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HISTORIA DE LA VIOLENCIA


Enviado por   •  9 de Julio de 2012  •  1.677 Palabras (7 Páginas)  •  608 Visitas

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HISTORIA DE LA VIOLENCIA

Introducción

La violencia, sea ésta natural o humana, ha presidido permanente la vida del planeta. Nunca, en toda nuestra existencia como especie, hemos podido evitarla o dominarla. Todavía más: somos hijos de ella y como buenos hijos la practicamos y la usamos cuando lo creemos necesario.

Mas, el reconocer la filialidad no implica aceptarla mansamente y sin reparo alguno, especialmente cuando la misma pueda inducir al suicidio de la especie, como amenaza ocurrir en nuestro tiempo.

Sin embargo, y a pesar de esta descarnada realidad, el hombre siempre pensó en la paz y creó la cultura para enfrentar a las violentas fuerzas de la naturaleza como asimismo su propia violencia. Trabajó y trabaja afanosamente para conseguir la tranquilidad y el descanso que le permita gozar plenamente de la vida. En la realidad en que se mueve, empero, se ve obligado a dialogar con fuerzas y poderes violentos que tensan su voluntad y decisión obligándole a responder con extrema violencia los desafíos que le presenta la vida. No obstante ello, siempre deseó un mundo apacible. A tal extremo se dio esta obsesión que en los períodos de su historia más violentos y hostiles que vivió, no vaciló en imaginar paraísos terrenales donde la violencia no existía. Ámbitos donde las fuerzas de la naturaleza no aterraran con su potencia y espectacularidad; hombres y pueblos que no se agredieran con una ferocidad increíble; enfermedades y tragedias individuales que lo desconcertaban y lo sumían en un dolor infinito. De ahí su necesidad de escapar a tan terrible e ineluctable realidad, creando fabulosos reinos de paz y bienaventuranza, o creyendo en la existencia de tiempos pasados bellos, apacibles y felices sin mácula de dolor. Y así imaginó la Edad de Oro, que nunca consiguió -hasta hoy- corporizarla en una realidad tangible.

Mas, el hombre-animal obstinado, recio e indomable-sobrevivió sobre sus circunstancias hostiles; más aún: se expandió con fuerza incontrastable por toda la tierra habitable, bien dispuso de los elementos adecuados para su despliegue y haciendo gala de una plasticidad genética única ocupó todos los ámbitos geográficos con rapidez sorprendente.

En su camino, la violencia de los diversos medios seguramente lo agredieron con saña y si bien caían no pocos individuos, su marcha no se detuvo hasta cubrir el planeta virgen.

En esta primigenia epopeya realizada por la especie humana, está la demostración palpable que supo imponerse a la violencia objetiva, a la violencia del mundo que le rodeaba y que muchas veces cegaba su vida. Mas, el propio hombre -como hijo de la violencia natural- advirtió desde muy temprano que contenía en su propio cuerpo una incoercible fuerza que lo tornaba violento y lo habilitaba para tornarse destructor y mortífero.

La lúcida conciencia que el hombre siempre tuvo acerca de su estrecha filialidad con la violencia, hizo que éste la observara con extrañeza unas veces, miedo otra veces y hasta una inexplicable curiosidad e interés por la fuerza que anidaba en su naturaleza y en el mundo.

En realidad, nunca dejó de observarla, aun cuando no encontrara respuesta satisfactoria; para conjurarla inventó divinidades sin cuento, representándola de las más distintas y caprichosas maneras. Todas la religiones dan testimonio de ello; todas las creencias y visiones humanas la vistieron de los rostros más caprichosos, aunque siempre relacionados con las experiencias propias de cada grupo, tanto en lo relativo a sus observaciones sobre el medio circundante como a su propia vida interior. Sería interminable la tarea de describir las visiones que despertó la violencia en el sentimiento de los hombres.

Por eso, desde los albores de la vida civilizada, los hombres no sólo se conformaron en describirla en miríadas de monumentos tanto literarios como arquitectónicos y estatuarios, sino someterla a un estudio y observación cada vez más profundos. La experiencia humana, cuando estuvo en condiciones de llevar a cabo dicha indagación, ya estaba pletórica de conocimientos; mas, resúltale extremadamente difícil abarcarla en toda su realidad y dimensión y mucho más procurar alguna solución para domeñarla absolutamente.

A pesar de todo, los seres humanos no están tan desamparados e inermes frente a un fenómeno que está ahí, en y frente a sus vidas. Existe una gran cantidad de hechos, en que todas las interpretaciones e indagaciones individuales y sociales, coinciden en la posibilidad de someterlos a un estudio objetivo, reductibles a un análisis profundo y veraz; hechos con características identificables y con sus manifestaciones abiertas.

Esto no quiere decir, sin embargo, que tales indagaciones, por más "objetivos" que pretendamos reconocerles no guarden en su interioridad una buena dosis de natural y -podríamos decir- inevitable subjetividad; pero, aun en su perspectiva comprometida, no dejarán -en todos los casos-de ser un aporte a la dilucidación de la naturaleza de un fenómeno natural que preocupa - y mucho- al género humano.

Consiguientemente, el estudio de la violencia en nuestros días se torna indispensable, por lo que la adopción de una metodología adecuada, se impone necesariamente:

1) Al abordar su estudio, prioritariamente es preciso dirigir el examen hacia el concepto mismo de "violencia" y el ámbito de acción en que se ejerce. Determinar, con la mayor precisión posible, a qué violencia aludimos -la violencia "objetiva" (extrahumana) o la violencia humana o si deseamos inquirir sobre los fundamentos últimos de la violencia como realidad metafísica. Sea cual fuere nuestro enfoque no podremos escapar de la condición

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