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La pesca de orilla (Narrativo)


Enviado por   •  30 de Enero de 2012  •  Reseñas  •  538 Palabras (3 Páginas)  •  548 Visitas

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La pesca de orilla (Narrativo)

La satisfacción que se siente al sacar la red llena es realmente gratificante, mas no siempre la orilla es tan dadivosa. Mi viejo y yo habíamos estado trabajando desde la tarde anterior reparando las tarrayas, preparando los hilos, limando los cuchillos y dejando todo en orden para la pesca en la madrugada. Teníamos el positivismo que nos caracterizaba a la hora de pescar, sin embargo los resultados que encontraríamos jamás nos pasarían por la mente.

La esperanza de una buena pesca se alimentaba con ver que el mar estaba llanito y se veía el movimiento en el agua por las sardinas y las jareas. Este tipo de peces, normalmente, atrae al pez más grande que está en busca de su presa, lo que aumentaba nuestra motivación. Así que lanzamos la primera red, la más grande, con la ilusión de obtener de la orilla lo que habíamos ido a buscar, los pescados más enormes que nos pudiera brindar.

Una y otra vez lanzábamos la red con mucho deseo, mas nuestra ilusión se opacaba al ver que salía vacía. --¡Tráeme la sardinera!-- gritó mi padre frustrado. La sardinera es una tarraya más liviana y de hoyos pequeños que se usa para pescar la sardina y otros peces chicos, que se pueden comer, pero usualmente se usan como carnada. Esta red no falló; una sola tirada sacó las suficientes sardinas para llenar una de las cubetas hasta la mitad. Aunque no era la sardina lo que fuimos a buscar, ahora teníamos carnada fresca que podríamos usar en los anzuelos.

Pinchando las carnadas aún vivas en los anzuelos, lanzamos varios hilos con la esperanza de halar algún animal pesado, pero fue en vano. Los peses grandes, simplemente, no estaban en esa orilla. Teníamos que decidir si llevar sardinas a la casa o subir por la desembocadura rio arriba y buscar lo que queríamos.

El rio estaba bastante cerca por lo que decidimos tomar el camino que, aunque nos haría regresar más agotados, nos brindaba la posibilidad de agarrar algunas de las bellezas gordas del mar. Comenzamos la marcha con buena carnada, el equipo correcto y la idea de que los peces que subieron al rio cuando la marea estaba alta, todavía no hubiesen salido al mar. Esta sería nuestra gran oportunidad.

Nuestra idea no falló y la oportunidad sí estaba allá. Desde la orilla del rio lanzamos los hilos con los que pescamos jureles, robalos y enormes sábalos. Estos detectaban la sardina, débil y herida por el anzuelo quedando atrapados en él al morder. Ya podíamos imaginar el olor a caldo, el sonido del aceite friendo los pescados y los plátanos; y la familia reunida comiendo y contando historias.

Fue un camino duro, largo y pesado, pero el premio de ver muchas caras felices al llegar a casa nos hizo olvidarlo. La pesca te deja cortaduras,

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