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Max Webber- Socialismo


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2011  •  10.659 Palabras (43 Páginas)  •  654 Visitas

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El socialismo

Max Weber

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El socialismo (1918)

Muy distinguidos señores:

Es la primera vez que me cabe el honor de dirigir la palabra al círculo de oficiales del real e imperial ejército, y por eso comprenderán ustedes que me resulte un tanto embarazoso. Sobre todo, porque me son desconocidas por completo las circunstancias internas del funcionamiento del real e imperial ejército; esas condiciones previas determinantes de las que depende la influencia de la oficialidad sobre la tropa. Huelga decir que el oficial de la reserva y de la milicia no pasa nunca de ser un mero aficionado, y ello no sólo porque le falta la preparación científico-militar, sino también porque le falta el contacto permanente con el sistema nervioso interno de la institución. De cualquier modo, sin embargo, una persona que, como yo, ha estado sirviendo algunas temporadas durante varios años en el ejército alemán en los más diversos lugares de Alemania, cree tener la suficiente idea de las relaciones entre oficiales, suboficiales y tropa como para, por lo menos, poder juzgar qué clase de influencia es posible y cuál difícil o imposible. Naturalmente, en lo que concierne al ejército real e imperial no tengo la menor idea al respecto. Todo lo más que sé de su situación interna es que en su seno existen problemas de tipo practico realmente ingentes, que para mí se derivan simplemente ya del lenguaje mismo. Algunos oficiales de la reserva del ejército real e imperial han intentado explicarme repetidas veces cómo se consigue mantener ese contacto con la tropa que se requiere, precisamente, para ejercer cualquier tipo de influencia sobre ella más alla de lo estrictamente oficial, y ello aun sin conocer propiamente su lenguaje. Por lo que a mí respecta, sólo puedo hablar a partir de mi experiencia alemana, de modo que, para empezar, me voy a permitir hacer algunas observaciones previas sobre la forma con que se ha desarrollado dicha influencia entre nosotros.

Estas observaciones las voy a hacer «mirando desde abajo». Me explicaré: en mis viajes por Alemania, a veces frecuentes, me había impuesto como norma viajar siempre en tercera clase, a no ser que se tratara de viajes muy largos y me esperara un trabajo muy fatigoso. De ese modo, con el paso del tiempo conseguí entrar en contacto con muchos centenares de personas que volvían del frente, o se dirigían a él, precisamente en una época en que se había empezado a practicar entre nosotros lo que se entendía como una campana de instrucción a cargo de los oficiales. Gracias a ello, y sin haberme propuesto de antemano aprovechar la ocasión para preguntar a la gente o hacer que me contaran cosas, escuché opiniones de lo más diversas sobre el asunto. Por donde he de añadir que casi siempre fueron hombres de mucho fiar, que creían firmemente en la autoridad de los oficiales; sólo en muy contadas ocasiones me encontré con alguien que tuviera una postura distinta. y el caso era siempre éste: que muy pronto se tendría que reconocer inevitablemente la enorme dificultad que entrañaba dicha campana de instrucción. Un asunto en concreto era lo siguiente: tan pronto empezaba a surgir la sospecha de que lo que se pretendía era fomentar directa o indirectamente una política de partida, sea de la índole que fuera, la mayoría de la gente se volvía recelosa. Pues ocurría que cuando iban a casa de permiso se juntaban con sus amigos de partido, y después resultaba lógicamente difícil mantener una relación de verdadera confianza con ellos. Existía, asimismo, otra dificultad no menor: es cierto que la gente reconocía sin reparos la competencia del oficial en materia militar; así lo he podido comprobar siempre y en todas partes, por más que, naturalmente, también en Alemania se lanzaba en ocasiones algún que otro improperio unas veces contra los mandos, otras contra cualquier otra cosa; sin embargo, en principio no se ponía nunca en duda la autoridad. Con lo que sí podía encontrarse uno, por el contrario, era con el siguiente parecer: al fin y al cabo, cuando se nos instruye por parte de los oficiales sobre nuestra vida privada y cuando a ella atañe no se puede olvidar el hecho de que la oficialidad pertenece a un estrato profesional distinto del nuestro, y que el oficial, aun con toda su mejor voluntad, no puede hacerse cargo de nuestra situación en igual medida que nosotros mismos, que somos quienes estamos tras la máquina o el arado. Esto es lo que una y otra vez se ponía de manifiesto en buena cantidad de opiniones, en parte ingenuas, por lo que a mí me daba la impresión de que por culpa de una forma equivocada de instrucción podía quedar mermada la autoridad de los oficiales también en el terreno de lo militar, donde resulta absolutamente indiscutible, y ello porque la gente no aceptaba incondicionalmente dicha autoridad en aquellos ámbitos que consideraba como terreno suyo propio. No ahora, aunque sí en otro tiempo, se ha cometido a menudo otro error en la polémica con el socialismo. Por muy buenas razones se ha desistido ya hace tiempo de seguir la táctica, otrora empleada por los adversarios de la social-democracia, de confrontar a los obreros con este reproche relativo a los funcionarios sindicales y del partido: «Bien mirado, ésos son los que viven, en el sentido material de la expresión, de los cuartos de los obreros, y bastante más que los empresarios.» Porque obvia decir que a ello replicara cualquier obrero como sigue: «Naturalmente que viven a mis expensas. Efectivamente, yo les pago. Pero precisamente por eso me son leales, dependen de mí, y sé que así se obligan a defender mis intereses. Que no se me venga, pues, con ésas. Eso bien vale los cuatro cuartos que me cuesta.» Con razón, pues, se ha renunciado a intentar desacreditar por esa vía al grupo de intelectuales encargados en todas partes de elaborar las consignas, los lemas y, díganlo ustedes, sin reparo ninguno, los tópicos vacíos con que se opera sin excepción en todos los partidos, incluidos, naturalmente, también los partidos de izquierda y el partido socialdemócrata. En mi opinión, hay que congratularse especialmente de que en Alemania se haya establecido un saludable modus vivendi con los sindicatos. Cada cual es libre de pensar como quiera sobre los sindicatos. También ellos cometen necedades. No obstante, precisamente desde el punto de vista militar ha sido muy inteligente adoptar esa postura frente a los sindicatos. Pues, al fin y al cabo, representan algo que también es peculiar de las instituciones militares. Dejemos de lado

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