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La importancia de la veracidad en el historiador actual


Enviado por   •  11 de Febrero de 2018  •  Ensayos  •  2.007 Palabras (9 Páginas)  •  148 Visitas

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La importancia de la veracidad en el historiador actual

Semblanza del autor de ¿Qué es la Historia?:

Edward Hallett Carr fue un historiador y periodista británico nacido en Londres el 28 de Junio de 1892 en una familia de clase media, educado en la Merchant Taylors' School de Londres, y el Trinity College, Cambridge, donde se licenció en Primera Clase Clásicos.

De 1916 a 1936 sirvió en la Oficina de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña y fue parte de la delegación británica en la Conferencia de Paz de París. Más tarde llegó a ser consejero de la Sociedad de las Naciones affairs.Después de ser asignado a Riga, Letonia, en la década de 1920 aumento la fascinación de Carr por la literatura y la cultura de Rusia y escribió varias obras sobre diversos aspectos de la vida de Rusia. Entre 1931 y 1937, Carr publicó numerosas obras sobre los historiadores y la historia.

Carr expresó abiertamente su oposición al empirismo en la historiografía y se le reconoció como teórico de las relaciones internacionales, postulándolas como disciplina académica gracias a sus obras sobre la historia, a la cuál definió como “Un proceso continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado.”

Durante la guerra se aferró a la postura izquierdista, a pesar de no creer posible un triunfo de Inglaterra sobre Alemania, por lo cual cayó en una depresión ante la declaración de guerra de Alemania el 3 de Septiembre de 1939.

Al término de la guerra, Carr se trasladó a la ciudad de Oxford y desempeñó como profesor en el Balliol College y poco después en el Trinity College, en donde publicó la mayor parte de su obra de divulgación.

Edward desempeñó papeles importantes en las relaciones internacionales como diplomático, además de ser también asesor de la Sociedad de Naciones y subdirector del diario The Times y ocupar la cátedra Woodrow Wilson de Relaciones Internacionales en la Universidad de Cardiff en 1936.

Entre sus obras, pueden destacarse La crisis de los 20 años (1919-1939); Bakunin;Dostoyevski, 1821-1881. Lectura crítico-bibliográfica; Estudios sobre la revolución; De Napoleón a Stalin  y Los exilados románticos,La etapa final de su vida la consagró a la elaboración de los catorce volúmenes de la historia de la Rusia soviética. Su obra más conocida en español es su libro historiográfico ¿Qué es la historia?, donde sienta las bases de su pensamiento.

Murió en Londres en 1982.

Mi propósito no es referir su historia.
De los días y noches que la componen, sólo
me interesa una noche, del resto no referiré sino
lo indispensable para que esa noche se entienda

-Jorge Luis Borges-

El presente se modifica continuamente, no se puede pensar en un presente definitivo ni en un término de la historia, como afirma Fukuyama[1]. El pasado cada vez es mayor y repercute cada vez más inmediatamente en nuestro presente y, por consiguiente, en el futuro al que nos acercamos. Una de las características fundamentales de la historia, debe ser la veracidad de los hechos que se informan, es decir, y hablando en términos periodísticos, redactar de manera “blanca”, no amarillista, indicando, a través de la investigación premeditada de las causas, una redacción fiel a los hechos, deslindada lo mayormente posible de una interpretación personal por parte del historiador que no tenga como base un argumento.

El historiador tiene como meta el informar verazmente, para lograrlo, tiene un arduo trabajo previo, debe cumplir con muchas tareas minuciosas, que a veces pasan desapercibidas por el lector. A la mala hora de que el lector de historia encuentre información no veraz, será cuando el historiador no haya realizado de manera completa su labor y perjudicando al lector, divirtiendo su percepción (divertir – divertere “alejarse, desviar”).

Es por lo anterior que, un historiador apegado al estudio de la historia específicamente, no puede darse el lujo de terminar su trabajo por terminarlo simplemente, sino que es obligación prestar su tiempo y atención a la revisión de fuentes, apegándose más a las más fácilmente comprobables, con esto quiero decir, que se investiguen primariamente las fuentes escritas (documentos, correspondencia, obra literaria, etc.) e iconográficas (obras plásticas y gráficas) e indagar con no poco cuidado en las orales.

Estoy consciente de que mi preferencia por las fuentes escritas e iconográficas tiene una desventaja: la subjetividad de los originadores de tales fuentes. Sobre todo si estas fuentes están incompletas o se desconoce su origen exacto. ¿Quién podría negar rotundamente que en la obra épica de Shakespeare se inflaman demasiado los hechos?; ¿Quién  podría aseverar que la nobleza sobre la que escribía realizara tales proezas, con vidas tan fascinantes merecedoras de una puesta en escena con lenguaje tan exquisito? A éstas respuestas podríamos llegar con una breve investigación, en primer lugar, los reyes no ocupaban tan basto lenguaje, pues no lo necesitaban, y en segundo lugar, la obra de Shakespeare está enteramente influenciada por la farsa, (género basado en una exuberante realidad o fantasía completamente) y, aun así, Shakespeare es una referencia histórica recurrente.

Ante esto, un historiador no debe temer mostrar subjetivaciones, solamente, no conjeturar propiamente, pero sí analizar la situación en que se encuentra el trabajador de la historia, puesto que, por no estar excluido de la sociedad, tampoco lo está de la historia (todo hecho registrado tendrá una repercusión en cualquier lugar al que llegue).

He dicho que el historiador debe hacer un trabajo de mesa, una “recolección” como primer tarea para desarrollar un fenómeno histórico (o un hecho cotidiano, puesto que no se debe desdeñar a la microhistoria ni a la historia inmediata/del mundo actual) y para ésta tarea no hay un método “Del mismo modo que no hay una verdad, tampoco hay en la historia “leyes”. Pero leyes entendidas a la manera de la ciencia decimonónica, es decir, como un cuerpo de hipótesis verificadas de una vez por todas después de un proceso inductivo.”[2]. Por tal, el historiador tiene un libre albedrío para comenzar (y desarrollar y terminar) su trabajo historiográfico. Así como puede comenzar en una biblioteca con libros especializados, como puede preguntarle al párroco más anciano de un pueblo, pero, repito, cuidando de sus fuentes; un historiador no puede poner al pie de una página “mi tía me lo contó durante la cena de Noche Buena”, perdería todo prestigio aunque la información sea válida.

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