el proceso de autocuestionamiento de su empresa. Pero el debate mismo no ha terminado aún ahora: seguimos discutiendo si la conquista fue una hazaña cultural o si fue un simple genocidio.

Significativamente, el esfuerzo de los españoles por justificar sus actos ante ellos mismos y ante el mundo, está asociado con el acto de escribir y registrar lo que esta ocurriendo; la letra escrita es un correlato de la acción conquistadora. La noción de autoridad, en sus dos sentidos de sujeto del poder y de productor de textos es esencial para entender la figura del conquistador –cronista.

La letra tenía un poder irrebatible que servia funciones múltiples. La palabra de Dios estaba siendo diseminada por los hombres que habían llegado a América justamente porque así estaba escrito y era natural que ahora diesen testimonio de lo que habían hecho en su nombre.

Un notable ejemplo de eso es la llamada institución del “requerimiento”, que consistía en la lectura de un texto que los conquistadores debían hacer ante los pobladores nativos, “requiriendo” de ellos su reconocimiento del Rey de España y de la iglesia católica. Si los indígenas aceptaban, contaban con la protección de éstos; si se resistían o sencillamente no contestaban, automáticamente otorgaban derecho para ser sometidos por la fuerza.

Lo cierto es que lo españoles no necesitaban, como invasores, tomarse tantas molestias: en tierras remotas y lejos de autoridad superior a la suya, bien podían proceder sobre la base de la supremacía incontestable de la fuerza. No lo hicieron así y eso prueba cuan intensa era la exigencia moral de apoyar sus actos en otros argumentos: la religión, la palabra proferida, la letra escrita. La conquista fue un acontecimiento histórico que se desplegó en una vasta constelación de actos verbales y manifestaciones textuales. La crónica está entre las primeras.

En primer término hay que tener en cuenta que la crónica es un rebrote americano de un género medieval español, cuyo más famoso antecedente es la Primera crónica general de Alfonso el Sabio. El propósito de presentar un recuento organizador del proceso o acontecer histórico vivido por un pueblo, usando simultáneamente un conjunto de interpretaciones basadas en los historiadores clásicos, la Biblia, la patrística y aun los aportes culturales del mundo musulmán y oriental, guía tanto a la obra alfonsina como a la crónica americana, que no es sino un esfuerzo por incorporar el Nuevo Mundo al cauce historiográfico de la península; en esencia, son parte del mismo proyecto esclarecedor y ordenador.

Por otro lado, llamamos crónica a un conjunto bastante heterogéneo de textos; la tipología del género es amplísima y no facilita la tarea de definirlo. No solo las obras que se denominan crónicas se consideran tales. Sino todas sus otras variedades: cartas-relaciones, diarios y las que, para señalar que revisan o expanden otras crónicas, se titulan historias. La crónica es un género híbrido, a caballo entre el texto

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