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Misiones De La Alta California


Enviado por   •  12 de Enero de 2013  •  2.962 Palabras (12 Páginas)  •  1.023 Visitas

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LAS MISIONES DE LA ALTA CALIFORNIA. ORÍGENES HISPANOS DEL ACTUAL ESTADO DE CALIFORNIA.

1. Ocupación de California por los españoles. La colonización y primeros pasos de la evangelización.

2. Las misiones.

3. Relación de los misioneros con los indígenas.

4. El final de las misiones y destino de los indígenas.

Cuando hoy día oímos hablar de California enseguida nos vienen a la mente imágenes de rascacielos, playas con surfistas o actores de Hollywood. Sin embargo, los orígenes de esta tierra, mundialmente conocida, nada tienen que ver con el inglés ni con el “brillo” de las estrellas de cine. Aunque sorprenda, fueron un puñado de hispanos católicos los que, a finales del siglo XVIII, ocuparon el territorio, fundaron sus principales ciudades y dieron nombre a sus ríos, costas y montes. Unos portando la espada y otros con la Cruz, fueron militares y frailes, todos súbditos del Rey de España, los que sentaron las bases de la California que conocemos.

1. Ocupación de California por los españoles. La colonización y primeros pasos de la evangelización.

En la segunda mitad del siglo XVIII, la Corona española se planteó, como uno de sus objetivos en los dominios americanos, la ocupación y colonización de la Alta California o Nueva California, territorio situado al noroeste del entonces virreinato de Nueva España (México), y que se corresponde, en líneas generales, con el actual Estado norteamericano de California. La principal razón política que originó este propósito colonizador fue el temor a que otra potencia europea, principalmente Rusia, se estableciera en la zona.

Para iniciar la ocupación de la Alta California partió una doble expedición, a la vez terrestre y marítima, al mando de Gaspar de Portolá, en 1769. El punto de partida fue la península de la Baja California, hoy día parte del Estado mexicano, y donde los jesuitas habían consolidado una serie de misiones desde finales del siglo XVII. Cuando los jesuitas fueron expulsados de España y sus posesiones de ultramar, en 1767, los citados establecimientos misionales se encomendaron a los frailes franciscanos, los cuales, poco después, recibirán el encargo de participar en la expedición de Portolá y evangelizar a los indígenas de las nuevas tierras.

La dirección de la labor misionera comenzada en la Alta California, en 1769, correspondió a fray Junípero Serra, franciscano español, nacido en Mallorca. Serra, doctor en Teología, había llegado a la América española en 1749. Tras su desembarco en Veracruz, un hecho marcó el resto de su vida en el Nuevo Continente, al rechazar el transporte puesto a su disposición y decidir la marcha andando hasta la ciudad de México. Por el camino sufrió una picadura en una pierna que se complicó provocándole graves secuelas de por vida. Hasta su muerte, la labor de aquel fraile iba a estar engarzada por cientos de kilómetros a pie, en los que aquella pierna herida habría de proporcionarle punzantes dolores, que, no obstante, sin duda, él supo ofrecer a Dios por la más querida de sus empresas, la conversión de los indios.

Los indígenas de la Alta California se encontraban divididos en diferentes pueblos y tribus, hablando distintas lenguas. Al contrario que los aztecas, no habían desarrollado una civilización, constituyendo sociedades muy primitivas. En las instrucciones mandadas por las autoridades coloniales españolas a los jefes de la expedición en el momento de partir se hizo hincapié en la necesidad de tratar correctamente a los nativos, respetando a sus mujeres, y se recordó que, solamente en un hipotético caso de resistencia, se acudiera como último recurso a las armas (1). Casi ocho años después, completada la ocupación, el virrey Bucareli insistía al nuevo gobernador de California sobre las mismas ideas: “la amabilidad, amor y generosidad que se les demuestre constituyen los únicos medios (…) para ganárselos” (2).

La empresa colonizadora y evangelizadora de España en la Alta California comenzó, en el verano de 1769, con la llegada al área de la actual ciudad de San Diego de la expedición de Portolá. Con dos días de retrasó, a causa de serios problemas con su pierna, se les sumó fray Junípero Serra, quien fundaba, el 16 de julio de aquel año, la primera de las misiones franciscanas en el actual Estado de California, la misión de San Diego de Alcalá. El siguiente objetivo fue la bahía de Monterrey, reconocida por el navegante español Sebastián Vizcaíno en 1602. El 3 de junio de 1770, Gaspar de Portolá tomaba posesión del puerto de Monterrey en nombre del rey Carlos III. El mismo día, Serra fundaba la misión de San Carlos Borromeo, trasladada poco después al cercano lugar de El Carmelo, para mantener las suficientes distancias entre los militares y la labor de los frailes con los indios. San Carlos se convirtió en el centro principal desde el que el padre Serra dirigió hasta su muerte las misiones californianas.

El proceso de hispanización y cristianización, que estaba comenzando en la Alta California, se apoyó en tres tipos de asentamientos: las misiones, destinadas a los indígenas, las poblaciones de colonos hispanos y los presidios. Estos últimos eran fortificaciones dentro de cuyos muros se organizaba una pequeña población, a la vez de militares y civiles, con sus respectivas familias, y todos los servicios necesarios: viviendas, iglesia, talleres y almacenes. Se llegaron a crear cuatro presidios: San Diego, Sta. Bárbara, Monterrey -convertido en capital de la California española- y San Francisco, todos ellos próximos a las misiones del mismo nombre.

En 1773 ya había 5 misiones asistidas por 19 franciscanos y casi 500 indios bautizados (3). Ese año fray Junípero tuvo que trasladarse a la ciudad de México para entrevistarse con el virrey Bucareli y tratar de resolver los problemas que habían surgido entre los misioneros y los representantes del Rey en California. Serra consiguió en México algo muy importante para la labor de los frailes: que el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados perteneciera exclusivamente a los misioneros.

La tarea evangelizadora sufrió una dura prueba cuando, en 1775, un grupo de indios armados destruyó la misión de San Diego, asesinando -al parecer con gran crueldad- al padre Luis Jaime. Al enterarse fray Junípero de la tragedia enseguida supo ver el lado más sobrenatural, destacando los beneficios espirituales de aquel martirio: "Gracias a Dios ya se regó aquella tierra; ahora sí se conseguirá la reducción de los dieguinos" (4).

Entre 1775 y 1776 se sentaron las bases del dominio español en la bahía de San Francisco. El principal protagonista fue el teniente coronel Juan de Anza, de ascendencia vasca, hombre nacido y curtido como militar

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