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Leyendas Del Acueducto De Morelia, Michoacan.


Enviado por   •  14 de Octubre de 2012  •  1.201 Palabras (5 Páginas)  •  1.051 Visitas

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LEYENDAS DEL ACUEDUCTO DE MORELIA (MICHOACAN)

Por Julie Sopetrán

El Acueducto de Morelia se fundó en 1549. La obra actual se construyó bajo el mando del Obispo Antonio de San Miguel, 1785. El Acueducto llevaba el agua hasta el límite de la ciudad. Tiene 253 arcos de medio punto, con una altura de casi diez metros, tiene más de 1.700 metros. A tenido varias reconstrucciones, en 1910 se cambió el curso del agua y en 1998 se restauró. Es uno de los más bellos e importantes acueductos de México. Uno de los arcos, sirve de pórtico a la calzada de Guadalupe. Algunos asientos sirven para el descanso a la sombra de los frondosos fresnos. Muy cerca se encuentra el Santuario de Guadalupe con su cúpula bizantina. Alrededor se contemplan las casas señoriales, antiguas, con sus balcones labrados en piedra y con sus rejas protectoras. Entre estas casas, hay una donde vivía un noble hidalgo muy pobre, su padre había sido camarero y guardia de don Felipe V. Luego, él también había tenido un cargo de honor, creando envidias de los criados y favoritos, hasta tal punto que tuvo que refugiarse en esta casa de la Nueva España en el lugar, ciudad, que entonces se llamaba Valladolid. Don Juan Núñez de Castro, llegó a vivir a esta ciudad con su segunda esposa, Doña Margarita de Estrada y también con su hija, del primer matrimonio, Leonor. Su esposa, arruinó a Don Juan, ella era una mujer muy ambiciosa y se dedicó al lujo y el despilfarro.

Dicen que su hija Leonor, era guapísima, rubia, de ojos azules, delgada, elegante, dulce... Doña Margarita, tenía a su esposa y a su hija, atemorizados.

Leonor se la pasaba en casa sin salir, lavando, en la cocina y sin ver la calle. No podía ni siquiera salir a mirar por el balcón.

Un día, llegó a Morelia un virrey, era Semana Santa, y viéndola postrada en los monumentos, quedó prendado de Leonor. Ella lo miró y aunque nada se dijeron, recibió una carta concertando una cita con el galán, para versen a las ocho de la tarde en la reja del sótano,lugar donde la encerraba doña Margarita para que nadie viera a su hija.

El apuesto mozo que era don Manrique de la Serna y Frías, español, oficial mayor de la secretaría del virreinato, inteligente, obediente, buen mozo y con buen sueldo en la corte, se hizo ilusiones para obtener la mano de Leonor, aunque doña Margarita se opusiera.

Pero para ello tenía que verla, hablar con ella y estar seguro de la voluntad de Leonor. ¿Conseguiría su amor? Para ahuyentar a los curiosos y a los duendes y aparecidos, pintó en el rostro del paje una calavera y lo vistió de dieguito, y se paseaba de un lado a otro por la calzada de Guadalupe, como si fuera un verdadero aparecido. Eran las ocho de la tarde-noche, cuando clamaban las campanas en los campanarios de las iglesias, como era la costumbre. Se hizo el silencio, la aparente alma en pena se paseaba cerca del muro donde se encontraba la reja del sótano, lugar en que había quedado para platicar doña Leonor. A esa hora la gente se metía en casa asustada. Pero Doña Margarita que era una mujer muy osada y maliciosa, quiso averiguar qué pasaba... Y fue ella que cerró por fuera el sótano cuando Don Manrique y Leonor platicaban acerca de cómo deberían organizar su boda para pedir a Don Juan la mano de su hija. Don Manrique saldría al día siguiente con su comitiva para México. Pero Doña Leonor, no podría ya salir de aquella cárcel. La puerta estaba cerrada.

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