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El Bullying


Enviado por   •  24 de Enero de 2014  •  5.604 Palabras (23 Páginas)  •  212 Visitas

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“¿Qué pasó, güevón? ¡Somos del Schick!”

END en las entrañas de “La Carpio”

*** Taxistas reacios a entrar: “Es que a sus paisas... hay que verlos”

*** Nicas que han llegado de todos los rincones de nuestra miseria, constituyen el 70% del asentamiento

*** “Toque de queda” a las seis de la tarde, y lugares donde la “vida vale un colón”

*** A “La Cueva del Sapo” los policías entran de tres en tres

*** 350 familias nicas amenazadas por un alud o crecidas de ríos

ROBERTO COLLADO

ENVIADO ESPECIAL

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Estar en “La Carpio” es como encontrarse en cualquier asentamiento de Managua, con la diferencia que tienen luz, agua y hasta teléfono. 800 familias nicaragüenses la habitan con los mismos males de la Nicaragua pobre: no tienen títulos de propiedad y viven bajo la amenaza de desastres naturales, enfermedades y una delincuencia que a cualquiera “pone los pelos de punta”

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San José, Costa Rica. 8:47 de la mañana, sector La Uruca. El cuarto taxi se estaciona frente a nosotros y José Téllez, quien además de nuestro guía es corresponsal de END en este país, se adelanta a preguntarle al conductor si nos hace la carrera. Los últimos 17 minutos los perdimos intentando convencer a tres taxistas de que igual que ellos, buscábamos un viaje rápido y seguro.

“¿Rápido y seguro a ‘La Carpio’?, qué va”, nos había dicho el último. Téllez cambió su estrategia. Esta vez primero nos identificó como periodistas y después consultó el viaje. El conductor, un señor regordete y de lentes, la pensó unos segundos, y sin darnos respuesta echó a andar el taxímetro. Cogimos la seña y lo abordamos de inmediato.

En 20 minutos atravesamos la zona más traficada, dejando atrás al colosal Hospital México con sus ocho pisos y un extenso parqueo que parece imitar una desolada plaza pública. Llegando al Parque de Diversiones, al suroeste de la capital, el taxista rompió el silencio. “¿Buscan a los paisas?” --nos preguntó-- “Mire qué haber nicaragüenses ahí...”, insistió, como forzando una respuesta.

Era la oportunidad para quejarnos de sus compañeros y lo hicimos. “Es que a ‘La Carpio’ a ningún taxi le gusta entrar”, los justificó. ¿Es peligroso? --le consultamos--. Soltó una risa, y sin despegar la vista del frente, dijo como hablando para él mismo: “Es que a sus paisas... hay qué verlos”. Atrás dejamos una instalación de la aguadora costarricense y en adelante nos esperaba una carretera desolada.

Pobreza a la vista

Enero es un mes contradictorio en Costa Rica. Hace sol, pero el clima es fresco. Seis kilómetros separan a “La Carpio” de la zona urbana de San José, y desde menos de un kilómetro las casas construidas con hojas de zinc destellan al ser tocadas por los rayos solares. Bien podría decirse que aquel caserío se estableció sobre una montaña lejana de la civilización tica.

Si de algo se jactan los ticos es, entre otras cosas, de sus buenas carreteras. No mienten. El camino hacia “La Carpio”, el más grande asentamiento de ese país, está pavimentado. Por allí transitan cada 15 minutos buses de transporte colectivo que por 100 colones (25 centavos dólar), llevan a sus pasajeros al centro de San José.

La carretera está flanqueada por abismos. En el extremo sur, una procesadora de la Meco-Santa Fe y otra de la cementera Cemex, se encargan de atiborrar de polvillo blanco el cielo de San José, para bañar con ayuda del viento al caserío levantado de zinc, cartón comprimido, tablas y concreto mal acabado.

Hasta hace unos años, “La Carpio” pertenecía a la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS). Antes, fue una extensa finca cafetalera llamada “La Carpio”, propiedad de una pudiente familia costarricense del mismo apellido, que la negoció con la CCSS, tras una invasión de familias de ese país. Su extensión excede las 500 manzanas.

70 por ciento nicas

En una transacción que duró más de dos años, esos suelos pasaron a ser administrados por el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), que inició proyectos de viviendas que fracasaron debido a la masiva invasión de nicaragüenses que llegaron de todos los rincones de nuestro país. “El crecimiento de esa zona se volvió simplemente incontrolable”, añade Belisario Solano, Viceministro de Gobernación de Costa Rica.

Solano se ajusta a cifras que aunque no son oficiales, dan una idea de la explosión de personas que habitan “La Carpio”. En Costa Rica dicen que por cada tico que llegó a vivir allá, llegaron siete nicas. Los salvadoreños y nacionales de otros países se disputan el resto del padrón.

Según el último censo poblacional del Congreso tico, hay cuatro millones de nacionales, y entre 500 y 700 mil nicas. “Es difícil (dar) un número exacto de inmigrantes de Nicaragua porque crecen de forma acelerada y sin control”, afirma la diputada Gloria Valerín, del bloque llamado “Patriótico”.

La Asociación de Desarrollo Municipal de San José estima que unos 50 mil nicaragüenses habitan el famoso suburbio, repartidos en unas 800 familias.

En el corazón de “La Carpio”

Nuestro primer contacto con esta especie de favela lo tuvimos a eso de las 9:15 de la mañana del 28 de enero. El taxímetro para entonces había marcado 1,500 colones (poco más de tres dólares). Nos bajamos en la parada llamada “Las Terminales”, que es el punto que comunica a todas las calles de “La Carpio”.

Costa Rica y “La Carpio” contrastan. En “La Carpio” las puertas están abiertas, los niños con ropas rotas están en las calles y la gente se sienta en las aceras. Es como estar en Nicaragua, con la diferencia de que no faltan la luz ni el agua. “Aquí los chiquitos pueden andar en las calles, el problema es cuando viene Migración”, dice Angélica María Garay, quien tiene ya once años de haber dejado Monseñor Lezcano para vivir en el país vecino.

El pavimento llega hasta “Las Terminales”. Las calles del caserío son de material selecto, con zanjas en los extremos para dejar correr las aguas negras. “Es que no hay tuberías de aguas negras. Nos han dicho que como no somos de acá, no podemos exigir”, dice César Orozco, un ebanista chontaleño que se gana la vida haciendo y reparando muebles en un

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