EDUCAR AL DIÁLOGO INTERCULTURAL EN LA ESCUELA CATÓLICA

EDUCAR
AL DIÁLOGO INTERCULTURAL
EN LA ESCUELA CATÓLICA

Vivir juntos para una civilización del amor

REPORTE DE LECTURA

Hoy más que nunca, reconocemos que, como sociedad, estamos atravesando un proceso de incertidumbre y cambio, como constantes permanentes. Por ello resulta necesario tener una visión crítica, flexible y sensible para reconocer los retos que enfrentamos para vivir como educadores y como ciudadanos, como humanidad.

A lo largo de cinco breves pero intensos capítulos, el autor de esta obra nos brinda un panorama actual de la escuela  en el mundo con sus luces y sombras y con ello nos hace ver que si la escuela quiere ir más allá de lo académico-profesional; si los docentes y directivos pueden programar objetivos y valores comprometidos con la sociedad, la educación no puede dejarse sola, y propone verla como sujeto eclesial y toda la comunidad está llamada a sostenerla como un bien común.

Por tanto, es indispensable que hoy en día, nuestros alumnos asimilen, a través de la experiencia académica y social, instrumentos teóricos y prácticos que les brinden un mayor conocimiento de los demás y de sí mismos, de los valores de la propia cultura y de las culturas ajenas, esto a través del diálogo, ese vínculo necesario y vital con la propia cultura en donde la religión puede contribuir al pretendido diálogo intercultural. El diálogo encuentra en la búsqueda del patrimonio de valores éticos comunes y presentes en las distintas tradiciones religiosas otra razón para contribuir a la afirmación del bien común, de la justicia y de la paz. Así, la escuela se convierte en espacio de diálogo y de serena confrontación, para promover actitudes de respeto y demás valores. En definitiva, se trata de construir una nueva actitud intercultural orientada a una integración de las culturas en recíproca aceptación.

Respecto al proceso educativo del ser humano, el interés por una convivencia pacífica y enriquecedora debe apoyarse en el concepto más amplio, el concepto de amor, el cual alude directamente al de reciprocidad, que son dimensiones fundamentales de la educación misma. Se trata de promover en las escuelas, entre alumnos y profesores, en las familias, en la comunidad, aquel movimiento bidireccional de ida y vuelta del amor, que podríamos prácticamente sintetizar en un vaivén de un ideal educativo que mueva a los educadores a ser testigos creíbles ante los ojos de sus educandos: amor de la educación y educación al amor; viéndose estos como elementos esenciales, donde la mirada del educador y del educando estén mutuamente orientadas al bien, al respeto y al diálogo.

En el actual contexto cultural, la educación religiosa ve en su interior una presencia cada vez más relevante de alumnos de diferentes nacionalidades y confesiones religiosas; y para evitar cerrarse en una sola idea, se contempla un proyecto educativo basado en la necesidad de saber, conocer y dialogar con las distintas creencias y con los no creyentes, formando así la escuela-comunidad viéndola como un lugar de intercambio, en el que se promueve la participación y se dialoga con la familia, que es la primera comunidad a la que pertenecen los alumnos, viéndose y entendiéndose la escuela como una comunidad educativa, donde la familia ocupa un lugar y una función muy importantes. El proyecto curricular de la escuela católica que nos presenta esta lectura es que el estudio y vida converjan armónicamente, de manera que los estudiantes puedan realizar una experiencia formativa cualificada, alimentada por la investigación científica en las diversas articulaciones del saber, sin dejar de lado la instrucción cristiana, pues si bien vivimos en la sociedad del conocimiento, este modelo educativo desea promover la sabiduría, e ir más allá del conocer, educar para pensar, ponderar los hechos a la luz de los valores, y de compromisos, logrando así un ejercicio de una ciudadanía activa.

...