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UNA TEOLOGIA DE LA MUSICA


Enviado por   •  18 de Octubre de 2011  •  4.001 Palabras (17 Páginas)  •  676 Visitas

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Los mensajes de los tres ángeles: Apocalipsis 14:1-12

Dr. Angel Manuel Rodríguez

Teólogo

Apocalipsis 13 termina con una nota triste. Apoyado por sus principales agentes, los poderes representados por las bestias que surgen del mar y de la tierra y todos los habitantes del mundo que han prometido aliarse con él, Satanás parece tener controlado el destino del remanente. Su plan mundial parece tener éxito. Él cree que muy pronto habrá borrado al remanente del planeta, y que él será el único gobernante de la raza humana. Lo que parece haber pasado por alto es que Dios también tiene un plan mundial, y que el pueblo remanente es indispensable para su cumplimiento. Por lo tanto, nadie será capaz de destruirlo.

El Cordero y el remanente sobre el monte de Sión

Sobre el monte de Sión. El remanente es indestructible porque se halla junto al Cordero de Dios sobre el monte Sión, escondido bajo las alas del Omnipotente, de los ataques del dragón. Esta visión no se centra en el remanente sino en el Cordero que está en pie sobre el monte de Sión. Dios redimió a su pueblo a través del Cordero, y él lo hará victorioso gracias a la sangre del Cordero en la última batalla apocalíptica. Aunque amenazado de muerte por el dragón, al pueblo remanente se lo describe más allá del alcance de las fuerzas del mal. Aun cuando están todavía sobre la tierra, se hallan espiritualmente en el lugar más seguro del universo: en compañía del Cordero.

El monte de Sión era en el Antiguo Testamento el lugar donde se encontraba el templo y donde Dios reinaba y habitaba entre su pueblo. El Salmo 2 describe una situación en la cual las naciones de la tierra han conspirado juntas contra el ungido de Dios, el Mesías. El Señor se burla de ellos y proclama la derrota de las naciones, "porque, dice él, yo he puesto mi rey sobre Sión, mi santo monte" (Sal. 2:6). Sión es el lugar de refugio del remanente: "Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sión los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto» (2 Rey. 19:31). El remanente lo conforman los sobrevivientes dejados en Sión (Isa. 4:2-3), preservados por Dios de los ataques del enemigo. La misma asociación de ideas aparece en Apocalipsis 14: 1, donde el Mesías y el remanente son el blanco del dragón y sus asociados; pero el remanente halla refugio en el Mesías.

El sello de Dios. El símbolo de los 144 mil que tienen el nombre del Cordero y de Dios escrito sobre sus frentes también representa al remanente. Dicho símbolo parece describir de manera especial a quienes estarán vivos sobre la tierra cuando Cristo regrese: una interpretación apoyada por el hecho de que Apocalipsis 6:14-16 describe la segunda venida de Cristo seguida por la pregunta: "porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" (Apoc. 6:17). La respuesta a esa pregunta se da en el capítulo 7: los 144 mil. Elena G. de White dice de ellos que, "habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por 'primicias para Dios y para el Cordero’”.[1] Es una tentación especular respecto a este tema, pero debemos resistirla, porque la información que tenemos es extremadamente limitada.

Los 144 mil tienen el nombre del Cordero y de su Padre escrito sobre sus frentes. Si, de acuerdo con Apocalipsis 7:3, Dios puso su sello sobre las frentes de sus siervos, entonces el sello y el nombre de Dios deben referirse a la misma cosa. El nombre, de Dios y el del Cordero representan sus caracteres, lo que ellos son. Por lo tanto tener su nombre sobre nuestra frente es reflejar el carácter de Dios en nuestra vida. Él nos lo reveló a través de su ley y en la vida de Jesús, quien la ejemplificó para nosotros. Ya indicamos que en el libro de Apocalipsis quienes pertenecen a Dios obedecen sus mandamientos. Sus vidas de sumisión obediente a la voluntad de Dios revelan que en realidad le pertenecen y están bajo su cuidado protector. Este firme compromiso con Dios y con la verdad los distingue de quienes siguen a la bestia y tienen su marca. Aceptar a Cristo como nuestro Salvador no es algo que pueda hacerse sin una vida de obediencia amorosa a todos sus mandamientos. Su ley contiene el sello de Dios en el cuarto mandamiento, una señal de creación (Éxo. 31:17), redención (Deut. 5: 15) y santificación (Éxo. 31:13). La obediencia del remanente a ese mandamiento durante las escenas finales del conflicto cósmico lo distinguirá de quienes adoran al dragón y a la bestia. A través del poder del Espíritu esa obediencia resulta en un carácter santo.

Un coro y cántico nuevos

Juan escucha un cántico maravilloso y sonoro que para él es como el sonido refrescante de muchas aguas, como el sonido poderoso de un trueno y como el sonido inspirador y armonioso de un arpa. Las imágenes que él usa indican que la música es extraordinaria, que él nunca ha estado en un programa musical como éste, y busca las palabras para expresar su experiencia. El coro parece consistir de un número simbólico de 144 mil seres que conforman el remanente que canta ante el trono de Dios. Nadie más puede aprender este canto, porque nadie ha pasado por esta experiencia.

Juan da varias características claves de los 144 mil. En primer lugar, Dios los ha redimido de entre los de la tierra. Apocalipsis 14:3 y 4 nos dice dos veces que éstos fueron "redimidos de entre los de la tierra/de entre los hombres". El mismo verbo aparece en Apocalipsis 5:9 donde unos seres celestiales cantan: "Porque tú [el Cordero] fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación". El Nuevo Testamento testifica claramente que Cristo nos compró o redimió, y que el precio que pagó fue su propia sangre/vida (2 Ped. 2: 1; 1 Ped. 1: 18, 19). Cristo ganó el derecho del pueblo de Dios para que pueda estar en pie ante su trono y para que lo alabe por su muerte expiatoria. No es la recompensa por nuestra Fidelidad a él. Así que ya no nos pertenecemos más a nosotros mismos, porque Cristo, nuestro nuevo propietario, pagó el precio de nuestra redención (1 Cor. 6:20). Le somos leales porque él cubrió el costo de nuestra salvación.

En segundo lugar, son vírgenes. La frase "no se contaminaron con mujeres" clarifica la metáfora. La imagen que se usa es la de una mujer desposada que se mantiene sexualmente pura para su futuro esposo. En 2 Corintios 11:2 Pablo aplica la misma metáfora a los cristianos: "Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura para Cristo". Los

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