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La Fundacion De Cirene


Enviado por   •  9 de Abril de 2013  •  2.009 Palabras (9 Páginas)  •  1.569 Visitas

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La fundación de Cirene en Heródoto, Historia IV, 150-159

Bien, hasta este punto de mi relato los lacedemonios coinciden en sus afirmaciones con los tereos, pero a partir de aquí los de Tera son los únicos que mantienen la siguiente versión de los hechos: Grino, hijo de Esanio, que descendía del susodicho Teras y que era rey de la isla de Tera, llegó a Delfos llevando consigo una hecatombe ofrecida por su ciudad. Le acompañaban varios conciudadanos suyos y, entre ellos, Bato, hijo de Polimnesto, que pertenecía a la familia de Eufemo, uno de los minias. Pues bien, cuando Grino, el rey de los tereos, estaba consultando al oráculo sobre otras cuestiones, la Pitia le respondió que fundara una ciudad en Libia. Entonces el rey le respondió en estos términos: «Yo, Señor, ya soy demasiado viejo e incapaz para llevar a cabo la empresa; impón, pues, esta tarea a cualquiera de los jóvenes aquí presentes». Y al tiempo que decía estas palabras, señalaba a Bato.

Por el momento, esto fue todo. Pero, posteriormente, una vez de regreso, hicieron caso omiso del oráculo, pues no sabían en qué parte de la tierra se encontraba Libia y no se atrevían a enviar una colonia a un destino desconocido.

A raíz de ello, en Tera no llovió durante siete años, en el transcurso de los cuales se secaron todos los árboles que tenían en la isla, salvo uno solo. Y cuando los tereos consultaron al oráculo, la Pitia únicamente aludió a la colonia a fundar en Libia. En vista, pues, de que no vislumbraban remedio alguno para su mal, despacharon emisarios a Creta para que se informasen de si algún cretense o algún meteco había llegado hasta Libia. En su deambular por la isla, los emisarios llegaron incluso a la ciudad de Itano, donde se pusieron en contacto con un pescador de múrice cuyo nombre era Corobio, quien les dijo que, arrastrado por los vientos, había llegado a Libia, concretamente a Platea, una isla de Libia. Entonces, mediante cierta suma, convencieron al pescador y lo llevaron a Tera. De Tera, primeramente, zarparon unos exploradores -no muchos-, a quienes Corobio guió justamente hasta la mencionada isla de Platea, donde dejaron a Corobio, proporcionándole víveres para un cierto número de meses, mientras que ellos zarparon a toda vela para dar a los tereos noticias sobre la isla.

Pero como los expedicionarios estuvieron ausentes más tiempo del convenido, a Corobio empezaron a agotársele todas las provisiones. Poco después, sin embargo, una nave samia -cuyo patrón era Coleo-, que navegaba con rumbo a Egipto, se desvió de su ruta y arribó a la citada Platea. Entonces los samios, al enterarse por boca de Corobio de toda la historia, le dejaron provisiones para un año.

Acto seguido, los samios partieron de la isla y se hicieron a la mar ansiosos por llegar a Egipto, pero se vieron desviados de su ruta por causa del viento de levante. Y como el aire no amainó, atravesaron las Columnas de Heracles y, bajo el amparo divino, llegaron a Tarteso. Por aquel entonces ese emporio comercial estaba sin explotar, de manera que, a su regreso a la patria, los samios, con el producto de su flete, obtuvieron, que nosotros sepamos positivamente, muchos más beneficios que cualquier otro griego (después, eso sí, del egineta Sóstrato, hijo de Laodamante; pues con este último no puede rivalizar nadie). Los samios apartaron el diezmo de sus ganancias -seis talentos- y mandaron hacer una vasija de bronce, del tipo de las cráteras argólicas, alrededor de la cual hay unas cabezas de grifos en relieve. Esa vasija la consagraron en el Hereo sobre un pedestal compuesto por tres colosos de bronce de siete codos, hincados de hinojos. Este episodio, por cierto, fue el origen remoto de los sólidos lazos de amistad que cireneos y tereos entablaron con los samios.

Por su parte, los tereos que habían dejado a Corobio en la isla, al arribar a Tera, notificaron que habían colonizado una isla en la costa libia. Entonces los de Tera decidieron enviar, de cada dos hermanos, al que la suerte designase, y que hubiese expedicionarios de todos los distritos, que eran siete; su jefe, a la par que rey, sería Bato. Así pues, enviaron a Platea dos penteconteros.

Esto es lo que cuentan los tereos (por cierto que, en el resto de la historia, los de Tera concuerdan también con los de Cirene), pues, en lo que se refiere a Bato, los cireneos no coinciden lo más mínimo con los tereos. En efecto, la versión de los cireneos es la siguiente. En Creta hay una ciudad, Oaxo, en la que reinaba Etearco, quien, como era viudo y tenía una hija cuyo nombre era Frónima, contrajo nuevas nupcias para darle una madre a esa hija suya. Pero la segunda esposa, una vez instalada en el hogar, creyó conveniente comportarse con Frónima como una verdadera madrastra, así que la maltrataba y maquinaba contra ella todo tipo de perfidias; hasta que, finalmente, la acusó de impudicia y convenció a su marido de que su afirmación era cierta. Persuadido por su mujer, Etearco tramó contra su hija una acción incalificable. Resulta que en Oaxo se encontraba Temisón, un comerciante de Tera; Etearco le brindó hospitalidad y le hizo jurar solemnemente que le prestaría el favor que le solicitara. Después de habérselo hecho jurar, mandó traer a su hija y se la entregó, ordenándole que se la llevara y la arrojase al mar. Entonces Temisón, sumamente indignado ante el engaño del juramento, dio por cancelado el vínculo de hospitalidad e hizo lo siguiente: tomó a su cargo a la muchacha y se hizo a la vela; y, cuando se hallaba en alta mar, para cumplir el juramento prestado a Etearco, la ató con unas cuerdas y la arrojó al mar; pero acto seguido la sacó del agua y arribó a Tera.

Posteriormente, Polimnesto, un individuo que en Tera gozaba de prestigio, acogió en su casa a Frónima y la hizo su concubina. Al cabo de cierto tiempo, tuvo de ella un hijo con un defecto articulatorio -concretamente era tartamudo-, a quien, según el testimonio de tereos y cireneos, se le impuso

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