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Herman Heller


Enviado por   •  28 de Abril de 2014  •  1.190 Palabras (5 Páginas)  •  337 Visitas

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DEL ESTADO MEDIEVAL AL ESTADO ACTUAL :

Para comprender lo que ha llegado a ser el Estado actual no es preciso rastrear a sus “predecesores”, por que se corre el riesgo de desatender aquello que principalmente interesa: la conciencia histórica de que el Estado, como nombre y como realidad, es algo, desde el punto de vista histórico, absolutamente peculiar y que, en esta su moderna individualidad, no puede ser trasladado a los tiempos pasados.

Entonces para comprender las relaciones políticas del pasado no hay otro recurso mas que medirlas con los conceptos del pensar actual, pero usando este medio con máxima cautela para evitar tener imágenes falsas del pasado, entendiendo que nuestros conceptos políticos son inadecuados, en principio, para un pasado muy lejano.

Por lo tanto nos limitamos a concebir el Estado del presente partiendo de sus supuestos históricos inmediatos y de confrontarlo con las formaciones políticas medievales, llamadas entonces reino o territorio, pero teniendo en cuenta que la denominación “Estado Medieval” es algo cuestionable. Ya que durante mas de medio mileno, en la Edad Media, no existió el Estado en el sentido de una unidad de dominación, independientemente en lo exterior e interior, que actuara de un modo continuo con medios de poder propios, y delimitado territorialmente.

Muchos historiadores suelen considerar al “Estado estamental” de la Edad Media (Gierke) como un Estado dualista. Pero si se hace un análisis de la división del poder político en la edad media, veremos que no es dualista sino pluralista, o como dice Hegel una “poliarquía”.

Casi todas las funciones del Estado moderno se hallaban en diversos depositarios: la iglesia, los nobles, propietarios de tierras, caballeros, ciudades y otros privilegiados. Mediante el enfeudamiento, la hipoteca o la concesión de inmunidades el poder central se vio privado de casi todos los derechos de superioridad, trasladándose a otros depositarios, que tenían carácter privado. Al soberano monárquico del Estado feudal le vienen a quedar muy pocos derechos inmediatos de dominación.

Los reinos y territorios de la Edad Media eran unidades de poder político. El estado de entonces no podía mantener su ordenación de modo ininterrumpido, sino solo de forma temporal, interviniendo de vez en cuando para eliminar la perturbación del orden estatal que se deseaba mantener. Su poder se encontraba muy limitado tanto a nivel interno, por los poderes feudales, corporativos y municipales como a nivel externo, por la Iglesia y el Emperador.

En la antigüedad, Estado e Iglesia, grupo político y grupo cultural habían constituido una unidad inseparable; cada “polis” tenía sus propios dioses. Luego con el monoteísmo judeo-cristiano se formó una Iglesia universal, sin fronteras políticas, que sustrajo gran parte de la vida personal y pública a la dominación del grupo político. Pero en la Edad Media, la Iglesia reclamó una obediencia, política de todos los hombres, incluso de los que ejercían poder político, obligándolos a ella por medios coactivos espirituales y físicos. De esta forma la Iglesia logra limitar el poder político medieval no solo de forma exterior sino en lo interno, indirectamente, valiéndose del clero. Esto tuvo como consecuencia que la Iglesia representara durante siglos la única organización monista de autoridad, en un mundo donde el poder estaba disgregado.

El punto de inflexión y quiebre de la supremacía papal lo constituyen la bula “Unam Sanctam” de Bonifacio VIII (1302) y la negación de obediencia por parte de Felipe de Francia, que tuvo lugar al año siguiente. La reforma trajo como consecuencia la emancipación definitiva y total del poder del Estado respecto de la Iglesia, incluso en los estados católicos.

En los tiempos medievales los señoríos feudales de nobles, caballeros y eclesiásticos, y más tarde también las ciudades, supieron oponerse en forma más eficaz al nacimiento de una organización política firme y de un poder estatal independiente. El estado feudal no conoció una relación de súbdito de carácter unitario, ni un orden jurídico unitario, ni un poder estatal unitario, en el sentido en que nosotros lo entendemos.

Es cierto que el Estado estamental supera esa disgregación del poder, reuniendo a los depositarios estamentales de este en corporaciones, los estamentos, pero lo hace solo con el fin de oponerlos al príncipe como enemigo más temible. Se produce entonces una revolución social en el siglo XIII. En lugar del antiguo noble hereditario aparecen los nuevos estamentos profesionales: el estamento de los caballeros que surge de los feudatarios no libres y que recoge partes de la antigua nobleza, y la burguesía de las ciudades que gana poder a causa de la aparición de la economía monetaria y crediticia. En lo sucesivo las funciones políticas y los derechos de mando se transmiten por herencia con la tierra o se enajenan aparte. Así los caballeros y las ciudades tienen la posibilidad de adquirir ventajas de carácter público, cargos y derechos, de la mayoría de los príncipes cargados de deudas. Pero lo más importante es que los nuevos estamentos privan al príncipe de la base económica de su poder, arrebatándole la facultad impositiva.

En el siglo XIV las uniones estamentales se convierten en los grupos internacionales de interés del clero, de los caballeros y de los burgueses, que rompen en todas partes el carácter político cerrado de los territorios.

Es así que ambas partes, príncipes y estamentos, afirman tener el mejor derecho; ambos disponen de un completo aparato propio de poder: tribunales, funcionarios, finanzas propias e incluso ejercito y representación diplomática propios. Las guerras suelen ser meras contiendas privadas en las que luchan con la ayuda de los pocos vasallos, sometidos a obediencia y obligados a servicio, de su servidumbre y de soldados mercenarios. Los príncipes tratan con sus estamentos como si se tratase de aliados, en plano de igualdad, y con frecuencia tienen que aliarse con otros señores territoriales para imponerse a sus propios súbditos. Ranke Gesch dijo que “Una guerra general de todos contra todos se origino en el interior de las naciones”.

La aparición del poder estatal monista se produjo según formas y etapas muy distintas en las distintas naciones. La atomización política se vence primero en Inglaterra. Es allí donde gracias a la energía de los reyes normandos se crea en el siglo XI una organización política relativamente fuerte. Una primera manifestación del Estado moderno se dio en Sicilia donde Federico II sustrajo de forma radical al sistema feudal, centralizando todo de modo burocrático. Aunque los orígenes del estado moderno y de las ideas que a el corresponden hay que buscarlas en las ciudades-republicas de la Italia septentrional en el Renacimiento.

La palabra “Estado” designa un cosa totalmente nueva porque, a partir del Renacimiento y en el continente europeo, las poliarquías, que hasta entonces tenían un carácter impreciso en lo territorial y cuya coherencia era floja e intermitente, se convierten en unidades de poder continuas y reciamente organizadas, con un solo ejercito que era, además, permanente, una única jerarquía de funcionarios y un orden jurídico unitario, imponiendo además a los súbditos el deber de obediencia con carácter general. A consecuencia de la concentración de los instrumentos de mando, militares, burocráticos y económicos, en una unidad de acción política surge aquel monismo de poder, relativamente estático, que diferencia de manera característica el Estado de la Edad Moderna del Territorio Medieval.

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