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Victoria Sobre La Vida Egocentrica


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2014  •  1.620 Palabras (7 Páginas)  •  425 Visitas

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Nuestro mayor problema está en nuestro corazón.

Desde la antigüedad la raza humana ha vivido luchando con fuerzas contrarias que operan a su alrededor. El hombre ha dedicado recursos y años de preparación tratando de entender cómo el entorno incide en el interior del individuo e incluso ha vivido culpando a Satanás de todas sus adversidades, pecados y fracasos, y aun así, el hombre cae una y otra vez en las mismas faltas. Es cierto que nuestra lucha es contra potestades invisibles que operan a nuestro alrededor (Ef. 6:12), pero no es menos cierto que nuestro principal problema no son esas potestades y su príncipe (Satanás), sino que radica en el centro de nuestro ser: En nuestro corazón (Mr.7:21-23). Allí, en nuestro corazón, se encuentra la raíz de la mayoría de nuestros problemas en la vida. Es lo que mueve a las grandes potencias de hoy en día hacer guerra unas contra otras, para obtener el dominio, por codicia, el poder, aun a costa de la muerte de miles y millones de seres humanos. Esto lo encontramos en nuestro diario vivir, en el mundo que nos rodea, pero también si hacemos una revisión interna sincera y a la luz de las Escrituras de lo más profundo de nuestro ser, nos daremos cuenta de no somos tan buenos como pensamos, que no nos conocemos a nosotros mismos; que nuestros conflictos internos y con los demás a nuestro alrededor son producto de situaciones que no hemos resuelto a lo largo de nuestra vida y que están alojados allí en nuestro interior.

Debemos prestar atención especial a las Escrituras cuando nos dice que de nuestro corazón es de donde mana la vida (Pr.4:23). Nuestro Señor Jesucristo se encargó de enseñarnos que el ser humano no es contaminado por comer con las manos sin lavar, sino, que se contamina cuando de su corazón salen maldades y pecados innumerables (Mt.15:18-20).

Es entonces en el centro de nuestro ser, en nuestro corazón, donde reside la concupiscencia, la tendencia a pecar, en virtud a la cual, somos tentados al mal. Esto es una herencia que ha venido trasmitiéndose de generación en generación, desde Adán y Eva, en el Edén, cuando por desobediencia a Dios, la naturaleza humana cayó. A partir de ese momento en adelante, el hombre desde su concepción, hereda esa “Naturaleza caída”, la cual influye en el individuo de una forma tal que su vida y el mundo en general giran en torno a si mismo, a su ego. Esto es el Egocentrismo, lo podemos definir como una “enfermedad” cuyo principal “síntoma” es el orgullo, el cual hace que el individuo se encumbre y su ego reemplace a Dios, complaciendo su propia voluntad y deseos (Is.14:13-14). El orgullo provoca que el hombre se esclavice y se encierre en un círculo vicioso, apartado de Dios (1ª P.5:5) y sin poder sobre Satanás, porque cerramos nuestro corazón y lo endurecemos, entonces dejamos a Dios a fuera, y debemos recordar que separados de Dios nada podemos hacer (Jn.15:5). El Egocentrismo es la imagen misma de la forma de ser de Satanás, orgulloso, egoísta, tenebroso; todo lo contrario a la imagen de Cristo, quien por obediencia vino a la Tierra humildemente e hizo la voluntad de Dios y no la suya (Fil.2:5-9). La gran mayoría de los problemas del individuo son causados por el orgullo, por este el hombre se vuelve hipersensible, como se cree muy grande y que todo gira a su alrededor, se ofende con mucha facilidad y da vueltas en esas ofensas, cierra el corazón y ahonda sus heridas; esto afecta la relación con los demás incluyendo con nuestro cónyuge y trae consecuencias de pleitos, enemistades, divorcios, amarguras, guerras, suicidios, entre otros males. Una clara demostración de que el problema principal no es Satanás lo vemos en la Palabra de Dios, cuando relata proféticamente lo que ocurrirá cuando sea encerrado Satanás por 1,000 añós (Ap.20:2), para que no engañe más a las naciones, y luego de cumplido este tiempo será suelto de su prisión y saldrá a engañar las naciones y lograra reunir una gran cantidad de hombres, tantos que la Palabra describe su número como “la arena del mar” (Ap.20:1-10); entonces podemos ver con toda claridad que aun cuando el Enemigo sea quitado del escenario hay dentro del hombre la tendencia a la maldad.

Dios usa el quebrantamiento para que dobleguemos nuestro orgullo y nos rindamos humildemente a El (Pr.16:18), este proceso es una misericordia de Dios en nuestras vidas y tiene el objetivo de que reconozcamos que estamos mal y nos humillemos ante la mano poderosa de Dios; abramos nuestro corazón, nos arrepintamos de todos nuestros pecados y le reconozcamos a El como el Rey y Señor, creador de nuestras vidas y no a nosotros mismos (2ª Cr.7:14).

En Lucas 9:23 El Señor nos enseña que debemos negarnos a nosotros mismo si queremos seguirle

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