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Los 4 Acuerdos


Enviado por   •  25 de Agosto de 2014  •  24.333 Palabras (98 Páginas)  •  198 Visitas

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Los Cuatro

Acuerdos

Un libro

de sabiduría tolteca

Dr. Miguel Ruiz

Los CUATRO ACUERDOS

Hace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como «mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero, de hecho, eran científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados.

La conquista europea, unida a un agresivo abuso del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo que los naguales se vieran forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en la oscuridad. Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y transmitido de una generación a otra por distintos linajes de naguales. Ahora, el doctor Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, comparte con nosotros las profundas enseñanzas de los toltecas.

«No hay razón para sufrir. La única razón por la que sufres es porque así tú lo exiges. Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida. Lo mismo es aplicable a la felicidad. La única razón por la que eres feliz es porque tú decides ser feliz. La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento».

Dr. Miguel Ruiz

Los Cuatro Acuerdos

Un libro de sabiduría tolteca

Agradecimientos

Me gustaría expresar mí humilde agradecimiento a Sarita, mí madre, que me enseñó el amor

incondicional; a José Luís, mi padre, que me enseñó disciplina; a mi abuelo, Leonardo Macías, que me entregó la llave para acceder a los misterios toltecas, y a mis hijos Miguel, José Luís y Leonardo.

Deseo expresar mi más profundo afecto y aprecio a Gaya Jenkins y Trey Jenkins por su dedicación.

Me gustaría hacer extensiva mi más honda gratitud a Janet Milis, editora y creyente. También estaré permanentemente agradecido a Ray Chambers por iluminarme el camino.

Me gustaría manifestar mí respeto a mi querida amiga Gíni Gentry, una «mente» increíble cuya fe me llegó al corazón.

Me gustaría también reconocer la contribución de las numerosas personas que generosamente

entregaron su tiempo, su corazón y sus recursos para apoyar estas enseñanzas. Una lista parcial incluye a:Gae Buckiey, Teo y Peggy Suey Raess, Christinea Johnson, Judy «Red» Fruhbauer, Vickí Molinar, David yLinda Dibble, Bernadette Vigil, Cynthia Wootton, Alan Clark, Rita Pisco Rivera, Catherine Chase, StephanieBureau, Todd Kaprielian, Glenna Quígley, Alan Hardman, Cindee Pascoe, Tink y Chuck Cowgill, Roberto yDiane Paez, Siri Gían Singh Khalsa, Heather Ash, Larry Andrews, Judy Silver, Carolyn Hipp, Kim Hofer,Mersedeh Kheradmand, Diana y Sky Ferguson, Keri Kro-pidlowski, Steve Hasenburg, Dará Salour, Joaquín Galvan, Woodie Bobb, Rachel Guerrero, Mark Gershon, Collette Michaan, Brandt Morgan, Katherine Kilgore(Kítty Kaur), Michael Gilardy, Laura Haney, Marc Cloptin, Wendy Bobb, Edwardo Fox, Yari Jaeda, Mary

Carroll Nelson, Amari Magdelana, JaneAnn Dow, Russ Venable, Gu y Maya Khalsa, Mataji Rosita, Fred y Marión Vatínelli, Diane Laurent, V. J. Polích, Gail Dawn Price, Barbara Simón, Patti Cake Torres, Kaye TKompson, Rarnín Yazdani, Linda Lightfoot, Terry «Petie» Gorton, Dorothy Lee, J, J. Frank (Julio Franco), Jennifer y Jeanne Jenkins, George Gorton, Tita Weems, Shelley Wolf, Gígí Boyce, Morgan Drasmin, Eddíe Von Sonn, Sidney de Jong, Peg Hackett Cancienne, Germaíne Bautista, Pilar Mendoza, Debbie Rund

Caldweil, Bea La Scalla, Eduardo Rabasa y el Cowboy.

Los toltecas

Hace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como «mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero, de hecho, eran científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) y estudiantes en Teotihuacán, la ciudad de las pirámides en las afueras de Ciudad de México, conocida como el lugar en el que «el hombre se convierte en Dios».

A lo largo de los milenios los naguales se vieron forzados a esconder su sabiduría ancestral y a

mantener su existencia en secreto. La conquista europea, unida a un agresivo mal uso del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo necesario proteger el conocimiento de aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con buen juicio, o que hubieran podido usarlo mal intencionadamente para obtener un beneficio personal.

Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y transmitido de una generación a otra por distintos linajes de naguales. Aunque permaneció oculto en el secreto durante cientos de años, las antiguas profecías vaticinaban que llegaría el momento en el que sería necesario devolver la sabiduría a la gente.

Ahora, el doctor Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, ha sido guiado para divulgar las poderosas enseñanzas de los toltecas.

El conocimiento tolteca surge de la misma unidad esencial de la verdad de la que parten todas las

tradiciones esotéricas sagradas del mundo. Aunque no es una religión, respeta a todos los maestros espirituales que han enseñado en la Tierra, y, si bien abarca el espíritu, resulta más preciso describirlo como una manera de vivir que se distingue por su fácil acceso a la felicidad y el amor.

INTRODUCCIÓN

Espejo Humeante

Hace tres mil años había un ser humano, igual que tú y que yo, que vivía cerca de una ciudad rodeada de montañas. Este ser humano estudiaba para convertirse en un chamán, para aprender el conocimiento de sus ancestros, pero no estaba totalmente de acuerdo con todo lo que aprendía. En su corazón sentía que debía de haber algo más.

Un día, mientras dormía en una cueva, soñó que veía su propio cuerpo durmiendo. Salió de la cueva a una noche de luna llena. El cielo estaba despejado y vio una infinidad de estrellas. Entonces, algo sucedió en su interior que transformó su vida para siempre. Se miró las manos, sintió su cuerpo y oyó su propia voz que decía: «Estoy hecho de luz; estoy hecho de estrellas».

Miró al cielo de nuevo y se dio cuenta de que no son las estrellas las que crean la luz, sino que es la luz la que crea las estrellas. «Todo está hecho de luz –dijo–, y el espacio de en medio no está vacío.»

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