El desarrollo de sentimientos de amor

Amarse a sí mismo no es ninguna señal de egoísmo ni tampoco excluye el amor a los demás, ambos están íntimamente ligados. La persona egoísta, además de no amar a los demás es incapaz de amarse a sí misma.

La única forma de aprender a amar es amando. Para ello son necesarias la disciplina, la constancia, la concentración (que en la práctica se traduce en hechos concretos como la escucha), la paciencia y la preocupación o importancia otorgada a tal asunto. El autor se muestra bastante pesimista al hablar del hombre y su dificultad para poder amar. Considera que el amor es un arte por lo que niega entonces toda capacidad innata que pueda poseer el hombre para amar.

Trayendo a colación la situación romántica de nosotros los jóvenes; encontramos como dos personas después de que cruzan la primera palabra llegan incluso a insinuar que se enamoraron. El amor requiere de unas bases solidas, que deben fortalecerse día tras día.

Por otra parte encontramos el afán por amar, y por “quemar” todas las etapas en el menor tiempo posible, no es difícil encontrar parejas de novios que no conocen el tipo de sangre, el nombre de los padres e incluso algo tan elemental como donde vive su pareja.

Pareciera entonces que la irresponsabilidad es el desvalor que prima en nuestra sociedad, los embarazos en adolescentes son un gran indicador de que la educación en lo que al amor y la sexualidad se refieren, está fallando. Pero aun peor que la irresponsabilidad de los jóvenes, es la celebración o aprobación de algunos padres por las actitudes rebeldes y soberbias de sus hijos.

Así mismo la llegada de la tecnología, y la televisión a todos los hogares, cambio el modo en que se ven y aprenden las cosas; o solamente imaginen lo que piensa una niña de 8 o 10 años al ver escenas eróticas en la televisión; ya los niños no tienen infancia, los carritos, las muñecas, los juegos inocentes, poco a poco han ido desapareciendo y en su reemplazo ahora los portátiles, ipods, y celulares de última tecnología han invadido no solo los hogares sino la mente de todos nosotros.

En lo que al amor se refiere, ya no existe el coqueteo, los gestos caballerosos por parte de los jóvenes, y la ternura característica de nosotras las mujeres. Es inaudito para muchos abrir una puerta, detenerse para dar la mano y cruzar juntos la calle; ahora todo es cursi, e incluso patético. Nuestra generación en su mayoría piensa en el amor como algo pasajero y momentáneo, y no como el cimiento de lo que serán las relaciones venideras, e incluso lo que sucederá cuando decidamos formar una familia.

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