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Capilla Riveriana


Enviado por   •  30 de Agosto de 2011  •  1.501 Palabras (7 Páginas)  •  1.425 Visitas

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La década de los veinte del siglo pasado fue prolífica para Diego Rivera. En 1924 mientras trabajaba en los frescos de la Secretaría de Educación Pública (México), fue comisionado para decorar la capilla del nuevo plantel de la Escuela Nacional de Agricultura, fundada hacia 1854 en el Ex convento de San Jacinto de la ciudad de México. Después de la revolución, el tema agrario cobró un nuevo sentido y en 1923, con Álvaro Obregón como Presidente de la República, se expropió la Ex hacienda de Chapingo para que albergara a la nueva escuela, que en 1974 recibió el nombre de Universidad Autónoma Chapingo. El edificio es del siglo XVII aunque en el siglo XIX se realizaron importantes remodelaciones.1

Rivera a pintar los muros de la que fue la capilla de la hacienda, ahora conocida como la “Capilla Riveriana”. Totalmente cubierta de pinturas al fresco, Rivera plasma en ellas aspectos de la cultura prehispánica y de la revolución agraria. Las pintó de 1924 a 1927 y utilizó como modelo a su esposa de esa época Lupe Marín, en un impresionante desnudo, que la muestra embarazada, deslumbrando con sus enormes ojos verdes.

Otro edificio de interés es el conocido como "El Partenón", una construcción sencilla de tabique rojo, con relieves diseñados por Diego Rivera, que funcionó como la primera biblioteca de la escuela cuando se trasladó a este sitio. Tras años en el abandono se restauró, y ahora es la sede del Consejo Universitario; para seguir la tradición, lo decoraron con frescos, Nichizawa y Alfredo Nieto.

MARIA RIVERA

La escena ocurre en la ex hacienda de Chapingo el año de 1924. Mientras trabajaba en la bóveda de la capilla de la Escuela Nacional de Agricultura (ENA), Diego Rivera se desvaneció y a punto estuvo de caer al vacío. Se encontraba en la plenitud, a sus 37 años, pero las agotadoras jornadas de trabajo a las que se sometía, desde el amanecer hasta entrada la noche, sin apenas comer, lo habían puesto al borde del colapso.

Diversas fuentes relatan que dormía en un catre de campaña junto a la obra, y en la madrugada sus ayudantes lo despertaban para avisarle que tal muro tenía el grado de humedad requerido para que comenzara a pintar. Pero las exigencias de la técnica del fresco son sólo parte de la explicación del febril ritmo que sostenía el artista. Lo medular es el hecho de que trabajaba en las paredes de la ENA al mismo tiempo que en las de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Pese al descomunal esfuerzo que requirieron estos frescos, se consideran la obra máxima del pintor. Raquel Tibol, autora de Los murales de Diego Rivera, Universidad Autónoma de Chapingo, de reciente publicación por la editorial Reverte, explica que en lo que ahora se denomina capilla riveriana se aprecia una labor similar a las grandes sinfonías, donde una superposición de temas se van enlazando, sin perder su autonomía. Rivera había regresado en 1921 a México, tras más de una década de estancia en Europa, y estaba deslumbrado por el país que encontraba. Durante el gobierno de Álvaro Obregón, entre 1920 y 1924, se habían entregado más de 1.5 millones de hectáreas a casi 170 mil familias, y si bien esa reforma agraria acelerada no solucionaba de raíz los problemas de los campesinos, por lo menos les ofrecía una compensación por su lucha y sentaba las bases para la pacificación del país. En 1923 se trasladó la Escuela Nacional de Agricultura a la ex hacienda de Chapingo, como parte del programa agrario obregonista, que requería técnicos dispuestos a impulsar las nuevas ideas. El lema de la institución no dejaba lugar a dudas: "Aquí se enseña a explotar la tierra, no al hombre". La elección del lugar estaba llena de simbolismo. Las fértiles tierras pertenecieron inicialmente a la Compañía de Jesús y con el tiempo pasaron por las manos de una serie de nobles, hasta terminar en las de Manuel González, ex presidente del país durante el porfiriato. Por eso cuando Marte R. Gómez, director de la escuela, y Ramón Denegri, secretario de Agricultura, ofrecieron a Rivera narrar las gestas campesinas, éste no lo dudó ni por un momento. El pago pactado fue de 20 pesos por metro cuadrado, precio que cobraba por entonces un pintor de brocha gorda. De acuerdo con el espíritu de la época, los muralistas debían ser considerados simples obreros manuales, alejados del individualismo burgués. Una de las partes que enfatiza Tibol en su libro, es que en Chapingo es donde Rivera logra afinar su técnica del

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