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Escuelas De Monterrey


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2011  •  10.187 Palabras (41 Páginas)  •  718 Visitas

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Escuelas de Monterrey

EL SEMINARIO CONCILIAR DE MONTERREY

El Seminario de Monterrey, por medio del conocimiento de nuestro pasado, es recuperar nuestra propia identidad de lo que fuimos, de lo que somos y, de lo que queremos ser como Iglesia, Pueblo de Dios.

La existencia de los seminarios, en el mundo católico, obedece a lo decretado por el Concilio de Trento, el cual los aprobó en la Sesión XXIII, Capítulo XVIII. Posteriormente los padres conciliares pidieron al Papa el establecimiento de un colegio que sirviera de modelo a seguir. Esta determinación se incluyó en la bula de nombramiento de los obispos donde se les pedía que establecieran en sus diócesis este tipo de colegios para la formación de los futuros sacerdotes.

Por lo que respecta al actual Seminario de Monterrey y su existencia, sólo se pudo fundar propiamente cuando se creó la llamada Diócesis de Linares, hoy Diócesis de Monterrey. Durante 145 años la Diócesis de Monterrey llevó el nombre Obispado De Linares, hasta el 9 de junio de 1922, fecha en que se actualizó por el de Monterrey.

El obispado de Linares-Monterrey se desmembró del obispado de Guadalajara en 1777. La creación de este nuevo obispado se hizo por Real Cédula del 5 de enero de 1773 y, por erección canónica (bula Relata Semper) el 15 de diciembre de 1777, durante el pontificado del Papa Pío VI (1775-1779). Este obispado se conformó con territorios de los obispados de México (Custodia franciscana de Tampico), el de Michoacán (Custodia franciscana de Río Verde, S.L.P.) y, la mayor parte perteneciente al obispado de Guadalajara.

1. PRIMERAS EXPERIENCIAS EDUCATIVAS

La primera iniciativa de carácter educativo, conocida en Monterrey, provino de un regiomontano miembro del clero secular, el Pbro. Jerónimo López Prieto, cura y juez eclesiástico de Monterrey, llamado por Gonzalitos padre Oblato.

El padre López Prieto fue enviado por el obispo de Guadalajara Fr. Felipe Galindo a la Parroquia de Monterrey como vicario en 1701 y, ratificado por el Sr. Carlos Gómez de Cervantes.

Primeramente solicitó al gobernador Vergara una manzana para la construcción de una Iglesia dedicada a San Francisco Javier y anexarle un colegio-seminario. El templo se construyó y el colegio comenzó a funcionar, de lo que el gobernador del Reino Don Francisco de Mier y Torre informó al obispo Camacho, ratificándole la existencia de un lugar en el que algunos muchachos estudiaban. Dicho colegio estuvo funcionando hasta 1713.

Los padres jesuitas se hicieron cargo de la iglesia, del colegio-seminario y de las haciendas del padre Calancha; éstas últimas para manutención de los mismos. Sin embargo, tanto por la escasez de alumnos como de recursos materiales, la experiencia solamente se prolongó hasta febrero de 1746, fecha en que el padre Juan José de Nava remató las posesiones de la Compañía y los jesuitas abandonaron el Colegio, siendo uno de los centros más lejanos de sus actividades, en ese tiempo.

Por lo pronto la instrucción sufrió un primer revés y fue hasta el año de 1767 cuando se abrió de nueva cuenta una cátedra de latín, con el patrocinio de la Sra. Leonor Gómez de Castro. Esta cátedra suponía que las clases de lectura y escritura las daban los maestros de escuela. En 1788 el guardián del convento de San Andrés, Fr. Cristóbal Badillo Fajardo, abrió una cátedra de retórica y, en el 1789 el padre secular, originario de Salinas Victoria, N.L., José Paulino Fernández de Rumayor impartía una cátedra de gramática que él mismo continuó al fundarse el Seminario.

2. DIÓCESIS DE MONTERREY Y SEMINARIO

Una vez creada la Diócesis de Linares-Monterrey, el siguiente paso que darían los obispos, sería la implantación de la estructura diocesana (curia, cabildo, seminario, etc.). El Seminario nació el 19 de Diciembre de 1792 por decreto de Don Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, tercer Obispo de Monterrey, aunque sus clases se comenzaron en febrero del año siguiente. Su nacimiento se sustentó en tres bases jurídicas: la Romana, según lo mandado por el Concilio de Trento; la Real, debido al Derecho de Patronato y, la Diocesana, ratificada por el 111 Concilio Mexicano.

La obra del Seminario continuó su crecimiento, aun y cuando estuviera vacante la sede diocesana, pues el Cabildo Catedral continuaba con la dirección de la diócesis, por disposición del Concilio de Trento.

Fue este mismo Cabildo quien en 1816 solicitó la implantación de las cátedras de derecho canónico y civil a las autoridades virreinales. Sin embargo, esta solicitud no prosperó, aun y cuando el Cabildo tenía agente que lo representara.

Será en el México independiente y a instancias del primer representante del Estado de Nuevo León ante el Congreso Nacional, el padre fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra, que se pudo contar, en el Seminario, con el establecimiento de la cátedra de Derecho Canónico y Civil. Esta aprobación se dio el 7 de octubre de 1823, para todos los colegios de la Nación, ambas cátedras. A partir de esta aprobación el Cabildo Catedral, el 19 de enero de 1824 encomendó al Lic. D. José Alejandro de Treviño y Gutiérrez la dirección de dicha cátedra.

El 28 de Abril de 1826 el Congreso Local concedió, por decreto, el carácter de Universidad al Seminario (ley del 14 de Mayo de 1827) para que el Seminario-Universidad pudiera conferir grados mayores de teología y derecho, de acuerdo a los estatutos de la Universidad de Guadalajara. Estos estatutos, como los de la Universidad de México estuvieron inspirados en los de la Universidad de Salamanca.

De esta manera vemos como el Seminario se convirtió no solo en la primera institución de educación media y superior en el Estado, es decir, en la primera Universidad, sino que también fue cuna de la primera facultad, la de Derecho. De donde salieron los primeros abogados de Monterrey.

El año de 1854 el obispo Francisco de Paula Verea se vio en la necesidad de separar ambas cátedras, como se encuentran hasta el presente. Este mismo prelado consiguió para el Seminario la facultad de conferir grados pontificios de licenciatura en filosofía y teología, que por no renovarse se han perdido hasta el presente. La guerra contra la Unión Americana (1847-¬48) como la llamada de Tres años afectó la marcha de la educación en el Seminario. En 1891, el Papa León XIII eleva a la Diócesis de Linares a Metropolitana. Termina este siglo XIX y con él el siglo de Oro del Seminario de Monterrey.

3. SIGLO XX

El Concilio de Trento había establecido que del Seminario

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