La Tradición Racional/utilitarista

La tradición racional/utilitarista

La tradición racional/utilitarista tiene sus orígenes en los siglos XVIII y XIX, cuando se le conoció como utilitarismo y sus partidarios eran filósofos sociales británicos. Para 1950 los sociólogos propusieron la “teoría del intercambio”, mientras que en otras disciplinas se comenzaron a interesar por este enfoque y en 1970 y 1980 se generó un vasto movimiento conocido como “la elección racional”, cuyo sector político designó su posición como teoría de “elección pública”.

Esta tradición participó en la formación de las ciencias sociales como disciplinas especializadas, de tal manera que incluso -algunos de sus partidarios- le ven como una fuerza que unificará a todas las ciencias sociales.

Una de las variantes de esta tradición coincide con la teoría del conflicto al observar al individuo como defensor de sus intereses y calculador de sus ventajas; en un mundo material de ganancias y costos. Esta versión del utilitarismo tiene semejanzas con el marxismo. Sin embargo la teoría moderna de la elección racional no presta atención a la estratificación ni a la desigualdad, ya que concibe un mundo con personas racionales que actúan para mejorar, acercándose más a los ideales utópicos de los economistas de otras épocas.

Otra variante ha sido muy crítica hacia las instituciones sociales, sin embargo estas críticas eran generadas por críticos conservadores, cuyo aporte fue un punto de vista realista y sin sentimentalismos, para analizar las cuestiones políticas.

Una variante más trata de demostrar que es técnicamente posible explicar a la sociedad en función de las motivaciones racionales de los individuos.

Algo que llama la atención sobre todas estas variantes del racional/utilitarismo es la constante lucha por resolver los problemas que surgen de sí mismas: Como la existencia de los valores no racionales, la existencia de la cognición interpretativa y simbólica o la negación de la sociedad concebida como una macroentidad. Sin embargo, estos problemas, lejos de debilitar a la tradición racional/utilitarista, la han enriquecido.

John Locke propuso ideas básicas de la filosofía utilitarista, quien siempre partió del individuo racional con derechos básicos (como la propiedad privada). Locke se opuso a al carácter innato de las ideas. Fue empirista convencido de que cada persona forja sus ideas como resultado de sus experiencias.

Por su parte Shaftesbury y Hutcheson aseguraron que las personas debían poseer un sentido moral innato, mientras que para Hume el principio de las creencias son las asociaciones de ideas, basadas en el orden en que se producen las sensaciones. Este principio de Hume dio lugar a lo que actualmente es la posición utilitarista clásica.

Otros aportes fueron lo de Smith quien defendía la tesis del interés egoísta, ubicándolo en un sistema económico, defendiendo la ley del mercado al sistematizar la doctrina laisser-faire en un conjunto de principios económicos.

Es en esta época se empieza a utilizar el término de “utilitarismo” como referente al movimiento de reforma social. Es importante señalar que el utilitarismo no solo hace referencia sólo al individuo egoísta, sino que también pretende hallar el equilibrio entre los intereses de todos los individuos.

De 1800 a 1860 el utilitarismo

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