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El individuo y la sociedad: el origen e interpretación de los síntomas histéricos


Enviado por   •  23 de Mayo de 2013  •  Tutoriales  •  4.997 Palabras (20 Páginas)  •  394 Visitas

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El individuo y la sociedad: el origen e interpretación de los síntomas histéricos.

Sergio Pastrana Ruiz.

El origen e interpretación de los síntomas histéricos toma relevancia a partir de la historia de vida de cada uno de los pacientes, las experiencias y el contexto, desde la época histórica hasta las relaciones sociales y familiares, donde ésta inmerso y se desarrolla como sujeto, lo que influirá en la gravedad y frecuencia de las manifestaciones sintomatológicas, ello partiendo desde una perspectiva donde se considera al paciente como individuo único tanto en sus procesos psicológicos como las experiencias adquiridas a partir de la constante relación con su entorno.

¿Cómo llegar a conocer e interpretar el origen de los síntomas histéricos? Para Freud, el camino emprendió a partir del uso de la técnica de la hipnosis hasta llegar finalmente a la asociación libre. El suceso trascendental fue el descubrimiento del nexo de la historia del padecimiento de los pacientes con la dolencia misma, lo cual refleja el aspecto único e irrepetible tanto del origen e interpretación como de la sintomatología de la histeria, por ello es que aún hoy en día no se puede concretar y/o generalizar una definición de la misma ni mucho menos de los síntomas que se pueden llegar a presentar, porque la histeria dependerá de una serie elementos que son propios de cada sujeto.

En definitiva, es de suma importancia considerar que la histeria es causada y determinada por un conjunto de vivencias propias de cada persona y que éstas influyen de diversas maneras, hecho que amplía el sentido de individualidad de cada paciente y que hace que el tratamiento no tome el mismo camino. Lo que en un principio hacia incierto el diagnóstico propio de la histeria es que se buscaban características habituales en los pacientes, es decir, de una forma generalizada, como ahora se buscan características diagnósticas de un trastorno en el DSM IV, donde categorizar es el punto más importante del manual y donde habría que aterrizar mucho más la importancia de la individualidad.

Como individuos sociales desde la infancia se nos han inculcado normas, desde lo moral a lo conductual, así como valores y principios; se enseña a expresar sólo lo que es convenientemente -aceptable- ante las exigencias de la sociedad, instituciones e integrantes, por ello el ser humano ha aprendido a ocultar aquello que verdaderamente piensa y siente, a reprimir sus más bajos instintos y deseos; a tratar de poner en manifiesto perfección cuando se debe de cuestionar si en verdad ésta existe. Pareciera que siempre se trata de aparentar que todo ésta perfectamente bien aunque no sea así, pero guardarse dichos sentimientos es lo que finalmente se puede considerar que lleva a la detonación de una serie de síntomas histéricos, los cuales a bien saber tienen un significado especifico y una amplia relación con el sujeto mismo, al explorar estos ámbitos Freud y Breuer, abren paso a la importancia de ver al sujeto no excluido de su ambiente, sino inmerso en éste mismo y la influencia reciproca de ambos.

Inevitablemente en los casos como el de Anna O., Elisabeth von R y Dora, saltan a la vista sucesos o experiencias importantes en la vida de cada una de estas jóvenes, los que detonan y se instituyen como orígenes de sus síntomas histéricos y que a través de la cura psicoanalítica, ellas y el mismo Freud van descubriendo y pueden dar sentido a los mismos, los cuales se centran en su relación con las personas con las que más contacto tenían. La importancia de cada uno de los casos reside en una serie de hechos que ayudan a reflexionar a Freud acerca de sus técnicas y de su proceder en el tratamiento de sus pacientes histéricos, y como comúnmente se hace referencia, aprendió bastante bien de sus errores.

Freud hace referencia que “por la naturaleza (…) del psicoanálisis, se infiere que en nuestros historiales clínicos debemos prestar tanta atención a las condiciones puramente humanas y sociales de los enfermos como a los datos somáticos y a los síntomas patológicos” (p.18) . Es sustancial desarrollar un verdadero interés por el paciente, no sólo preocuparse por llenar un papel y llegar a un diagnóstico, es de importancia magna valorar las relaciones familiares y sociales de cada uno de ellos, y comprender al paciente como sujeto único pero que mantiene estrecha relación con su exterior y que lo que su exterior establece perjudicara con diversas dimensiones sus manifestaciones histéricas, frecuentemente como reflejo de la represión a la que se es sometido.

Así también, el conflicto que surge a partir de la relación sujeto-sociedad, se va esbozando a partir de las instancias de la personalidad, donde las necesidades y los deseos al no ser compatibles con el entorno se tratan de reprimir, pero como agua a presión busca y logra un medio de salida. Podemos observar que en “Anna O. era particularmente llamativa la gran influencia de los productos del <<yo dísloco>>, como ella misma lo designó sobre su habitus moral. De no habérselos removido a medida que surgían, se habría vuelto una histeria de lo más turbulenta” (pp. 68-69) . Lo sumamente importante es lo inculcado desde la niñez, lo que se asimila y se acepta como correcto y de lo que surge el temor de no cumplir éstos estándares que se esperan de cada uno de los individuos. La moralidad es una paradoja muy subjetiva, cambia de sociedad a sociedad, así mismo, se funge como medio en contra de la verdadera expresión, como modeladora de pensamientos, sentimientos y conductas, pero ¿Qué pasaría si la sociedad fuera más liberal? ¿Acaso surgirían menos histerias? ¿Por qué son malos nuestros deseos cuando estos van en contra de la moralidad de nuestra sociedad? Seria una discusión muy interesante pero a la cual pocos se atreverían a ser participes porque en automático se hallarían contrariados en cuanto a decir lo que creen o lo que se espera de ellos.

De acuerdo con Freud “cuando en un enfermo orgánico o en un neurasténico se estimula un lugar doloroso, su fisionomía muestra la expresión, inconfundible, del desasosiego o el dolor físico; además el enfermo se sobresalta, se sustrae del examen, se defiende”. Pero en la señorita Elisabeth pasaba exactamente lo contrario, más bien parecía que una zona de placer se estuviese estimulando sin ninguna relación al padecimiento que ésta manifestaba tener, pero habría que poner en consideración y sacar a flote como es que desde diversas perspectivas como la religiosa, se ha inculcado que el placer es algo sucio, malo y que éste se debe de evitar, especialmente la sexualidad se maneja como algo prohibido, pero al mismo tiempo al ser lo más prohibido también es lo mas deseado. Freud, creía que

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